The Objective
Santi González

Hace falta un cambio

«Su concepto de la separación de poderes es también el entierro definitivo de Montesquieu: seguirán gobernando sin presupuestos y con la conciencia tranquila»

Opinión
Hace falta un cambio

Ilustración de Alejandra Svriz.

El balance del año que ayer expuso el líder de la oposición no podía ser más acre: «2025 fue el peor año del peor Gobierno en democracia», dijo Feijóo, aunque seguramente lo ve así porque no se fija bien, habrá pensado Pedro Sánchez, un hombre que tiene una visión alternativa sobre todas las cosas de esta vida, una particular visión estroboscópica que afecta a la mayor parte de los sanchistas, uno de los cuales ha rozado la perfección al confesarse simultáneamente católico y no católico, hijo de un vicepresidente del Banco Exterior e hijo de un gestor cultural de dicho banco con sueldo de vicepresidente y decir, además, que era un hombre de izquierdas que escribía en El Alcázar.

Además es que la derecha y la ultraderecha no descansan en su permanente labor de zapa. Lo contaba Pedro, náufrago en la Tierra firme, el nuevo testamento que le escribió su evangelista Lozano en primera persona del singular, que es el tiempo que mejor le cuadra a su personalidad.

Probablemente habrán oído los lectores las endechas que le cantan cada vez que sale a la calle, pero eso es porque sufren la intoxicación auditiva que producen la derecha y la extrema derecha, al tratar de equiparar los abucheos al presidente del Gobierno con la acogida que las hinchadas del Barça y el Athletic dispensan al Rey en una final de la Copa que lleva su nombre y que se disputan encarnizadamente equipos nacionalistas con tanta inquina al patrocinador: «Encima añaden el falso sonsonete de ‘Sánchez no puede salir a la calle’. Han tratado de fabricar una imagen de aislamiento que dista de la realidad. Siempre que salgo a la calle recibo mucho cariño, y la gente me anima, me da fuerza y siento su empatía por la conciencia de la dificultad de estos tiempos políticos. Otra cosa es que, de forma interesada, se amplifiquen los abucheos y se silencien los aplausos».

Sánchez acusa al jefe de la oposición de hacer «lo que en psicología se llama ‘acción en espejo’», que consiste en «reprochar al adversario lo que uno hace y el otro no». También se conoce como ‘proyección’ y Goebbels lo llamó ‘transposición’ en el tercer principio de la propaganda nazi, y añadía un colofón que Pedro Sánchez ha usado con mucha liberalidad: «Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan». La aplicación exacta de este principio alcanzó su cota más alta al acusar a Alberto Núñez Feijóo de mentiroso: «La mendacidad es un rasgo de la personalidad política de Feijóo», a quien reprocha no estar acostumbrado a que se contrasten sus afirmaciones con los hechos. 

Tenía razón Feijóo al decir que éste ha sido el peor año del peor Gobierno, dictamen inapelable que podía haber redondeado diciendo que tampoco hemos tenido la mejor de las oposiciones posibles frente al desbarajuste sanchista. Pero la verdad es que hizo algunas afirmaciones muy sensatas en las que nunca ha incurrido la tropa del Gobierno, sus cómplices y allegados. Por ejemplo, al afirmar que «nuestro único cordón sanitario es Bildu, no Vox ni los votantes de Vox», al tiempo que proclamaba su voluntad de gobernar en solitario, aunque quitándole hierro al veto que la candidata extremeña de su partido ha puesto a los de Abascal mientras ha podido. El empeño de gobernar en solitario es una aspiración cabal para cualquier partido, naturalmente también para el PP. Después, al contar los votos, los electores habrán decidido y entonces, en la investidura, se verá si es necesario pactar una coalición con el voto de Vox o se acuerdan las líneas de Gobierno de la legislatura con su abstención. En razonamiento análogo, Vox no debería negarse a entrar en Gobiernos autonómicos antes de las generales, salvo que sumen una representación mayor que el PP y entonces serían ellos los responsables de conseguir el acuerdo del que, hoy por hoy, va a seguir siendo el mayor partido de la oposición, y no parece que eso vaya a cambiar.

Pero Vox, con sus problemas, es un espejo democrático frente a Bildu, a Podemos y a los golpistas catalanes, o sea, los socios y secuaces del PSOE en el desgobierno de España. Tal vez también frente al PSOE, pienso al enterarme de la última memez de la nueva portavoz del Gobierno, Elma Saiz, esa criatura de Santos Cerdán que estaba destinada a ocupar la alcaldía de Pamplona y fracasó en el intento, aunque sí consiguió el primer cargo municipal para el batasuno Joseba Asirón con su voto y el de sus compañeros. Ella dio la vuelta al eslogan sarcástico ‘que te vote Txapote’. Son ellos quienes lo votan a él. Su concepto de la separación de poderes, incluso de su existencia, es también el entierro definitivo de Montesquieu: seguirán gobernando sin presupuestos y con la conciencia tranquila. «Haremos cantidad de cosas que no necesitan convalidación». ¿Quién necesita un Parlamento? Como dirían los lugareños de Amanece que no es poco: «Todos somos contingentes. Solo el poder Ejecutivo es necesario».

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