El rey Felipe de los belgas ha reconocido este martes por primera vez la «violencia y crueldad» ejercidas en el Congo bajo el reinado de su antecesor Leopoldo II (1865-1909), en una carta enviada al primer ministro de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi, por el 60 aniversario de la independencia de la excolonia belga.
En contexto: aunque estos hechos son objeto de debate a nivel nacional desde hace años, las manifestaciones por la muerte del afroamericano George Floyd a manos de la policía en EEUU, extendidas a Europa, han reavivado la discusión y el debate sobre el racismo en la sociedad belga, y han convertido en objeto de actos vandálicos las numerosas estatuas de Leopoldo II diseminadas por toda Bélgica.
La misiva, en la que el rey expresa su «profundo pesar» por estos hechos pero no pide disculpas por los mismos, constituye el primer reconocimiento oficial por parte de la monarquía belga de la violencia que supuso para el Congo el reinado de Leopoldo II, que ha regresado al debate público con las recientes manifestaciones del movimiento «Black Lives Matter» (Las Vidas Negras Importan).
En la época del Estado Libre del Congo «se cometieron actos de violencia y de crueldad que todavía pesan sobre nuestra memoria colectiva. El periodo colonial que le sucedió causó también sufrimiento y humillaciones», escribe el rey de los belgas.
«Quiero expresar mi profundo pesar por estas heridas del pasado cuyo dolor es reavivado hoy por las discriminaciones todavía demasiado presentes en nuestras sociedades», continúa el rey Felipe de los belgas en la carta, que ha sido calificada de «histórica» por los medios locales.
Durante la Conferencia de Berlín en 1885, el Congo fue declarado propiedad privada del Rey Leopoldo II (1835-1909), quien lo administró bajo el nombre de Estado Libre del Congo hasta 1908, cuando pasó a ser una colonia de Bélgica hasta su independencia, en 1960.
Bajo el mandato de Leopoldo II, se produjo una explotación masiva de los recursos naturales del Congo para la que se utilizó a la población autóctona en condiciones de esclavitud.
Se aplicó un régimen de terror en el que fueron comunes los castigos atroces, en particular la mutilación de las manos, y se produjeron asesinatos en masa. Aunque no hay una cifra exacta, se calcula que murieron entre cinco y diez millones de personas.
En su misiva, el rey Felipe asegura que continuará «combatiendo todas las formas de racismo» y apoya la reflexión sobre el tema que se producirá en el Parlamento belga «para que nuestra memoria sea pacificada definitivamente».
El monarca señala que el aniversario de la independencia de la República Democrática del Congo es el momento de «renovar» la «amistad profunda» que une a los dos países, saluda la «cooperación intensa» entre ambos, sobre todo en materia sanitaria en este periodo de pandemia de coronavirus, y reafirma su «compromiso» con el país africano.
Asimismo, afirma que espera poder visitar próximamente la República Democrática del Congo, donde nunca ha estado, y debido a la pandemia de coronavirus tuvo que cancelar la visita que tenía prevista a Kinshasha atendiendo a la invitación que le formuló Tshisekedi para asistir a los actos conmemorativos de la independencia.
El Parlamento belga constituirá una comisión para examinar a partir de septiembre el pasado colonial de Bélgica, algo que tampoco había sucedido hasta ahora.
En ese sentido, la primera ministra belga, Sophie Wilmès, aprovechó un acto conmemorativo de la independencia congoleña para reivindicar «la capacidad de mirar a ese pasado compartido con lucidez y discernimiento, un pasado también imbuido de desigualdad y violencia hacia los congoleños».
«Como en otros países europeos, ha llegado el momento de que Bélgica se embarque en un viaje de investigación, verdad y memoria. Todo trabajo de verdad y memoria comienza con el reconocimiento del sufrimiento. Reconocer el sufrimiento de los demás», afirmó Wilmès.