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La Policía retoma por la fuerza el control de Mineápolis

La brutalidad policial, la chispa que encendió las protestas a inicios de semana por el asesinato del afroamericano George Floyd, fue también lo que las aplacó

La Policía retoma por la fuerza el control de Mineápolis

Reuters

Policías y militares tomaron este sábado el control de Mineápolis, en Estados Unidos con fuertes cargas contra quienes desafiaron el toque de queda y los periodistas que cubrían las protestas, según comprobó Efe en el lugar de los hechos.

Tras cuatro noches de rebelión racial, los cuerpos de seguridad cumplieron a rajatabla las indicaciones del gobernador de Minesota, el demócrata Tom Walz, que había prometido responder con «fuerza abrumadora» a aquellos que osasen a quedarse en las calles después de las 20.00.

La brutalidad policial, la chispa que encendió las protestas a inicios de semana por el asesinato del afroamericano George Floyd, fue también lo que las aplacó, al menos de momento.

Como en la caótica víspera, la comisaría del Distrito Quinto fue el lugar de reunión de todos aquellos que siguen protestando por el asesinato de Floyd, al que un policía asfixió presionando la rodilla contra su cuello durante casi 9 minutos.

A las 19.57, los teléfonos de los cientos de personas que ahí seguían recibieron el mismo mensaje: «Alerta de emergencia extrema: Mineápolis está bajo un estricto toque de queda a partir de las 8pm. Váyase a casa o a lugares cerrados seguros. Evite los exteriores».

Unos veinte minutos después llegaron decenas de policías, que sin muchos miramientos dispersaron la protesta por la fuerza. Antes de cargar contra los manifestantes, sin embargo, hicieron lo propio con un grupo de unos 30 periodistas, entre ellos un equipo de la Agencia Efe, claramente identificados y que además se encontraban a cierta distancia de los manifestantes.

Los policías rociaron gases lacrimógenos contra los periodistas, les golpearon y en algunos casos incluso les detuvieron bajo la acusación de violar un toque de queda del que estaban exentos los medios de comunicación.

Entre los detenidos figura el fotógrafo de EPA, puesto más tarde en libertad, mientras que el periodista de Efe logró sortear el arresto en medio del caos.

«Deje de resistirse, ¡está detenido!», le ordenaron a uno de los reporteros al que tiraron al suelo y esposaron por la espalda mientras este sostenía en su mano la acreditación de periodista que otorga el Senado de EE.UU., la más importante del país.

Con la retoma de la ciudad, no se hicieron esperar los testigos de abusos. Dos periodistas del rotativo local Star Tribune denunciaron que policías dispararon pelotas de goma contra su vehículo sin aviso alguno cuando entraron en una calle bloqueada, rompiendo una de las ventanas laterales y causándoles heridas.

Una mujer llamada Tanya Kerssen subió un vídeo en Twitter en el que se ve cómo decenas de policías desfilan por el barrio residencial de Whittier y al verla a ella y a sus vecinos en el porche del edificio les apuntan y disparan con pintura al grito de «¡disparadles!«.

Hubo además otros casos de agresiones a la prensa, como la de un fotógrafo de la afiliada local de CBS que fue detenido tras recibir el impacto de una bala de goma o el de un reportero de Vice al que rociaron con gas pimienta en la cara estando ya tumbado en el suelo.

De este modo, las autoridades aplacaron a Mineápolis, convertida en símbolo de la última rebelión racial y antipolicíaca en Estados Unidos, y que se ha extendido ya a las principales ciudades del país.

Ya entrado el toque de queda pero antes de las cargas, envuelto con una bandera de México y con una pañoleta blanca cubriéndole el rostro bajo la que se apreciaba un tatuaje en el pómulo, José Ríos explicó a Efe que soñaba con llevar esta revuelta de Mineápolis en los libros de historia.

«No he ido a trabajar (en toda la semana), les he dicho que se busquen a otro cocinero que yo ahorita ando ocupado», bromeó este joven nacido en Mineápolis hace 22 años. Sobre las consecuencias de desafiar el toque de queda que acababa de entrar en vigor, lo tenía claro: «Yo no tengo miedo, aquí voy a estar, porque aquí nací y aquí un día voy a morir, no sé si será hoy o mañana, no sabemos, pero aquí voy a estar».

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