The Objective
Román Cendoya

2025, el peor Sánchez

«En 2025 su política ha sido la destrucción de la política. Sacrifica todo por sí mismo. El PSOE ha entrado en un proceso de implosión»

Opinión
2025, el peor Sánchez

Alejandra Svriz

2025 ha sido un año en el que muchos han engordado pagando las apuestas de comidas o cenas tras haber puesto fecha al día en que Pedro Sánchez iba a convocar elecciones. Era imposible que no ocurriera. Y el año ha pasado. Todos perdimos: los apostantes, los ciudadanos, las instituciones, la política, los políticos, España y, sobre todo, el peor: Sánchez.

Un tercer año sin presupuestos era imposible y ha sido posible. Catastrófico, pero ha sido. Un año sin iniciativa y capacidad legislativa. Un año inútil, perdido para España. Donde todo lo que afecta al ciudadano ha empeorado. 2025 es el año del hartazgo y, por ello, de la desafección cívica.

El año 2025 ha sido el tiempo en el que la corrupción ha llegado a extremos desconocidos —y eso sí que era difícil—. Con Pedro Sánchez constatamos que la corrupción no tiene límites éticos, políticos ni morales. Con Pedro Sánchez lo corrupto va más allá de los Pujol, la Gürtel y los papeles del PP o los ERE —setecientos millones de euros—. Pedro Sánchez es la corrupción personificada. En él la corrupción no es la perversión de la norma. Es norma. Son su mujer, su hermano, su fiscal general del Estado, sus números dos del partido, sus colaboradores, todo su entorno y su partido. Y además, corrupción son Sumar, Podemos, IU, el PNV, ERC, Junts, EH Bildu… todos, absolutamente todos los partidos políticos y sus líderes que mantienen a Pedro Sánchez en la Moncloa. Prefieren la corrupción y la autocracia a la democracia. Y a unas elecciones.

En el año 2025 hemos descubierto que, con el Partido Socialista de Pedro Sánchez, pueden pagarse servicios de putas y sus apartamentos con empleo público. Que su mujer —acusada de cinco delitos— presuntamente aprovecha el cargo del marido para el tráfico de influencias, utilizando equipos públicos en beneficio personal, facilitando contratos y beneficios públicos a los amiguetes. Al hermano —pendiente de juicio oral— le regalan un puesto de trabajo —pagado con dinero de todos— mientras se esconde de hacienda en la Moncloa para evadir el pago de impuestos. Con Sánchez y sus ministros las contratas van a empresas que pagan su oportuna comisión a su entorno. Todo es corrupción. Todo es Sánchez.

Con Sánchez en la Moncloa, la política internacional de alianzas responde a los intereses de Rodríguez Zapatero. De forma que opta por la narcodictadura frente a la premio nobel de la Paz. Su ética es la complacencia activa ante la tortura física en el Helicoide a los presos políticos de Venezuela. Pedro Sánchez y su Gobierno, por las comisiones de los suyos, se han saltado los alineamientos estratégicos internacionales de España. Así, con ZP, han puesto el acento en China con empresas vetadas por los socios occidentales. Sánchez aísla a España. 2025 ha sido el año del reconocimiento internacional de Sánchez. Ha pasado de ser el toy boy de las cumbres al apestado arrinconado fuera de plano de la fotografía. Su presidencia le está costando a España estar al margen de los grupos de decisión. Ha dejado de ser convocado a las cumbres reducidas urgentes para abordar las grandes decisiones internacionales. El mundo ha tomado el rumbo contrario a Sánchez. Lo que pudo ser presunta vanguardia ahora son las chorradas de Pedro. No son políticas porque no tiene ninguna capacidad de gestión ni de legislación. La norma de todos los líderes occidentales es hacer exactamente lo contrario de lo que proponga Pedro Sánchez. El último ejemplo, la decisión sobre los motores de combustión. Europa va a seguir produciendo motores de explosión más allá de 2035. Todo lo contrario a lo propuesto por Sánchez.

En 2025 su política ha sido la destrucción de la política. Sacrifica todo por sí mismo. El PSOE ha entrado en un proceso de implosión. Ha destrozado el Congreso de los Diputados, el Tribunal Constitucional, el fiscal general del Estado —condenado—, la SEPI, el CIS, la televisión pública, el ejercicio del periodismo… la libertad y la ciudadanía. Su forma de actuar impide el desarrollo normal de la vida pública y política. Pedro Sánchez, desde la Moncloa, fomenta el crecimiento del radicalismo de extrema derecha como forma de desgaste a la única oposición de gobierno. Para todo ello cuenta con la aberrante colaboración del equipo de opinión sincronizada. Pseudoperiodistas convertidos en mercenarios manipuladores —máquinas de bulos y fango— dedicados al más perverso y lamentable ejercicio de desinformación y manipulación.

Todo aquello que no es como él quiere no existe. Lo ha intentado con el Senado. Con los medios no afines a los que ningunea, margina y persigue. Extremadura para él ha dejado de existir. Lo próximo que desaparecerá del mundo Sánchez será Aragón. Pero eso será en 2026 en el que no le va a quedar nada ni nadie.

«Para Sánchez 2026 va a ser mucho peor. Probablemente la convocatoria de elecciones generales ya no le servirá para cambiar su fatal futuro»

2025 podía haber sido peor, aunque parezca imposible. Como dice una de las leyes de Murphy «todo aquello que está mal puede empeorar». Y para Sánchez 2026 va a ser mucho peor. Probablemente la convocatoria de elecciones generales ya no le servirá para cambiar su fatal futuro.

Esta situación genera hartazgo en la sociedad que, cansada y sorprendida, por los inconcebibles límites de perversión que tolera el sistema constitucional del 78, siente una profunda desafección con el sistema político. Esa desesperación lleva al fenómeno, coyuntural, del crecimiento de los radicalismos populistas. De partidos y movimientos antisistema que contribuyen, como Sánchez, a fijar el muro que divide y rompe la sociedad. Eso es Pedro Sánchez 2025. El peor Sánchez imaginable. En 2026 habrá que ver quién puede más. Sánchez o la democracia.

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