PSOE, PP y Vox
«Hoy, gracias a Pedro Sánchez y su forma de hacer política, el PSOE se ha enfrentado a las urnas sin tener ninguna posibilidad de discutir la victoria al Partido Popular»

Ilustración de Alejandra Svriz
Escribir el domingo de una jornada electoral y tener que enviar la columna al periódico sin que haya terminado el recuento es complicado. Hoy lunes no hay nada más importante que el resultado de las elecciones de Extremadura, porque va a condicionar en cascada el próximo ciclo electoral que repercutirá directamente en Pedro Sánchez y la Presidencia del Gobierno. Ciclo electoral que empezaran aparentemente por Aragón si no se improvisa algo antes.
En el batiburrillo de análisis de los resultados hay certezas políticas profundas que se han manifestado en campaña. El aparato mediático oficial intenta que los números sirvan para encubrir la realidad política manifestada en este proceso. Quien más se ha jugado en las elecciones de Extremadura no era el candidato sino Pedro Sánchez. Ha mantenido su discurso de que no hay nada detrás de la persecución de su corrupción. Ha negado la mayor. Por eso, ha mantenido de candidato y número uno a Miguel Ángel Gallardo. Un personaje al que, algunos destacados dirigentes, le pidieron renunciar a su candidatura y a ser el número uno en las listas del PSOE. Después del bochornoso espectáculo del aforamiento fake express, va a pasar de cabeza de lista al banquillo de los acusados por prevaricación y tráfico de influencias. No irá solo, irá acompañado por el hermano de Pedro Sánchez.
La emoción de la noche electoral ha estado en saber hasta dónde llegaba el hundimiento del PSOE. Ese partido que hasta hace nada, cuando no estaba liderado Pedro Sánchez, obtenía mayorías absolutas o gobiernos —apoyados por la izquierda radical— con Rodríguez Ibarra o Fernández Vara. No existía emoción en las elecciones extremeñas. Hoy, gracias a Pedro Sánchez y su forma de hacer política, el PSOE se ha enfrentado a las urnas sin tener ninguna posibilidad de discutir la victoria al Partido Popular. Quién lo iba a imaginar.
El PP es el que menos se ha jugado en estas elecciones. Gobernaba Extremadura y va a seguir haciéndolo. Nadie, antes de celebrar las elecciones, discute su victoria electoral. Intentan convertir en dramático el nivel de la victoria. Ahora, va a resultar que ganar es lo malo. Pues no. No llegar a la mayoría absoluta no es ni un fracaso, ni un error. Ser la fuerza más votada es todo un éxito de María Guardiola y del Partido Popular. Si el resultado les ha otorgado la mayoría absoluta, a la labor realizada habría que sumar la indiscutible contribución, para semejante éxito, de la corrupción, agresiones sexuales y demás desastres que representan Pedro Sánchez y el PSOE.
El panorama electoral de Alberto Núñez Feijóo y del Partido Popular es de éxito continuado. Pero si no se percibe así es por la manipulación del Gobierno, la tergiversación informativa y la intoxicación de los relatos interesados. Feijóo lleva tres años ganando todas las elecciones: Autonómicas, municipales, generales, europeas y así parece que va a continuar en las próximas citas electorales, para enorme desazón de Pedro Sánchez, las presuntas izquierdas y los amanuenses mediáticos.
El que tiene un problema de posicionamiento político y de actitud es Vox. La incongruencia política disimulada en forma de partido. Su gran problema es que no resta nada al Partido Popular. Su crecimiento, que cuando se viene de poco parece mucho, responde a la caída de las izquierdas. A pesar de que el PSOE de Extremadura está en horas bajísimas, no son capaces de superarlo. Por eso, les molesta tanto el bipartidismo. Les duele mucho, con lo importantes que se venden, no dejar de ser los terceros. Deben crecer con el voto obrero y de jóvenes antisistema —hoy un grupo pequeño por la baja natalidad—.
Crecer sin restar un voto al Partido Popular hace que su idea de sorpassar al PP en el futuro no deje de ser un ejercicio de onanismo manipulador para su electorado. No creen en las autonomías, pero se la juegan por ellas. Su candidato para todas las elecciones —autonomías, ayuntamientos, asociaciones de vecinos… y lo que sea— es Santiago Abascal. No hay nadie más. No puede haber nadie más. En la figura de Santiago Abascal se sostiene el negocio patriótico.
«Vox, que no es un partido de gobierno, como demostró con su espantada sincronizada de todos aquellos lugares donde gobernaba con el PP, tiene que decidir cuál es su papel en la actual política española»
La campaña de Extremadura ha consistido en actos de Abascal, con mucha testiculina, contra la candidata y el Partido Popular. Pero en la papeleta de Vox el nombre que figuraba era el de Óscar Fernández. Ese desconocido al que no han dado protagonismo —toda una broma el cartel electoral— para evitar que se convierta en un líder regional. No podían cometer el error de Castilla-León. Lanzaron al desconocido Juan Gallardo, le dejaron ser protagonista y terminó fuera del partido. Lo mismo que ha sucedido con todos los que podrían haber llegado a ser figuras políticas que, en un momento de crisis de partido, habrían podido sustituir a Abascal como: Vidal Quadras, Camuñas, Seguí, Olona, Espinosa de los Monteros, Sánchez Real, Manso, Steegman, Monasterio y… Toda una lista interminable. En su evolución centrifugadora de personas con valía, aquello que en su origen fue derecha, vía populismo radical, se ha transformado en una especie de Falange del siglo XXI. En las campañas de intoxicación en redes para animar al voto suelen decir: «Solo queda Vox». Es falso. La frase debería ser: «Solo está Abascal».
Vox, que no es un partido de gobierno, como demostró con su espantada sincronizada de todos aquellos lugares donde gobernaba con el PP, tiene que decidir cuál es su papel en la actual política española. Favorecer los gobiernos alternativos al PSOE de Pedro Sánchez o facilitar, desde su radicalidad y sin ninguna propuesta real, legal y posible, que el sanchismo tenga opciones de continuidad. Una difícil posición. Pero eso es lo que tiene, por mucho ruido que se diga de su crecimiento, ser el tercero en discordia. No ser alternativa contra Sánchez.