Bofetada para Sánchez
«Los votantes socialistas se han quedado en casa avergonzados de su propio partido. No olvidan la corrupción, ni el machismo»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Todo en la vida es relativo. Las expectativas modifican siempre la dimensión real sobre la percibida. Muchos prefieren convertirlas en protagonistas de sus relatos por encima de los propios hechos. Todo el mundo tenía ya amortizado que el PSOE perdería y que el PP ganaría. Esos hechos no iban a ser noticia. Lo que nadie imaginaba es que la bofetada del electorado fuera a ser tan fuerte y sonora como para ser la mayor derrota socialista de la historia democrática en una Extremadura en la que gobernaron desde hace 26 años.
Bofetada, descalabra, hundimiento, desastre. Da igual la palabra porque todas se quedan cortas para describir el hundimiento del PSOE. Están más de quince puntos de votos por debajo. Han perdido casi un tercio de sus diputados. Nunca cayeron tan bajo. Desde Madrid señalarán, ya lo están haciendo, a un único culpable: Miguel Ángel Gallardo. Recuerdan ya que no era el candidato de Ferraz. El equipo sincronizado de opinión será el responsable de fusilar al mal candidato Gallardo. Más cuidadosos serán en la propia Moncloa donde no lo dirán directamente. Saben que Gallardo sigue siendo el compañero de procesamiento judicial del hermanísimo de Pedro Sánchez. Un candidato procesado, que nunca fue sanchista hasta que se convirtió en compañero de causa judicial del hermano del presidente.
La vencedora es María Guardiola. Arriesgó a convocar elecciones con el argumento de que no tenía mayoría para aprobar unos presupuestos por el voto contrario de VOX y se va a quedar igual. En realidad, su objetivo principal, el que más anhelaba, era aprovechar el tsunami de corrupción socialista para intentar buscar la mayoría absoluta y quitarse de una vez el yugo de Vox.
Ha ganado Guardiola, pero sigue necesitando a Vox para gobernar. O al menos su abstención. Cierto es que el PP saca cuatro diputados a la suma del PSOE y Unidas Podemos. Pero el que más crece y recoge el descontento es Vox. Los de Abascal se llevan la tajada, crecen más que nadie y siguen siendo indispensables para el PP. En Extremadura se exige mayoría absoluta en la primera votación para ser elegido presidente, pero si no se alcanza, basta mayoría simple en una segunda votación 48 horas después. Es decir, con la abstención de Vox, sería suficiente para que María Guardiola pueda ser nombrada presidenta. Pero luego hay que gobernar. Los de Abascal van a pedir un precio alto por cada apoyo. También saben que en muchos casos les será muy difícil explicar el que pudieran votar junto a socialistas y en contra de Guardiola. Guardiola gana las elecciones, pero Vox es el que más crece. Hará bien la presidenta en pensar profundamente si acertó al alejar a Feijóo de la noche electoral o al decir que la democracia estaba en riesgo por el robo de 140 votos en correos. Dos errores finales que pueden haber costado una mayoría absoluta.
En todo caso, este 21 de diciembre quedará ya en la Historia como el día de la caída del imperio socialista en Extremadura. No se ha roto el suelo, los ha roto del «hostión». Hay datos que no los puede maquillar ni nada, ni nadie. El hundimiento del PSOE en Extremadura es histórico, es su peor dato de siempre. Miguel Ángel Gallardo, el candidato socialista procesado era mal candidato, pero le ganó las primarias a la candidata de Ferraz y luego el escándalo del hermanísimo obligó a Sánchez a defender a Gallardo, a pesar incluso de estar procesado. No ha sido la primera vez que Sánchez ha vulnerado el sentido común y moral y ha permitido y defendido a un procesado en su cargo. Hace unas semanas Ángel García Ortiz fue condenado por el Tribunal Supremo a pesar de que nunca dimitió de su cargo de fiscal general del Estado. Ahora ha vuelto a romper las propias normas internas del PSOE al defender la candidatura de un procesado.
En todo caso, la lectura nacional trasciende todo. Sánchez, que lleva años ejerciendo como líder de la oposición en las comunidades autónomas donde gobierna el Partido Popular, se ha implicado totalmente en esta campaña. Y ha perdido. Extremadura es solo la primera de los próximos duelos mensuales autonómicos del PP para forzar todavía más la debilidad política de Sánchez. En febrero será Aragón, en marzo Castilla y León y en mayo Andalucía.
Un PSOE arrasado en un territorio histórico de los socialistas implica también un castigo electoral que trasciende Extremadura. No es la primera vez que líderes del PP lanzaba este órdago para aprovechar las bajas expectativas del PSOE y también para liberarse del abrazo de oso de Vox. Sucedió ya hace años en la Comunidad de Madrid y en Andalucía. El poder territorial del PP se impuso por encima de los miedos a la ultraderecha que atizan desde Moncloa y Ferraz para despertar y movilizar al voto de izquierdas.
Esta vez ni la lluvia les sirve para justificar el crecimiento de la abstención, especialmente en los feudos extremeños socialistas. Los votantes socialistas se han quedado en casa avergonzados de su propio partido. No olvidan la corrupción, ni el machismo. Lo paradójico es que los socialistas extremeños recurrieron al propio Sánchez para levantar las expectativas. Ese Sánchez rodeado de escándalos, defensor de la financiación singular de Cataluña en detrimento de comunidades pobres como Extremadura, o partidario del cierre de la central nuclear de Almaraz, no era la mejor ayuda. Habrá que analizar si la desmovilización del voto socialista ha crecido aún más con la intensa presencia de Pedro Sánchez en la campaña.
Gallardo tiene con quién comentar. Sánchez también fue candidato por haber ganado unas primarias, como Gallardo. También consiguió los peores datos del PSOE en el Congreso de los Diputados en democracia. Obtuvo 85 escaños en las elecciones generales del 26 de junio de 2016. No dimitió, como Gallardo. No se dio por aludido, como Gallardo. Las reacciones oficiales de los socialistas en la noche electoral son de traca. No analizan su hundimiento. Dicen que es culpa de Feijóo, que solo quiere que crezca Vox. Todo muy coherente y analítico. El futuro más inmediato no lo sabe ni Sánchez. Lo único que sí tiene que saber es que esto puede ser solo el principio de lo que le espera. Su vicio de intentar asustar con el coco de la derecha y ultraderecha no asusta ya mucho. Casi el 60% de los extremeños les han votado. Cualquier traslación de estos datos a toda España tiene muchos riesgos, pero el no hacerlo será todavía peor para el PSOE.
Pase lo que pase, Sánchez no debe olvidar que la bofetada electoral ha sido para él. Su electorado extremeño ha rechazado en fondo y forma su teatrero comportamiento con la corrupción y el machismo, su política sumisa con los socios independentistas a los que ha privilegiado por encima de todo, olvidando incluso los ideales socialistas. Puede que ahora intente todo taparlo con otro juego de manos. Lo próximo es la sustitución de la portavoz del gobierno tras la marcha de Pilar Alegría. Otra que puede ir pronto directa a otro descalabro electoral de Aragón.