THE OBJECTIVE
José García Domínguez

Subir el SMI no provoca paro

«Podemos afirmar que las últimas subidas del salario mínimo interprofesional no enviaron a nadie a las colas del paro»

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Subir el SMI no provoca paro

Fernando Villar | EFE

La Economía, pese a tratarse de una disciplina repleta de predicadores, iluminados y sumos sacerdotes de la verdad revelada, no es exactamente una religión; no del todo, al menos. Y ello porque las religiones tradicionales remiten en última instancia a un asunto de fe. De ahí que el Cristianismo, por ejemplo, no precise demostrar la existencia de Dios para afirmarse como doctrina revelada. Los economistas, en cambio, sí vienen forzados a certificar con pruebas sus afirmaciones.

Así, cuando alguno o algunos de ellos sentencia al dogmático modo, pongamos por caso el Servicio de Estudios del Banco de España hace unos pocos años, que subir el SMI crea paro, a diferencia de lo que le ocurriría a un teólogo bizantino enfrascado en sutiles disquisiciones ontológicas sobre el sexo de los ángeles, tiene que acreditar con evidencias empíricas que tal cosa efectivamente ocurre en la realidad. Algo que, por cierto, nadie hasta ahora, ni dentro ni fuera de España, ha sido capaz todavía de demostrar con datos precisos, concluyentes e irrefutables. Y «nadie» quiere decir «nadie». Una cosa es que en las bonitas y elegantes teorías expuestas en los manuales académicos de la ortodoxia quede muy claro que la propia existencia de un salario mínimo legal provocará desempleo involuntario. Y otra cosa bien distinta es que tal desdicha colectiva efectivamente ocurra en el universo de lo material y tangible.

Mucho más prudente y comedido que en otras ocasiones, el mismo Banco de España acaba de airear un estudio propio en el que viene a dar su muy orgulloso brazo a torcer, afirmando que, al menos a día de hoy, no dispone de evidencias empíricas capaces de acreditar una hipotética relación causal entre los incrementos del salario mínimo y un eventual crecimiento del paro. Bien, según una institución tan respetada y poco sospechosa de herejías como el instituto emisor, podemos afirmar que las últimas subidas del salario mínimo interprofesional no enviaron a nadie a las colas del paro. Eso sí, el Banco de España, el mismo Banco de España que allá por 2008 fue incapaz de ni siquiera ver venir la mayor crisis sistemica de la historia económica de nuestro país, un derrumbe general solo equiparable a los peores estragos de la guerra civil de 1936-1939, cree ahora estar en condiciones de asegurar que 180.000 empleos inexistentes nunca dejaron de ser eso, inexistentes, porque los empresarios decidieron renunciar a crearlos tras los sucesivos incrementos del SMI. Exactamente, 180.000. Ni uno más, ni uno menos. No es del todo una religión, se decía ahí arriba, pero se parece. Y mucho. ¿Cómo entender si no que el Banco de España se muestre tan capaz de cuantificar con semejante precisión aritmética la plantilla de 180.000 criaturas espectrales que nadie ha visto jamás por la muy sencilla razón de que no han existido nunca?

Keynes, que además de ser el padre de la Macroeconomía era estadístico de formación, nunca se tomó muy en serio las técnicas econométricas que sirven de base teórica a conjeturas especulativas como las que han dado lugar a ese imaginativo inventario de los 180.000 fantasmas. No obstante, sí parece razonable suponer que, en efecto, algunos empleos habrán dejado de crearse en España por efecto de esas subidas del salario mínimo. Algo que también habrá ocurrido, y con mucha más intensidad todavía, en los países, como Francia y casi todos nuestro vecinos al norte de los Pirineos, que cuentan con salarios mínimos muy superiores al español. ¿Cuántos empleos nuevos se dejaron de crear en Francia por culpa de su salario mínimo de 1.554,6 euros al mes? ¿Y cuántos en Alemania a causa del suyo particular de 1.584 euros también mensuales? Aunque no semeja que alemanes y franceses se muestren demasiado consternados por tales pérdidas. Acaso porque estamos hablando del tipo de empleos que se suelen crear en Marruecos, donde el paro registrado no llega al 10%; en Ecuador, con un nivel e desempleo por debajo del 5%, o en Guatemala, ahora mismo con un índice oficial en el 1,9%. ¿España necesita crear más empleos de ínfima cualificación para que multitud de empresarios mediocres sigan produciendo bienes y servicios de mínimo valor añadido con el efecto de continuar incentivando tanto el abandono escolar de los malos estudiantes como la inmigración de mano de obra carente de formación, inmigrantes y nativos cuyos bajos salarios y volumen creciente harán inviable el sostenimiento futuro del Estado del Bienestar? ¿Es eso lo que queremos, vicepresidenta Calviño?

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