Coordenadas conservadoras para Catalunya
Algunas voces reclaman respetar la complejidad de lo que es España, protegiendo ciertas competencias de Catalunya –a lo que ya han contestado otras voces diciendo que esto sería atentar contra los derechos de los españoles no catalanistas de este territorio.
A mediados del siglo XX, Leo Strauss encontró en los clásicos una lección valiosa que debía conservarse. Mientras otros veían en la obra de Platón la construcción de un estado ideal e incluso –como Karl Popper, un estado totalitario y peligroso– el profesor Strauss localizó un legado distinto y mucho más complejo escondido en las conversaciones de Sócrates. Platón no habría propuesto un estado ideal para su realización, sino más bien –y como ya había comprendido el siempre hábil Cicerón– para mostrar la naturaleza y las limitaciones de las cosas políticas. El sabio de Atenas quiso mostrar, con el tacto y disimulo necesarios, que la realización del régimen perfecto era altamente improbable o directamente imposible debido a las características de lo político, escribiendo así “el más amplio y profundo análisis sobre el idealismo político que se haya hecho jamás”. Tanto Platón como Aristóteles siempre tuvieron presente la tensión entre el ideal y la realidad –que no puede, jamás, dejarse de lado. Y fruto de esta tensión, también plantearon el mejor régimen que podía esperarse dada la naturaleza de las cosas políticas, un régimen mixto que el republicanismo hizo llegar a nuestros días en forma de democracia liberal y en el que el respeto a la ley y el consenso son elementos esenciales para equilibrar nuestras limitaciones en lo concerniente a nuestra sabiduría política.
La pretensión de encontrar “la” solución al problema catalán podría ser un planteamiento equivocado.
Lecciones como las anteriores hicieron de Strauss aquella clase de conservador que lo es por su escepticismo hacia las posibilidades de lo político. Lo que otros llamarían un moderado. Así, este judío alemán emigrado a Estados Unidos fue un fino ironista socrático que, a diferencia de los cínicos de ahora y de siempre, tuvo muy presentes el alance y los peligros políticos de esa misma ironía. A nosotros, la lección straussiana nos ha dejado el legado de considerar siempre la fragilidad de las cosas humanas y de cuidar dicha debilidad con el respeto a la ley que nos hemos dado y al consenso que sostiene las comunidades. Pidiendo mucha indulgencia a los aristotélicos, podríamos decir que no podemos forzar la forma del régimen sobre su materia, esto es, no podemos dejar de tener presente la relación entre la ley y el carácter de los ciudadanos sobre los que esta se dispone. Strauss también sabía que los problemas políticos serios admiten paliativos, pero difícilmente curas. Y no debemos confundir los primeros con las segundas.
Si nos dejamos guiar por reflexiones como las anteriores, tal vez encontremos ciertas pautas para hablar de lo nuestro. La primera, que la pretensión de encontrar “la” solución al problema catalán podría ser un planteamiento equivocado. No hay medida que vaya a acabar con todos nuestros problemas. Y es que si la independencia y la unilateralidad suponen romper tanto la ley como el consenso en una comunidad cuya mitad se siente estrechamente vinculada a España, no respetar y proteger la existencia de la tradición y cultura catalanas supone tener que gobernar en contra de una minoría nada menospreciable dentro del Estado y que se encuentra en una región que colabora notablemente en la prosperidad del mismo. Algunas voces reclaman respetar la complejidad de lo que es España, protegiendo ciertas competencias de Catalunya –a lo que ya han contestado otras voces diciendo que esto sería atentar contra los derechos de los españoles no catalanistas de este territorio. Aunque se podría evitar que este temor se hiciera realidad, es pertinente recordar que, en política, toda opción tiene sus males y, quizás, solo debamos buscar el mal menor.
Las lecciones conservadoras también nos recuerdan que la ley es ese límite saludable que evita que nuestras ilusiones momentáneas se conviertan en terrores más o menos permanentes
Las lecciones conservadoras también nos recuerdan que la ley es ese límite saludable que evita que nuestras ilusiones momentáneas se conviertan en terrores más o menos permanentes. Pero esas mismas lecciones también nos hablan de la importancia que debe darse a la prudencia que es capaz de adaptar la ley a la situación de la comunidades. Siendo indudable que existen –al margen de lo que digan los textos legales– personas vinculadas a una tradición lingüística, cultural y política en Catalunya que comparten espacio con quienes no se sienten partícipes de dicha tradición, el mejor paliativo tal vez sigue siendo el que permita la plenitud del elemento catalán en conjunción con el respeto por el elemento castellano. Este es el único proyecto que parece tener en cuenta las tres coordenadas de una conducta moderada: ley, prudencia y consenso.
Así, la propuesta de una disposición adicional a la Carta Magna que permita a Catalunya la adquisición de competencias blindadas en materia económica, cultural, educativa y lingüística es, quizás, la opción más interesante para proteger el equilibrio y respeto antes mencionados, una medida que debería ser capaz de establecer unos límites resistentes a las ocurrencias partidistas, provengan de la política central o catalana. Es una vía interesante porque, no solo mira hacia la ley y el consenso, sino que trata un problema singular de manera singular, no convirtiéndolo en una agenda general sobre la territorialidad del Estado, tal y como pretenden otros proyectos. Y es que atender a la realidad es atender al hecho de que la historia de Catalunya y de Euskadi, por ejemplo, no es la misma que la de Castilla o Andalucía. Es más, la vía de la disposición adicional es un sendero que, reconociendo la realidad particular de Catalunya, se toma muy en serio la falta de consenso en España sobre el modelo territorial. Demasiado trabajo va a suponer abordar este problema particular como para convertirlo en un debate general sobre una constitución que, teniendo en cuenta la historia política y constitucional de España, es un éxito sin precedentes que es recomendable proteger. La brújula conservadora siempre recomienda prestar mucha atención a los matices de lo que se quiere abordar.
Por supuesto, todo esto pasa por admitir la realidad compleja de lo que es España y de lo que es Catalunya, estar dispuesto a respetar esta complejidad y fortalecer el Estado a través de la convergencia y no desde la homogeneidad. No hay que descartar que sea pedir demasiado.