Fernández Díaz ante el juez, por César Vidal
Deep South
Confieso que Jorge Fernández Díaz es un personaje que me llama la atención. Es así porque si lo hubiera creado cualquier novelista no resultaría verosímil. No voy a entrar en el hecho de que el antiguo ministro del interior de Mariano Rajoy pertenezca al Opus Dei. Como en cierta ocasión me dijo un opusdeísta: “En todas partes hay gilipollas, incluido el Opus y te lo digo yo que llevo quince años dentro”. Que Fernández Díaz fuera uno más de los ministros del Opus en el Gobierno nefasto de Rajoy era –insisto en ello– lo de menos. Más tremendo es que siguiera la política hacia ETA que comenzó Zapatero, que cuando le hablabas del terrorismo te contestara contándote las supuestas apariciones de la Virgen o que te narrara que tenía un ángel –imagino que caído– llamado Marcelo que, por lo visto, lo asesoraba.
Personalmente, estoy convencido de que si Fernández Díaz no hubiera sido ministro ya con esas afirmaciones la gente que lo quiere lo hubiera llevado a un especialista para que lo tratara, pero también eso es secundario. Lo verdaderamente grave son los indicios que se van acumulando a diario y que apuntan, de manera angustiosa, a que Fernández Díaz aprovechó su cargo de ministro del Interior para quebrantar la ley en beneficio del Gobierno de Rajoy y, muy especialmente, de su partido, antes Partido Popular y ahora Pink Party. Esos indicios más que sólidos explican que la justicia de Andorra ande detrás de él y que esta semana haya tenido que comparecer ante el juez por el caso Kitchen.
La cuestión –por resumirla– es sencilla. Luis Bárcenas, el antiguo tesorero del PP contaba con información explosiva que, presuntamente, mostraba que desde Mariano Rajoy abajo la cúpula del partido había incurrido en un conjunto de delitos relacionados con la financiación ilegal. Parte de esa información ya la reveló Bárcenas en una comparecencia ante la Audiencia nacional que ha sido recogida en ‘B’, una de las películas más sensacionales del cine español de las últimas décadas. Para evitar que Bárcenas se fuera de la lengua, Fernández Díaz habría utilizado el ministerio del Interior llevando a cabo una serie de acciones ilegales en las que –mira tu qué casualidad– aparecía también el comisario Villarejo. Como ejecutor de esas órdenes, Fernández Díaz habría utilizado a su segundo de a bordo que, nada convencido con la idea de cargar con el muerto, ha mostrado recientemente los correos que le envió el ministro del Interior ordenándole perpetrar, presuntamente, una variada y desvergonzada gama de delitos.
Finalmente, el viernes pasado, Fernández Díaz compareció ante el juez y dijo que se había enterado de todo por la prensa –como Felipe González y los GAL–, que Rajoy no sabía nada y que los correos que envió a su número dos –ahora más que dispuesto a cantar hasta ‘La Traviata’– eran falsos. Permítanme un símil para que comprendan ustedes lo que ha dicho Fernández Díaz. Imagínense que, en lugar de morir antes de acabar la Segunda Guerra Mundial, Heydrich hubiera sobrevivido y caído en manos de los vencedores. A las preguntas sobre su papel en el genocidio de los judíos, Heydrich –de haber sido como Fernández Díaz– habría respondido que las deportaciones de judíos hacia las cámaras de gas las había llevado a cabo Eichmann por su cuenta y riesgo, que él se había enterado de todo por la prensa y que Hitler, por supuesto, no sabía nada. ¿Se habrían creído ustedes esas declaraciones? Quizá me equivoque, pero yo creo que hay que ser un verdadero mendrugo para darles fiabilidad.
Justo lo mismo que acontece ahora con cualquiera que preste credibilidad a Fernández Díaz. Aunque, ¿quién sabe? Lo mismo un día de éstos, en una de sus columnas diarias de ‘La Razón’, explica todo y es verdad que el ángel Marcelo le ocultó todo para no darle un disgusto y que lo único que sabe de la cascada de delitos lo debe a los periódicos. Hay novelas de ciencia-ficción casi igual de inverosímiles.