Robados y envilecidos
«Uno mira los resultados de las elecciones extremeñas y se pregunta qué pensarán de todo esto las 136.017 personas que votaron el domingo al PSOE»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Pedro Sánchez compareció para no hacer valoración alguna sobre los resultados de las elecciones de Extremadura, contó lo que ha dispuesto para cubrir la ausencia de Pilar Alegría, que va a hacerse un Gallardo en las elecciones autonómicas del 8 de febrero en Aragón, y después, con la satisfacción del deber cumplido se ha ido de vacaciones. Ese día se cumplirán 23 años del asesinato de Joseba Pagazaurtundúa Ruiz, militante socialista vasco, a manos de quienes hoy son los socios preferentes de Sánchez en el desgobierno de España.
Dos semanas de vacaciones se va a tomar el pájaro para descansar de tantos sinsabores como le estamos dando, cuando el hombre, más por nosotros, no puede hacer. El secretario general de los socialistas extremeños renunció al cargo, pero no al aforamiento que se había trabajado tan concienzudamente, obligando a dimitir a los cuatro que le precedían en la lista para el cargo de diputado. Hubo un tiempo en el que un fracaso electoral como el del domingo llevaba aparejada la dimisión en el acto, incluso para los cargos socialistas. Muchos lectores recordarán aquel pacto que Joaquín Almunia firmó con Paco Frutos, secretario general del PCE, el 8 de febrero —sí, otro 8 de febrero—, del año 2000. La ocurrencia no pudo ser más funesta para el PSOE. Frutos no es que fuera la reserva intelectual del eurocomunismo, aunque comparado con sus epígonos de hoy mismo podría parecer un talento deslumbrante elevó a Aznar hasta la mayoría absoluta. Almunia y Frutos habían señalado el nerviosismo de la derecha ante su alianza, para gobernar según el primero, para hacer política de izquierdas, en intención de Frutos. El resultado del escrutinio el 12 de marzo fue apabullante: el PP ganó 28 escaños, el PSOE perdió 16 e Izquierda Unida perdió 13. Aquella misma noche, Joaquín Almunia se hizo cargo del tema y dimitió como secretario general del PSOE, sucediéndole una comisión gestora presidida por Manuel Chaves.
Parece que Pedro Sánchez Pérez-Castejón considera que con la dimisión de Miguel Ángel Gallardo ha asumido la responsabilidad por el fracaso extremeño, él siempre ha asumido la responsabilidad en cabeza de otros. «Al Congreso no se viene a pedir disculpas», dijo en memorable discurso ante Rajoy, «se viene a dar explicaciones, a rendir cuentas y a asumir responsabilidades». Al estallar el caso Salazar, elevó la carga autocrítica al asumir la responsabilidad «en primera persona», según dijo.
Él fue a apoyar a Miguel Ángel Gallardo en la campaña de las extremeñas más que a ningún otro candidato autonómico que uno recuerde, nada menos que cuatro veces, como decíamos ayer. Se le acumulan a Sánchez la responsabilidad in eligendo y la responsabilidad in vigilando, sobre un tipo que tenía esas mismas responsabilidades sobre el improbable hermano del presidente del Gobierno, a quien le diseñó un cargo a su medida sin que tuviera que trabajarlo, como ha dejado sobradamente probado la juez Beatriz Biedma en su espléndida instrucción. Hemos sabido que David Sánchez, Azagra en el mundo del arte, vivió durante varios meses en la Moncloa, con su mujer, la japonesa Kaori Matsumoto, mientras alegaba que vivía en Portugal para pagar menos impuestos. Al mismo tiempo, tuvo allí aparcada su autocaravana más de dos años, periodo durante el que el personal de palacio se encargaba de arrancarlas de vez en cuando para que se mantuviese a punto. Su hermano, el presidente, ¿no tuvo noticia que tenía un huésped gorrón alojado en el zulo de la Moncloa? La oposición le hizo hasta 13 preguntas sobre el tema en el Senado, a lo que el partido del Gobierno respondió que «no vamos a hacer comentarios sobre quién se aloja en la residencia familiar del presidente», confundiendo el palacio de la Presidencia del Gobierno con alguno de los cuatro pisos que regaló a la pareja Sánchez-Gómez el suegro proxeneta.
Uno comprende que estas cosas unen mucho a quienes están unidos por esta vocación de anfitriones. Miguel Ángel Gallardo, en su modestia, se estiraba para parecer más alto y cedió al hermanísimo una vivienda oficial en Badajoz gratis et amore, además de autorizar un gasto de 43.400 euros para reformar la cocina porque al inquilino le parecía algo antigua.
Cualquiera podría pensar que hay unos cuantos abusos del Código Penal en este lamentable asunto, algo que envilece no solo a quienes comparten partido con Pedro Sánchez y toda su familia. Uno mira los resultados de las elecciones extremeñas y se pregunta qué pensarán de todo esto las 136.017 personas que votaron el domingo al Partido Socialista. Es verdad que les roban, pero tienen el consuelo de que no gobierna la derecha. Qué vergüenza.