La puta Europa
No se esperaban sorpresas en los discursos de los partidos políticos que ayer se dieron cita en la cochiquera nacional. Todos dijeron lo que estaba previsto. Al votante de VOX le parecería estupendo el discurso de Abascal y al votante de Podemos denigrante. Lo mismo que el votante de ERC vería en Rufián una especie de Schumpeter reencarnado y el apasionado de Errejón al Brad Pitt español. Para eso servía esta moción de censura, para recordarle a sus electores que tienen que obedecer a la causa del partido y no olvidarse de engullir el sectarismo que emanan.
Una de las partes de la moción me pilló en un Cabify camino a una reunión. Fue justo el momento en el que Abascal definió a la UE de la siguiente forma: «Un megaestado federal que se parece demasiado a la República Popular China, a la Unión Soviética y o incluso a la Europa soñada por Hitler». A tal afirmación añadió: «España está encadenada por el cuello a los planes de control e injerencias en la vida de las naciones». El conductor, mientras hablábamos de lo humano y lo divino, espetó un rotundo: «¡Puta Europa! ¡Tenemos que salirnos!». Acto seguido le comenté que el primer efecto que tendría sería que pasaría a cobrar su sueldo en pesetas o en pedropablos. También, le hice saber que su padre (el cual me dijo que recibía una ayuda por un accidente laboral que tuvo), dejaría de percibirla porque España entraría en quiebra acto seguido. «¡No jodas! ¡La puta Europa nos tiene cogidos por los huevos!», dijo en un tono castizo del barrio de Hortaleza.
Y sí, razón no le faltaba. Conviene ser consciente de las consecuencias de lo que uno defiende o cree que es lo mejor para su país, porque muchas veces llegan iluminados con buena retorica que venden al personal mensajes falsos, cuando no, directamente subvencionados por partidos políticos para que hagan el juego sucio en esta batalla de la desinformación en la que nos encontramos. Otro socorrido argumento antieuropeo es el rollo de la desindustrialización. Creen que el mundo actual es el mismo que el de los años setenta y que nuestra competencia son nuestros países vecinos, olvidando que la competencia no son esos norteños gabachos que nos tiran la fruta al cruzar la frontera, sino los chinos, camboyanos, tailandeses, coreanos, indios, malayos, bangladesíes, etc., que están dispuestos a trabajar por una cantidad muchísimo menor y, además, muchas más horas. Vamos, que a ninguna empresa le saldría rentable venir aquí a industrializar el país para llenar el fervor patriotero de los que se quedaron anclados en otra época y desconocen como funciona el mundo actualmente. No falta el que argumenta que el Estado es el que tiene que realizar tal labor, es decir, crear industrias deficitarias para que el resto las pague y así todos vivimos más pobres. Un plan sin fisuras.
No seré yo quien niegue que la Unión Europa es un ente supranacional que resta soberanía a las naciones que la componen. Absurdo sería discutir lo evidente, aunque en estos tiempos en los que se discute si dos más dos son cuatro, siempre hay algún tonto dispuesto a ello. Sin embargo, la cuestión que debería atormentarnos a todos es precisamente eso: recuperar la soberanía nacional. Para aquellos que no están muy familiarizados con esas «injerencias» que denunciaba Abascal, la Unión Europea impide que la masa monetaria la dirija Iglesias, el déficit lo fije Sánchez y los Presupuestos Generales del Estado los imponga sin revisión Carmen Calvo o Adriana Lastra. En resumen, evita que España sea Argentina (al menos de momento). Los españoles quieren a Sánchez y a Iglesias en el poder, quieren que Papá Estado les regale pagas gubernamentales robándole el dinero al trabajador.
Pero ya se sabe que la pasión nubla la razón y algunos creen que España sería Estados Unidos si no fuera porque «la puta Europa» nos lo impide con sus regulaciones. No ha cambiado mucho el temperamento del nacionalista ignorante. Cuando Franco llamaba a los españoles a protestar contra Europa y los acusaba de nuestras desgracias, el personal salía a las calles diciendo: «Ellos tienen una, nosotros tenemos dos». Lo que venía a decir que ellos tendrían un sistema mejor, pero que nosotros teníamos más cojones que ellos. Lo cierto es que la bravura viene bien para conquistar o defender, pero para aplicar políticas económicas y sociales que aseguren la viabilidad del país, más vale dejar de lado la testosterona. Y la realidad es que España fuera de la Unión Europea sería una especia de Ucrania en la que los alemanes, austriacos, franceses o italianos, vendrían a pasar sus vacaciones a un coste ridículo pagando en pesetas la caña y la tapa de ensaladilla rusa.
Acepten que España es un país arruinado sostenido por la emisión constante de la deuda pública gracias a las decisiones que los ciudadanos españoles han realizado con su voto. Acepten que sin el paraguas de «la puta Europa», el diluvio universal sería una broma al lado de lo que viviríamos en manos de estos aprendices de Perón que nos gobiernan. Acepten que si en España estamos como estamos es por nuestra mentalidad, escaso interés por mejorar, la conformidad de habitar con lo justo y no por culpa de cuatro burócratas de Bruselas.