Las otras facetas de Murillo, en 20 documentos
El ‘Año Murillo’ 2018 ha optado por la inauguración de una exposición de Murillo que pretende sacar a la luz las otras caras del pintor. En tan solo veinte documentos, la ciudad sevillana ofrece las distintas etapas por las que pasó el pintor, un artista muy insertado en la ciudad y preocupado por el progreso de la escuela pictórica de Sevilla y por el bienestar de su familia.
El Año Murillo 2018, promovido por el Ayuntamiento de Sevilla para rendir homenaje al pintor hispalense, ha optado por la inauguración de una exposición del artista que pretende sacar a la luz las otras caras del pintor. En tan solo 20 documentos, Sevilla ofrece las distintas etapas por las que pasó el pintor, un artista muy insertado en la ciudad y preocupado por el progreso de la escuela pictórica de la capital de Andalucía y por el bienestar de su familia. El Archivo Histórico de la ciudad ha sacado a la luz textos, grabados originales y recuerdos museográficos, algunos muy tempranos -de 1633- y otros que cronológicamente rozan su muerte, ha explicado el comisario Pablo Hereza.
Bartolomé Esteban Murillo fue un autor que debe entenderse en su plenitud, debido a sus oscilaciones y a sus diversas facetas, lo cual constituye el objetivo último de este Año Murillo. Ahora, sus conciudadanos reivindican al autor con la intención de que sea comprendido y valorado en su justa medida, reflejo de la innovación para las generaciones futuras.
Una de las partes más importantes de la exposición es la dedicada al aprendizaje de la pintura, mostrada a través de sus primeras obras en tiempos de formación y también durante el primer contrato de un joven en el taller de Murillo.
La empresa familiar barroca se muestra para el autor a través de tres documentos: el testamento de 1633 donde cedía los derechos de sus arrendamientos a su sobrina Tomasa con motivo de un viaje previsto a América que finalmente no realizó y otros dos que demuestran su relación cordial con el barbero cirujano Juan Agustín Lagares, segundo marido de su hermana Ana.
Por su parte, el bienestar familiar que siempre buscaba el autor, queda reflejado a través del empoderamiento que realizó antes de emprender su viaje a Madrid en 1658, la adquisición de unos arrendamientos y la donación de una esclava para el servicio de su hija Francisca.
También se exhiben documentos sobre los destacables ingresos económicos que recibió gracias a sus obras, como la carta de pago de El nacimiento de la Virgen para una capilla privada, pero también por gestiones de patrimonio y por cambios constantes de vivienda. Además, se presencia la relación entre Murillo y la religión, representado mediante el ingenio iconográfico que el pintor aportaba a los encargos públicos.
Sobre la citada itinerancia doméstica, se muestran documentos de arrendamiento para los cambios de casa, que posiblemente se realizaron para adaptar los espacios a sus crecientes necesidades pictóricas e incluso para alejarse de los recuerdos sobre sus seres queridos fallecidos, como su esposa y siete de sus hijos.
La exposición cierra con las subastas de bienes llevadas a cabo en 1682, que deja entrever el escaso número de sus pinturas que albergaba el domicilio del pintor, lo que demuestra que trabajaba por encargo y que sus producciones salían rápidamente al mercado.