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Argemino Barro

Zersetzung: el potencial más pérfido de internet

«Relacionar Facebook con el Zersetzung puede parecer retorcido y exagerado, pero las dictaduras actuales no dudan en usar el ciberespacio para estrechar el control sobre las personas»

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Zersetzung: el potencial más pérfido de internet

Joan Gamell | Unsplash

El mundo de la privacidad en internet es como un continente inexplorado. Ahora mismo, salvo algunos expertos e iniciados de Silicon Valley, la mayoría de nosotros solo podemos atisbar los árboles de la costa. Estamos subidos a un mástil con un anticuado telescopio, entornando los ojos desde la lejanía. Sí, sabemos que las redes sociales pastorean nuestra mirada, ordeñan nuestros clics y venden nuestra información íntima. Pero sospechamos que esta terra incognita es en realidad mucho más imbricada y misteriosa de lo que creíamos.

Uno se detiene delante de una tienda, por ejemplo. Una pausa rápida, de 20 segundos, dando una vuelta por Nueva York. Se trata de una tienda de la que nunca hemos oído hablar pero que nos ha llamado la atención. Horas después, la publicidad de esa tienda aparece en nuestro teléfono móvil.

Sé de un padre que, a veces, bromea con su hijo imitando la voz doblada de Anthony Hopkins en El silencio de los corderos. Están los dos por casa y se dicen: «¿Qué tal, Clarice? ¿Han dejado de chillar esos corderos?». Luego, en el teléfono móvil, le aparece la publicidad de un curso de doblaje con la imagen de una película: El silencio de los corderos.

Sucede lo mismo con otras conversaciones. Hablas en persona con una amiga, sobre libros. Le recomiendas dos. Esa misma semana, el club de lectura digital al que pertenece tu amiga le hace tres recomendaciones: dos de ellas, los mismos libros que tú le habías sugerido durante ese encuentro supuestamente privado. Y eso por no hablar de los algoritmos que nos empujan por el túnel de nuestros prejuicios.

El potencial para satisfacer nuestros gustos y anhelos es extraordinario, como también es extraordinario el potencial para la represión y la vigilancia. Al fin y al cabo, la base sobre la que operan los estados policiales es la acumulación de información personal. Una explotación minera de detalles íntimos que luego sirven para sostener el régimen de las maneras más pérfidas y complejas.

Antes de que Facebook estuviera al día de tus relaciones personales, la policía política de Alemania oriental, la Stasi, tejió la que probablemente haya sido la red de información más impresionante de la historia. Una gran base de datos analógica sobre la que se sostuvo cuarenta años una dictadura comunista.

Parte de su poderío residía en el número. En la Alemania nazi, donde había casi 70 millones de habitantes, llegó a haber 32.000 agentes de la Gestapo. Con apenas una cuarta parte de esa población, la Alemania comunista llegó a sumar 90.000 agentes de la Stasi: uno por cada 188 habitantes. 12 veces más policía política, proporcionalmente, que en la Alemania de Hitler.

Además eran agentes muy denodados: los policías de la Stasi cultivaban entre 170.000 y 500.000 informantes. Todas y cada una de las instituciones del país, los órganos de gobierno, las empresas estatales, los colegios, las universidades, los bloques de edificios, tenían una célula de la Stasi. También los grupos de amigos, las familias e incluso las propias parejas, como se descubrió tras la caída del comunismo.

No había capa de la sociedad que no estuviera permeada por la policía secreta, que se empeñó en su labor, y perdonen el estereotipo, con una escalofriante eficacia alemana. Los archivos de la Stasi llegaron a almacenar hasta el olor de los vigilados, conservado en prendas metidas en frascos cerrados al vacío, y usaba máquinas capaces de abrir 90.000 cartas diarias. La Stasi tenía su propio ejército, sus propias cárceles, sus propios jueces y hasta su propia universidad, donde los futuros empleados memorizaban guías detalladísimas sobre cómo hacer que alguien traicionase a su país o a su propia familia con un poco de presión bien aplicada.

