Mi querida Rosa Díez me escribió hace unas semanas para comentarme una idea que había surgido de la plataforma cívica de Libres e Iguales. Con motivo del día de la Hispanidad, querían realizar un vídeo para reivindicar la figura de Su Majestad el Rey, que hoy en día no significa otra cosa que reivindicar la libertad, la tolerancia y la unidad de los españoles. La idea me pareció fantástica (a un ferviente monárquico cualquier gesto en favor de nuestro Rey le parece poco), pero lo que más me gustó de la idea es que aparecíamos personas que no compartimos ideología, gustos, preocupaciones, formas de ver la vida (ni de ganársela) y por supuesto, que muchos de los que aparecen en el ya famoso vídeo, los he puesto a parir en numerosas ocasiones. Vamos, como diría el castizo: cada uno de su padre y de su madre.
Sin mayor pretensión, el vídeo fue lanzado a la selva de las redes sociales. Desprestigiar el contenido era una tarea harto difícil. En total, 183 personas del mundo de la política, la economía, el deporte, la comunicación y la cultura aparecemos diciendo un escueto: «¡Viva el Rey!». Poco se podía hacer, así que los de siempre recurrieron a la edad de los participantes para decir que si esos eran los que apoyaban al Rey, a la monarquía le quedaban dos telediarios. Me sorprendió la torpeza de los ‘Errejones’ y las ‘Irenes’ para linchar a los participantes por su edad, cuando si algo nos demuestra cada día las personas mayores, es que ojalá pudiéramos nacer con los conocimientos adquiridos a lo largo de tantos años de vida. Obviamente no me sentí ofendido por aquello, tuvieron a bien obviar de sus ataques a un treintañero como yo, pero ayer cenando con un amigo salió a colación el asunto de la monarquía. Nos preguntamos: ¿qué será lo que les hace odiar tanto a Felipe VI? Obviamente una de las razones es por puro poder político. Que el jefe de Estado sea el Capitán General de los Ejércitos no es moco de pavo y más cuando lo que pretendes es cambiar un régimen forjado en la monarquía parlamentaria por el Politburó. Pero ese ejercicio continuo de intentar convertir al Rey en un personaje ideológico, esconde un trasfondo mayor. Lo que odian del Rey es su educación, su preparación, su papel de figura neutral que pone paz en un país de cainitas cada vez más radicalizado y, sobre todo, el respeto que le muestran todos los líderes y prestigiosos empresarios a nivel mundial. Durante los meses más duros de la pandemia, el Rey realizó más de una centena de intervenciones para conseguir material sanitario que el Gobierno de Sánchez era incapaz de obtener. Si el Rey llama, lo atienden y le escuchan. Un ejemplo muy claro fue cuando intercedió ante el empresario chino Ma para traer más de 500.000 mascarillas. Si Sánchez o Iglesias lo llamaran (eso en el caso de saber quién es), al gran empresario chino la primera pregunta que le vendría a la cabeza es quién narices le está telefoneando.
No nos engañemos. Tenemos en el Gobierno a unos maleducados que viven en el odio y el rencor al distinto. Personajes que han salido de pestilentes asambleas en las que adoctrinaban a los más débiles y que de pronto se han visto dirigiendo un país de 47 millones de habitantes. Odian al Rey porque no soportan su educación, su preparación, su figura neutral, su saber estar y su clase, algo que ni en cien vidas podrán tener ellos. Lo intentan, tratan de emular a las altas esferas de la sociedad porque están amargados. No se aceptan. Son los que más desprecian a la gente humilde y trabajadora y tratan sin éxito, a base de comprar mansiones de lujo, escapar de sus raíces. Son un quiero y no puedo.
No es de extrañar que los Maestres y compañía, busquen poner en el debate ideológico a una institución neutral. Necesitan empujar al Rey a un lado del tablero, que la población lo perciba como un peligroso derechista para poder dar el último golpe a la democracia española y así, que no haya nadie que se sitúe por encima de ellos. Lo preocupante no es que los Ceaucescu de nuestro tiempo lo intenten, lo realmente inquietante es que el PSOE les siga el juego porque Sánchez cree que, algún día, será el rey Sol de España. Se van a quedar con las ganas.