Víctimas de torturas revelan el sistema secreto del Partido Comunista de China
Son muchas las voces que claman sobre la falta de derechos humanos en China, pero el informe de HRW revela por primera vez los testimonios directos de las víctimas del shuanggui. Se trata de un sistema que carece de base legal pero que la Comisión Central para la Investigación de la Disciplina (CCDI), el brazo policial del Partido, tiene libertad para ejercer los métodos que considere oportunos contra cualquiera de los 88 millones de miembros del PCCh de los que sospeche, incluyendo torturas y ejecuciones que suelen ser enmascaradas como suicidios. Según relata el informe, el inicio de una investigación de shuanggui suele estar marcado por la desaparición de un individuo. Los miembros de la familia no reciben ninguna notificación de la detención o ubicación de la persona, ni ningún tipo de información sobre la presunta infracción o la duración de su cautiverio. Los detenidos no tienen acceso a abogados y permanecen reclusos indefinidamente, a menudo hasta que confiesen. Se suelen utilizar habitaciones en hostales con características especiales, como paredes acolchadas y sin ventanas, para evitar suicidios o fugas y los reclusos son vigilados las veinticuatro horas por turnos de funcionarios. Además de palizas, interminables interrogatorios y coacciones, muchas de la víctimas relatan la incomodidad como parte de la tortura: “Soy una persona grande y me obligaron a sentarme en un taburete de plástico pequeño, viejo y cojo. Tenía que estar en la misma posición exacta que me exigían, a veces en solo un tercio de aquel taburete enano… Así estuve sentado durante 10 o 20 horas, hasta que las nalgas se me despellejaron y empezaron a supurar”, narra un detenido.
La organización Human Rights Watch ha dado a conocer los métodos de tortura que se emplean en el shuanggui, el sistema secreto de detención que el Partido Comunista de China emplea contra sus miembros sospechosos. El informe de 102 páginas recoge testimonios de víctimas que relatan prolongados encierros, brutales palizas y diversos métodos de tortura, incluyendo privaciones de comida y sueño o coacciones para que mantengan posturas corporales incómodas durante horas. El objetivo es lograr que los cautivos pierdan toda noción de espacio y tiempo.
Son muchas las voces que claman sobre la falta de derechos humanos en China, pero el informe de HRW revela por primera vez los testimonios directos de las víctimas del shuanggui. Se trata de un sistema que carece de base legal pero que la Comisión Central para la Investigación de la Disciplina (CCDI), el brazo policial del Partido, tiene libertad para ejercer los métodos que considere oportunos contra cualquiera de los 88 millones de miembros del PCCh de los que sospeche, incluyendo torturas y ejecuciones que suelen ser enmascaradas como suicidios. Según relata el informe, el inicio de una investigación de shuanggui suele estar marcado por la desaparición de un individuo. Los miembros de la familia no reciben ninguna notificación de la detención o ubicación de la persona, ni ningún tipo de información sobre la presunta infracción o la duración de su cautiverio. Los detenidos no tienen acceso a abogados y permanecen reclusos indefinidamente, a menudo hasta que confiesen. Se suelen utilizar habitaciones en hostales con características especiales, como paredes acolchadas y sin ventanas, para evitar suicidios o fugas y los reclusos son vigilados las veinticuatro horas por turnos de funcionarios. Además de palizas, interminables interrogatorios y coacciones, muchas de la víctimas relatan la incomodidad como parte de la tortura: “Soy una persona grande y me obligaron a sentarme en un taburete de plástico pequeño, viejo y cojo. Tenía que estar en la misma posición exacta que me exigían, a veces en solo un tercio de aquel taburete enano… Así estuve sentado durante 10 o 20 horas, hasta que las nalgas se me despellejaron y empezaron a supurar”, narra un detenido.