Un Narciso en la Moncloa
«Los narcisistas son personas que suelen rechazar toda crítica o evidencia contraria a sus deseos. Por eso ha laminado la estructura territorial del PSOE»

Alejandra Svriz
Ha pasado una semana de las elecciones autonómicas en Extremadura donde el PSOE sufrió uno de los mayores descalabros electorales de su historia democrática. Un hundimiento en las urnas sin paliativos en un territorio tradicionalmente socialista que provocó, tarde y a empujones, la dimisión del candidato del PSOE que las perdió.
Ha pasado una semana y Pedro Sánchez, el líder y secretario general de lo que antes fuera el Partido Socialista y ahora es el Partido Sanchista sigue callado sin ninguna reacción pública al hundimiento. El mismo Sánchez que se volcó en cuerpo y alma en la campaña extremeña con el candidato que comparte procesamiento judicial con su hermano. Ese candidato que hace meses intentó de manera torticera buscarse un aforamiento que le permitiera llevar su caso al Tribunal Superior de Justicia de Extremadura y que ahora derrotado y una vez dimitido de sus cargos en el partido se ha fundido a su acta de diputado autonómico. Es su tesoro. El tesoro de Miguel Ángel Gallardo. Con esa acta está aforado y puede llevar su caso a una instancia que cree que le puede ser más favorable. Él realmente nunca fue sanchista, pero al final se ha visto envuelto en uno de los escándalos que más daño está haciendo a Pedro Sánchez. Cierto que eso le permitió ser candidato pese a estar procesado y que ahora ha provocado que su muerte política haya sido con silenciador por temor a lo que pueda pasar en el juicio con el hermanísimo.
Muchos pueden pensar que para Pedro Sánchez lo primero es España, o su Gobierno, o su partido. Se equivocan. Lo primero para Pedro Sánchez es Pedro Sánchez. Su personalidad evidencia un egocentrismo superior al de Ptolomeo con el sol. Sánchez se cree un ser superior por encima de todos los mortales votantes, militantes o simplemente ciudadanos mortales.
Cuando el PSOE se hunde, él calla. En su mente narcisista se han hundido los demás, no él. No reconoce esa derrota como algo en lo que estuviera involucrado. Ni los dictadores más bananeros son capaces de callar con esa soberbia ante una derrota electoral. Vivimos en una democracia, pero él evita los pasos lógicos democráticos y hace como que no hubiera pasado. Es capaz de dar conferencias de prensa para nombrar dos nuevos cargos en su gobierno o de presidir un Consejo de Ministros sin que dé ninguna explicación, ni se le caiga la cara de vergüenza por su cobarde silencio sobre lo ocurrido en Extremadura. Y si le critican, se ríe de todos haciendo en TikTok un vídeo visita a «su Moncloa».
Sánchez ya no da ni explicaciones. Lo deja en manos de sus acólitos. Y entre ellos, la más fiel, su número dos en el Gobierno y en el partido, candidata socialista a la Junta de Andalucía, que además es la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda. Una ministra con el lamentable récord de incumplir con el mandato constitucional por tercer año consecutivo de presentar unos proyectos de presupuestos generales en el Congreso. Dice María Jesús Montero que, a ellos, al partido sanchista, no le ha ganado el Partido Popular. A ellos solo les ha ganado la abstención. Eso sí, ni una palabra de autocrítica de las causas por las que han perdido decenas de miles de votos, un tercio de su apoyo electoral. Han perdido en las ciudades, y también en las localidades medianas y pequeñas. Han sido derrotados en el 98% de las secciones censales de Extremadura. La explicación de María Jesús Montero es que los votantes socialistas han sido perezosos y por eso no han ido a votar. Un profundísimo análisis con su habitual nivel de autocrítica. Cero. Ellos solo hacen la autocrítica a los demás.
Se niega toda realidad en la Moncloa y pareciera que ya a nadie escandaliza. Todos hemos asumido que Sánchez rechaza todo lo que suponga alguna crítica a la labor política del propio Sánchez. No saben, ni pueden, ni quieren cuestionar al líder. Por fanatismo o por miedo, da igual la vergonzante sumisión de la militancia socialista que solo se manifiesta ya con la abstención. Pero esta vez el hundimiento extremeño ha provocado las primeras grietas entre los socialistas.
En la Moncloa vive un Narciso de tomo y lomo. Sánchez lleva años magnificando su no hacer. Vende como grandes adelantos y logros lo que sabe que nunca será por su incapacidad para conseguir una mayoría estable en el Congreso. Minucias, él lo vende como si fueran realidades y no proyectos desinflados desde el principio por su incapacidad ya de agrupar a sus chantajistas en un voto único.
Los narcisistas son personas que suelen rechazar toda crítica o evidencia contraria a sus deseos. Por eso ha laminado la estructura territorial del PSOE. Solo ha dejado aquellas voces críticas a las que no ha podido doblar el pulso en sus territorios. No le importa, poco a poco va copando la lista de candidatos socialistas autonómicos con ministros a los que lanzará en meses a la hoguera sin ningún remordimiento. Cree que el «coco» de Vox sigue funcionando y como en el 23 hará que los «perezosos» vuelvan a votarle. Le da igual dejar el partido como un erial para los próximos años.
«Por encima de todo, los narcisistas desarrollan una radical negación de la realidad, y aunque saben que exageran, lo hacen como defensa de sus proyectos»
Los narcisistas tienen siempre una necesidad extrema de que le admiren, de que les reconozcan la superioridad absoluta que ellos creen que emanan. Necesitan estar rodeados de adoradores, de discípulos convencidos hasta lo irracional y que sean capaces de inmolarse a la mayor gloria suya. Los narcisistas suelen desbordar una continua arrogancia que acompañan de autoengaño para conseguir sus fines. Son maestros en la manipulación, explotan cuando sus deseos no son atendidos y no tienen problema en romper cualquier relación interpersonal cuando ya no necesitan a la otra persona. Lo vemos en cómo nombra a amigos allá donde puede, incluso para controlar la gestora extremeña y minimizar la información real del desastre. Pero no le preocupa fulminar luego a esos mismos amigos en cuanto no le aporten nada a sus objetivos.
Por encima de todo, los narcisistas desarrollan una radical negación de la realidad, y aunque saben que exageran, lo hacen como defensa de sus proyectos. No viven en otra realidad, lo que ocurre es que piensan y actúan con otros códigos morales, inmorales o amorales. Sabemos ya que Sánchez es capaz de despreciar a todo un país sin dar explicaciones sobre sus reacciones al hundimiento de Extremadura. La corrupción y el machismo los aparta con una sola frase. Como si al hablar él quedara ya libre de responsabilidades. Incluso pone cara de dolido cuando se la pregunta en las mínimas y contadas ocasiones en las que la prensa puede hacerle alguna pregunta. Son capaces hasta de emular a Isabel Preysler de una manera ridícula, sonrojante e indigna con tal de no afrontar lo que no quieren afrontar. Los trastornos de la personalidad de los narcisistas son muy reconocibles. Ya se pueden ver hasta en TikTok.