Vox y la parábola del perro apaleado
«Vox es ese perro apaleado al que le han pegado tanto en esta vida que ya muerde a cualquiera: a los que buscan su destrucción y a los que solo informan en libertad»

El líder de Vox, Santiago Abascal, y la responsable jurídica de la formación, Marta Castro. | Europa Press
Vox me recuerda al típico perro apaleado: le han pegado tanto en esta vida que ya muerde a cualquiera. La formación que preside Santiago Abascal ha recibido un trato injusto en los medios, que lo han demonizado y han abogado por excluirlo del espacio político mediante cordones sanitarios. En THE OBJECTIVE, por otro lado, nos hemos dedicado a informar sobre el partido, sin entrar en descalificaciones, pero sin reparar en si la información convenía o no a sus intereses políticos. Esa es la consigna -buscar información- que Álvaro Nieto me dio hace tres años, cuando me encargó cubrir el partido [motivo por el cual, aclaro a los idiotas que de cuando en cuando me reprochan esta cuestión, informo sobre sus problemas internos y no sobre los del PP].
Por eso, por aflorar cuestiones que ellos preferirían mantener ocultas, Vox nos ha metido en el saco de RTVE y El Plural, de Javier Ruiz y Chema Garrido, con una macroquerella por informar del caso Revuelta, que estalló por los mensajes en X de jóvenes del partido denunciando irregularidades en las cuentas de la asociación (una circunstancia que conviene recordar a los que ven una mano negra en el hecho de que el caso estallara a dos semanas de los comicios extremeños).
Me enteré de la querella por un ex alto cargo de Vox, que me reenvió el tuit de Marta Castro, abogada del partido, acompañado del siguiente mensaje: «Se han vuelto locos». «Pinchan en hueso», le repliqué. A lo largo de la semana, distintas personas dedicadas al mundo de la abogacía me escribieron para indicarme, como ya intuía, que es una querella instrumental con menos visos de prosperar que yo de votar al PSOE en las próximas elecciones. La querella tiene como objetivo arengar a la fanaticada, sofocar el caso Revuelta, y señalarnos tanto a Álvaro Nieto como a mí como periodistas poco creíbles, enemigos ante sus bases, ante la imposibilidad de controlarnos como les gustaría.
De manera paradójica, la querella excluye a El Mundo, que también ha publicado audios sobre el conflicto y les tilda de «partido ultra» en todas sus informaciones, e incluye a quince tuiteros. El partido que defiende (eso dice) la libertad de expresión en redes sociales, y que tiene un ejército de trolls adiestrados para atacar y difamar a rivales políticos, se ha querellado contra una quincena de usuarios que han «tergiversado» el caso Revuelta. Puño de hierro, mandíbula de cristal.
Las consecuencias del señalamiento no se han hecho esperar. En los últimos días, he recibido todo tipo de insultos y acusaciones de lo más divertidos. Entre estas, ser un amanuense a sueldo de Génova 13, Iván Espinosa de los Monteros y hasta del Yunque. Todos juntos y a la vez con el mismo objetivo: atacar a Vox. Algunos no conciben, no entra en los márgenes de su limitado entendimiento, que un medio libre como este tenga como objetivo fiscalizar a la clase política en su totalidad.
«Nuestro estilo es otro, más inusual y abnegado: informar. Caiga quien caiga y duela a quien duela»
A Vox no le molestan los medios que, a su juicio, están al servicio de partidos políticos, sino aquellos que no están a su servicio, de ahí su empeño en crear un ecosistema propio. No en vano, el medio en el que más se ha prodigado Abascal en el último año es Bipartidismo Stream, el canal del partido inspirado en el Megafon húngaro, donde no se entrevista al dirigente vasco, sino que se le somete a una suerte de masaje tailandés con final feliz, en un escenario que evoca por momentos a las saunas Adán del suegro de Pedro Sánchez. De ahí que durante la campaña extremeña Vox haya llevado desde Madrid en furgoneta a periodistas y activistas cercanos para dirigir los canutazos con temas pactados de antemano y evitar preguntas incómodas.
Nuestro estilo es otro, más inusual y abnegado: informar. Caiga quien caiga y duela a quien duela. En mi caso particular, mis críticas a Vox han sido siempre organizativas, nunca ideológicas. Nadie que haya seguido mi trayectoria y que mantenga cierta honestidad intelectual puede acusarme de animadversión al partido, que conozco por dentro -gracias, entre otras cosas, a mis amistades que en él anidan- con unos detalles que escapan al 99% de la profesión periodística.
Por eso Vox se ha equivocado al mordernos. Porque no buscamos su destrucción, porque sus querellas instrumentales no tienen ningún poder coercitivo sobre nosotros, y, sobre todo, porque un medio libre que señale sus aciertos y reconvenga sus errores es su mejor aliado. Su mejor aliado, en el caso de que quieran ser mejores y no caer en los vicios del «bipartidismo», o ya directamente en los de Podemos.