¿Turning Point?
«En el mejor de los casos, este domingo de noviembre habrá sido un “turning point”; la otra opción es que el GPS de los votos nos haya llevado al borde del barranco»
Aún ardiendo los resultados del 10N, tras la humareda de esta desvaída “fiesta de la democracia”, se intuyen tiempos tortuosos para el país. Eso o que emerjan, de una planicie de medianías y partidos agarrados por el estómago, damas y caballeros capaces de apostar su propia esquela política por un servicio irreprochable, por una lección de estilo.
España es un país donde se ha normalizado que el Jefe del Estado tenga que asistir bunquerizado a unos premios de una fundación amparada con el nombre de la heredera; España carece de una ley de cambio climático y de un plan para afrontar la robotización exponencial; España, que ronda el 100% de PIB de deuda pública, es un buen lugar para este eslogan colocado en un carrito de bebé: “Acabo de nacer y ya debo cientos de miles de euros”.
Si es por una cuestión cromática, estos segundos resultados (este contraanálisis zumbón) arrojan gran colorido, como de vendedores de telares, pero en, un lugar para la palabra, el debate y el acuerdo: el Congreso. Menudean las opciones de ruptura y crecen las pequeñas tiendecillas personales, con encargados que han alcanzando el asiento en un mercado de votos donde o peta lo regional o peta lo emotivo.
Con información en tiempo real constante, con bucles cerrados de nuevos medios que taponan la reflexión y el debate, con respuestas automáticas y simplistas ante los retos inminentes, la posibilidad de construir algo duradero y fiable, algo que dé pan y consistencia a la convivencia y al sentimiento de pertenencia, se disipa.
Ante la debacle de la opción tercerista de Ciudadanos -su obstinado líder, Albert Rivera, ha enfilado la puerta de salida-; la centralidad, la aritmética parlamentaria y la defensa de la moderación les ha vuelto a caer encima, como pedrizo, al PSOE y al PP, dos partidos que lastran rutinas, crisis y vicios.
Descartada la posibilidad de modificar y adaptar a tiempos de tormenta digital la Ley Orgánica del Regimen Electoral General, descartada la posibilidad de introducir cambios en la valoración de los votos y su traducción a escaños (la provincia como circunscripción cuando se dirime un gobierno del Estado y otras cuestiones mayores a tener en cuenta) las opciones de un ejecutivo estable (y productivo) son tan insospechadas como la valía y capacidad constructiva de los líderes.
El presidente en funciones, Pedro Sánchez, asumió, unas horas antes del cierre de esta banal campaña, su compromiso para abrir una ronda con todos los partidos, a excepción de Vox. Pronto empezaremos a saber si todo esto solo va a costar (ingentes cantidades de) dinero.
En el mejor de los casos, este domingo de noviembre habrá sido un “turning point”; la otra opción es que el GPS de los votos nos haya llevado al borde del barranco.