USA: Conviviendo con las pistolas
En su viaje para epatar a la floreciente Norteamérica, Oscar Wilde pudo comprobar que él, jactancioso en el servicio de aduanas al especificar “no tengo nada que declarar salvo mi talento”, se iba a enfrentar a un mundo feroz, agreste y despiadadamente competitivo.
En su viaje para epatar a la floreciente Norteamérica, Oscar Wilde pudo comprobar que él, jactancioso en el servicio de aduanas al especificar “no tengo nada que declarar salvo mi talento”, se iba a enfrentar a un mundo feroz, agreste y despiadadamente competitivo. Y comprobó cómo sus fulgores de ingenio se topaban con realidades que se hacían más grandes que las leyendas. Leyendas que circulaban por la Inglaterra de salones oscuros y lujos victorianos. En el Oeste americano –decían miembros de la alta sociedad británica– hay carteles en los saloons que solicitan, como si fuera calderilla de la clientela, “no disparar al pianista”. La leyenda era en todo punto cierta. Tanto que decenas de esforzados animadores musicales dejaron sus sesos sobre las tapas del piano. Hoy, en el renombrado Sur, pero también en otros estados de indeclinable “cultura armamentística”, la vida es una tensión que bascula entre armas y medidas de seguridad y respuesta.
La cadena de hamburgueserías Freddy’s ha colocado en los escaparates carteles de bienvenida en los que se reclama: “Para asegurar que todos nuestros clientes se sientan seguros, les rogamos que se retraigan de exhibir las armas de fuego”. El “open-carry”, la pistola enganchada y expuesta en el cinturón, mostrándola a la vista, como cualquier otro elemento más de la vida civil, es característico de innumerables territorios norteamericanos.
La revista Time ha dedicado este mes un número especial a las armas en la nación. Entre las numerosas voces que quedan reflejadas, algunos consideran que sin la segunda enmienda no se podría blindar la primera y otros, hastiados de tantas masacres, gritan que no hay ningún día del año en el que no haya muertos por arma de fuego. Entre estos cientos de miles figura Deborah Wallace, una profesora que enseña en un barrio de Baltimore donde en los últimos 15 meses han muerto 7 alumnos por arma de fuego. Sin embargo, Cindy Chester suplica ahora por haber tenido hace diez años un arma de fuego. Entonces, cuando su exnovio le disparó, perdió su embarazo y su pierna derecha. “Podría haber cambiado mi historia entera de haber tenido una pistola”.
Números y presencia pública
Según un estudio de la Russell Sage Foundation, el número de armas entre civiles estadounidenses creció de 170 millones en 1990 hasta los 265 millones en 2015. El total de muertos por arma de fuego en Estados Unidos es más alto que en cualquier otro país desarrollado. En Alemania, según investigaciones de la Universidad de Washington, a lo largo de 2016, hubo un un muerto por millón de habitantes en 2016; en Francia, 3; en Estados Unidos, 40.
En una encuesta sobre las preocupaciones de los votantes norteamericanos, la cadena televisiva ABC desveló que la principal preocupación de los electores de la nación era el cuidado de la salud (un 43% del total de electores lo señalaban como su principal inquietud, al estar sufriendo el incremento en el coste de los seguros privados y nuevas condiciones leoninas que las grandes aseguradoras, con el beneplácito de la administración, imponen). Pese a las masacres y tiroteos que tiñen de sangre calles, debates familiares y medios de comunicación, sólo un 9% señalaba estar preocupado por la regulación sobre las armas. Este derecho, blindado por la Carta de Derechos en su manoseada segunda enmienda, está mitigado por algunas legislaciones estatales (el Estado de Nueva York, por ejemplo) que tratan de alejar tiroteos como el que la pasada semana sacudió California, con un total de trece muertos. La semana pasada aconteció en una localidad californiana, puesta desde entonces en el mapa de la sangre; la anterior, fue en Pittsburgh, donde once judíos perecieron tiroteados en una sinagoga; entre tanto, en Florida, dos mujeres fueron disparadas mortalmente en un estudio de yoga…
En Texas, las voces que plantean un debate, no ya sobre la supresión del derecho de uso de armas entre la población, sino incluso sobre la exhibición de éstas en público son reducidas. En Missouri, la ley ampara llevar un arma a cualquier adulto sin permiso ni práctica reconocida, siempre que no haya sido condenado previamente por acciones criminales. En Oklahoma, el candidato demócrata a gobernador en las recientes elecciones de medio mandato, Drew Edmonson, sufrió una fuerte campaña negativa por parte de la Asociación Nacional del Rifle. La propaganda televisiva puede programarse por parte de cualquier organización contra cualquier candidato por los más peregrinos motivos. El Rifle acusaba a Edmonson de querer limitar los derechos de defensa personal de la población, establecer controles administrativos más rigurosos para la concesión de licencias de armas y retrasar la edad para poder llevarlas hasta los 21 años. Edmonson perdió las elecciones. La anterior gobernadora del Estado, Mary Fallin, había aprobado, un poco antes del pasado verano, la autorización para llevar armas en los lugares de culto, iglesias y distintos centros religiosos, que menudean por la enorme extensión de pueblos y ciudades con confesiones variadas. Fallin consideró entonces que “la gente tiene derecho a esperar una seguridad absoluta”, en sus comercios, hogares o lugares de culto “y la ley ampara usar la fuerza letal contra todo aquel que entre forzada o ilegalmente en ellos”. Apenas algunas voces de la policía señalaron que esa nueva medida dificultaría la correcta realización de su trabajo.
Generalizar sobre la inabarcable dimensión del continente americano resulta erróneo. Pero una parte sustancial y consistente de su sociedad de rígida idiosincrasia considera que defenderse con armas de fuego es parte de la libertad que conlleva vivir en América. Encendidas ya las luces de Navidad, con grandes superficies globales como Walmart y Target dedicando departamentos enteros a vender enormes inflables de Papá Noel, miss Santa y otros personajes de cartoon, en algunos catálogos, junto con los regalos de Navidad, aparecen los reclamos de tiendas de armas. Algunas para señalar su confianza resaltan que están dirigidas por un matrimonio de mucha experiencia. “Este perro muerde: Charter Arm Bulldog XL.45 Colt”, se lee en la publicidad de Gunworld, un hiper de armas abierto todos los días de la semana, el mismo número de días que H&H Shooting Sports pone a disposición de su clientela los 42 carriles cubiertos para ensayar a disparar.