Paradójicamente, la Stasi desarrolló todos estos métodos para mejorar la imagen internacional del régimen comunista. La situación era la siguiente: la RDA fue gobernada por un estalinista, Walter Ulbricht, hasta 1971. Fue Ulbricht quien supervisó la represión de las protestas en 1953, quien levantó el Muro de Berlín y quien se adhirió a la vieja ortodoxia de los planes quinquenales y la utilización masiva de las detenciones y del Gulag, sobre todo en sus primeros años de gobierno.

En 1971, sin embargo, comenzó a soplar una nueva brisa. La Guerra Fría se había normalizado y el Partido de la Unidad Socialista de Alemania comprendió que no podía seguir viviendo en el aislamiento, como un estado paria, despreciado por todos menos por la Unión Soviética. Así que hubo un cambio de guardia y los nuevos dirigentes apostaron por un entendimiento con la otra Alemania, lo cual allanaría el camino para el reconocimiento diplomático de las potencias capitalistas.

A los comunistas, sin embargo, se les requería probar su buena voluntad. Si querían gozar de la simpatía de los occidentales, tenían que bajar los octanos de la represión, mostrarse más amistosos y reducir el número de prisioneros políticos en sus cárceles. A los comunistas les pareció bien e iniciaron un pequeño deshielo.

Pero, ¿cómo se puede sostener un estado policial sin represión? El comunismo es una ortodoxia: solo funciona si todos los ciudadanos se ciñen a una serie muy rígida y muy escueta de preceptos. Estos no pueden formar partidos políticos, no pueden celebrar grandes reuniones, no pueden escribir o dar discursos sin permiso oficial, no pueden crear una empresa, no pueden viajar. Y la única manera de hacer respetar estas infinitas restricciones es con una policía ubicua y todopoderosa.

Así que la Stasi dio con un nuevo método represivo. Un método más sutil, más silencioso, que no dejase marcas ni llenase las cárceles de prisioneros políticos. Un método que permitiese ejercer la misma presión sobre la sociedad civil, pero sin que se percibiera desde el exterior. A veces sin que lo percibieran los mismísimos habitantes de Alemania oriental. Hablamos del Zersetzung.

El Zersetzung fue una guerra psicológica secreta contra todos aquellos alemanes orientales que mostrasen algún signo de inquietud, crítica o independencia intelectual. Los agentes de la Stasi, en lugar de recurrir a los métodos clásicos como el interrogatorio o la detención, comenzaban a sabotear en secreto la vida de estas personas. Plantaban sospechas en la mente de sus parejas, por ejemplo, o difundían rumores, o los hacían fallar en el trabajo, o los separaban lentamente de sus hijos. Todo de manera sutil y controlada, sin que los propios sujetos se diesen cuenta.

Una operación de Zersetzung podía durar años. Algunas de sus víctimas acabaron solas, arruinadas o presa de la locura. Eran potenciales disidentes desactivados de manera preventiva. El Zersetzung se suele traducir como “descomposición”, pero, según Hubertus Knabe, historiador alemán y director del Berlin-Hohenschönhausen Memorial, un museo de la represión fundando en una antigua prisión de la Stasi, una palabra más adecuada es “biodegradación”, por el lento desgaste psicológico que experimentaban sus víctimas.

Hace más de tres décadas que el régimen comunista alemán y la policía que los defendía se disolvieron. Los exalemanes del este pueden hoy acceder a los archivos de la Stasi que no fueron destruidos, y siguen descubriendo que, en ocasiones, fueron espiados por sus compañeros de trabajo o sus mejores amigos. Muchas de las víctimas del Zersetzung han recibido pensiones por los daños padecidos.

Relacionar Facebook con el Zersetzung puede parecer retorcido y exagerado, pero las dictaduras actuales no dudan en usar el ciberespacio para estrechar el control sobre las personas. China continúa perfeccionando el sistema de crédito social, según el cual ver porno o saltarse un semáforo, por ejemplo, te puede quitar puntos, y, con los puntos, pequeñas libertades, hasta poder acabar en una mazmorra. Rusia ha usado técnicas de Zersetzung dentro y fuera de sus fronteras: campañas de bulos, pirateos selectivos y todo tipo de tácticas de la guerra psicológica.

El punto común de todas estas vertientes, desde las inofensivas estrategias comerciales de una página de internet a la terrible policía de Alemania oriental, es la obtención masiva de información personal. La clave de esta terra incognita que solo acabamos de divisar.

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