
Venezuela nos interpela
Las próximas horas serán claves e inclinarán la balanza hacia el cambio pacífico o el conflicto violento. Así pues, es estruendosamente bochornoso el silencio del gobierno español de ayer.

Las próximas horas serán claves e inclinarán la balanza hacia el cambio pacífico o el conflicto violento. Así pues, es estruendosamente bochornoso el silencio del gobierno español de ayer.

Ayer el pueblo venezolano se echó de nuevo a la calle, valiente como siempre, para evidenciar por enésima vez el rechazo social al régimen de Nicolás Maduro, sucesor del narcoestado instaurado bajo la dirección del régimen castrista de La Habana, en esa “invasión consentida” que ha sumido a Venezuela en la miseria con un Gobierno ilegítimo que se mantiene imponiendo el terror.

Esta semana se ha conocido el cierre de dos librerías de reconocido prestigio: por un lado, la aragonesa «Los portadores de sueños», que no pudo aguantar el tirón de las nuevas tecnologías; por otro, la librería «Nicolás Moya», la más antigua de Madrid, que tampoco pudo resistir más y colgó el horrendo «Liquidación por cese de actividad».

En dos semanas hemos conocido la relación estadística que existe entre la renta familiar, los códigos postales y el absentismo escolar. La conclusión: que ser pobre no es ningún chollo.

Es de gran interés ver a Pedro Sánchez explicarse ante los suyos –ante sus extremeños, ante su Parlamento y ante su propio partido– cuando le exigen que aplique ya y en serio el 155 en Cataluña. Será por la distancia que nos separa, seguramente sentimental, pero las extremeñas razones han llegado un poco debilitadas y no me sorprende por lo tanto ver a Sánchez un poco desorientado. Mientras sólo exigía la derecha todo era un ladran luego cabalgamos, pero los suyos merecen explicaciones y Sánchez se las ha dado. Les ha explicado que eso sería inconstitucional. Que la ley es la misma pero la situación no. Y lo ha hecho con buena parte de razón. Antes se podía justificar el 155 porque se trataba de restablecer la legalidad mientras ahora no se puede porque el gobierno catalán está incómoda pero plenamente instalado en la Ley y en la Autonomía.

La palabra se despega del niño de dos años que se cayó en el pozo. El niño sigue allí –seguirá allí aunque saquen el cuerpo– pero la palabra se mueve en otro mundo, un mundo casi autónomo: de asociaciones, ecos, pensamientos, mitos. Un mundo frío para el niño, que no lo protege; pero nos puede servir para conjurar el miedo, para acompañar la pena, a los que estamos arriba, hasta que dejemos de estarlo.

Qué tendrá España que es paraíso propicio para las microrevueltas. Tal vez sea el carácter impetuoso del español sentado. Del español sentado en el bar, en un parlamento o en un taxi, entienda el lector.

Una de mis películas favoritas de los últimos años es Declaración de guerra (2011), de Valérie Donzelli, coescrita con Jérémie Elkaïm, y basada en su historia: a su primer hijo le detectaron un tumor en el cerebro cuando aún era un bebé.

Beatriz Ledesma ha editado un libro que compila un puñado de artículos de Clara Campoamor, junto con alguna entrevista publicada en la prensa. Pertenecen los textos a su exilio argentino, entre el final de la guerra y mediados de los años 50, cuando pasó a vivir en Suiza la extrañeza de España.