The Objective
Santi González

Un gran discurso

«Fue una convincente invitación a la unidad en la consideración de que España ha progresado cuando hemos compartido objetivos»

Opinión
Un gran discurso

El rey Felipe VI durante su discurso navideño. | EFE

Desde que tuve edad para beber —es decir, desde tiempo inmemorial, porque en mi pueblo a los niños nos destetaban con vino—, acostumbro a enfrentar la Nochebuena a las nueve de la noche, con una copa de cava en la mano (champaña los años de bonanza) y dispuesto a escuchar el mensaje navideño del jefe del Estado. Es el asunto al que dedico mi columna navideña desde siempre, de manera tan inexorable como Manuel Vicent dedica la suya al comienzo de la temporada taurina, aunque creo yo que con un poco más de fundamento.

Ayer me dispuse a hacer lo mismo seleccionando una de las cadenas que retransmitían el mensaje, que eran todas las generalistas: TVE 1, La 2, Antena 3, Cuatro, Telecinco y La Sexta, además de TV3, que este año ocupan la Generalidad los socialistas y en algo se tenía que notar el famoso hecho diferencial. Como viene siendo tradicional en noches como la de ayer, se abstuvieron pudorosamente las dos cadenas de Euskal Telebista.

Este detalle ha sido para uno un reto insoslayable para dedicarle una columna en estas fechas. La televisión autonómica vasca dedica su informativo nocturno (Teleberri-2) de Nochebuena a asuntos muy variados, dando preeminencia al precio de la cesta navideña, a los poteadores que toman sus vinos antes de la cena en familia y a otras problemáticas de distinta naturaleza para hacer una mínima referencia al discurso del Rey después de un cuarto de hora de naderías. No ponen en competencia el mensaje del lehendakari, porque este tiene lugar en Nochevieja, pero el milagro, lo más sorprendente sucede en el informativo de Pascua: lo que apenas fue noticia en Nochebuena se convierte en la apertura del Teleberri a las tres de la tarde, con la reacción de los partidos vascos, generalmente adversa, al discurso que el ente autorreferente había ninguneado la noche anterior.

Dicen que el discurso de anoche lo iba a pronunciar de pie y con imágenes captadas por drones, novedades que han introducido en el protocolo los nuevos responsables de la dirección de comunicación de la Casa Real, que ha tenido, en la modesta opinión de uno, momentos más felices. Tuvo uno hace 14 meses, cuando aguantaron a pie firme el cabreo de una muchedumbre infortunada, que había perdido gran parte de lo que más le importaba en las riadas del 29 de octubre del año pasado, mientras el presidente del Gobierno, tan predispuesto siempre a humillar a la Corona se ganaba el sobrenombre de «el galgo de Paiporta», tomando el olivo de manera ignominiosa.

Aquel fue un gran momento. No lo fue tanto el silencio ominoso mantenido en un gran momento de la lucha por las libertades, en el que se concedió el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado. No estuvo afortunada la Casa Real al no felicitar a la gran líder venezolana y no asistir al extraordinario acto en favor de la libertad en el mundo que se desarrolló en el Ayuntamiento de Oslo. Tengo escrito en estas páginas que la primera vez que uno empezó a cuestionar su republicanismo vocacional fue aquel día en que su soberano padre hizo ante el dictador Jorge Rafael Videla un discurso sobre la dignidad de las personas y sus derechos inviolables, apenas aprobada nuestra Constitución. Hubo aún algo peor: que la Casa Real le copiara su mentira a Pedro Sánchez, al decir que el Rey solo felicita a los ganadores de los Nobel cuando son españoles, afirmación incierta: en 2016 felicitó al presidente colombiano Juan Manuel Santos por aquel enjuague de negociación de la paz con la guerrilla.

Dicho lo cual, es preciso afirmar que el mensaje de ayer fue un gran discurso, que partió del recuerdo de un gran momento de la democracia española, cuando hace 40 años y medio firmó en el mismo lugar el tratado de adhesión a las Comunidades Europeas. Todo el discurso estuvo cuajado de apreciaciones exactas, empezando por la definición de la Transición como la expresión de una voluntad compartida de construir un futuro de libertades basado en el diálogo, la exaltación de la Constitución española como el propósito compartido «sobre el que se edifica nuestro presente y nuestro vivir juntos, un marco lo suficientemente amplio como para que cupiésemos todos».

Fue una convincente invitación a la unidad en la consideración de que España ha progresado cuando hemos compartido objetivos. Advirtió con prudencia que este legado no es imperecedero y que debemos definir cuáles son las líneas rojas que no debemos cruzar. Inapelable observación hecha en un momento en el que se han cruzado algunas de esas líneas, ahí está la infame injuria que los podemitas han levantado contra quien fue un artífice principal de la Transición, Adolfo Suárez González.

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