Tecnología puesta

Aunque ahora nos parezca que la tecnologia «wearable» es una novedad, en realidad es muy vieja. Las gafas son tecnología y las llevamos encima desde por lo menos el siglo XIII.

Aunque ahora nos parezca que la tecnologia «wearable» es una novedad, en realidad es muy vieja. Las gafas son tecnología y las llevamos encima desde por lo menos el siglo XIII. Lo mismo puede decirse del reloj de bolsillo, que existe desde el siglo XVI, o el de muñeca, que se popularizó hace solo cien años. Por no hablar de uno de los inventos tecnológicos llevables más absurdos de la historia: el reloj calculadora, que triunfó cuando yo era un niño -y sí, conseguí que mis padres me compraran uno, aunque dudo que alguna vez hiciera algo con él aparte de mirar la hora y presumir. También en el ámbito de la salud, la tecnología «wearable» se ha popularizado últimamente: mucha gente lleva encima marcapasos, tornillos y toda clase de prótesis, pero de nuevo también es una cosa antigua: ya en el siglo XVIII se utilizaban artilugios para enderezar los dientes, los precedentes de nuestras ortodoncias, otra tecnología que mucha gente lleva siempre puesta.

La idea de que el cuerpo humano vaya incorporando aparatos tecnológicos que mejoren su salud, refuercen sus capacidades cognitivas o le permitan tener acceso inmediato a conocimiento, pues, no es nueva. Pero sin duda en las últimas décadas se ha acelerado. Hoy hay incluso quien cree que dentro de no mucho se generalizará el implante en el cuerpo de microchips, que servirán para tener controladas nuestras constantes vitales, para ubicarnos si nos perdemos y para identificarnos sin dificultad ante las autoridades. Por el momento, la tendencia son solo las pulseras conectadas al móvil y los llamados tejidos inteligentes. Parece que falta aún un buen trecho para que nos convirtamos en los ciborgs que hace tiempo se sueña que algún día acabaremos siendo todos los humanos (con o sin Sonotone).