Hoy les propongo un ejercicio de desmitificación de conceptos. Porque aunque ser “de izquierdas” o “de derechas” no me parece en modo alguno el centro del drama que hoy vive España, me apetece desenmascarar a algunos farsantes que a falta de argumentos recurren a las etiquetas para autocalificarse o señalar a sus enemigos y para dividirnos, en función de la etiqueta que nos atribuyan, entre buenos y malos españoles. Veamos:
Si defender que los niños puedan ser educados en su lengua materna es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si exigir que se pueda estudiar en español en todo el Estado español es ser de derechas, entones soy de derechas.
Si exigir que existan colegios especiales para educar a los niños con necesidades especiales es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si defender el derecho de los padres a elegir libremente la educación de sus hijos tal y como se proclama en el articulo 27 de la Constitución es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si ser de izquierdas es organizar una policía lingüística para perseguir a los niños que utilizan su lengua materna en los recreos, entonces soy de derechas.
Si ser de izquierdas es discriminar a los niños que se relacionan con otros niños o con sus profesores en su lengua materna es ser de izquierdas, entones soy de derechas.
Si defender que los derechos de los ciudadanos están por encima de las ensoñaciones de raza o tribu es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si proclamar que los territorios no tienen derechos, que los derechos pertenecen a los ciudadanos que los habitan es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si considerar que la libertad y la igualdad son derechos inviolables que están por encima de la ideología es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si considerar que nadie puede ser discriminado por razones de origen, de raza, de sexo o de pensamiento es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si defender la libertad de cátedra de los profesores es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si ser de izquierdas es discriminar y dejar sin ayudas a los comerciantes que rotulan sus escaparates en español, entonces soy de derechas.
Si considerar una aberración que el PSOE firme un manifiesto “a favor de la democracia” con quienes defienden la historia de terror de ETA y con los que protagonizaron un golpe contra la democracia desde Cataluña es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si ser de izquierdas es organizar la comida de Navidad con Otegi, entonces soy de derechas.
Si ser de izquierdas consiste en defender al régimen iraní y a Maduro, entonces soy de derechas.
Si ser de izquierdas significa negar los crímenes de lesa humanidad cometidos por el comunismo, entonces soy de derechas.
Si rechazar un pacto de Estado con un partido que quiere destruir el Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si considerar que todas las victimas de ETA son inocentes y todos sus verdugos son culpables es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si considerar que reformar el Código Penal para dotar de impunidad a quienes perpetraron un golpe contra la democracia es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si pensar que no todo vale en política y que quien pacta con los defensores de los más graves crímenes contra la humanidad ha cometido un acto de traición contra la democracia es ser de derechas, entonces soy de derechas.
Si ser de izquierdas es romper la unidad de la Nación española, instrumento imprescindible para garantizar la igualdad, entonces soy de derechas.
Si ser de izquierdas es renegar de los símbolos constitucionales, de la Transición, y del sistema del 78, entonces soy de derechas.
Si ser de izquierdas es caminar junto a Otegi para “abrir una ventana de oportunidad a la democratización de España”, entonces soy de derechas.
Todo esto era para decirles que quien quiera ser considerado “de izquierdas” en la España de Sánchez debe ser amigo de los terroristas, de los golpistas y de los propagandistas de los dictadores; quien quiera que Sánchez y su secta le ponga la etiqueta “de izquierdas” debe combatir la libertad y la igualdad; debe defender los privilegios de la tribu ideológica y racial frente a los derechos de ciudadanía; quien quiera la protección de la etiqueta “de izquierdas” debe defender el adoctrinamiento frente a la educación; debe perseguir la prensa libre y la libertad de expresión de los ciudadanos… O sea, quien quiera que la pareja tóxica Sánchez/Iglesias le otorgue la etiqueta “de izquierdas” debe comportarse como un reaccionario y debe acreditar que es un enemigo del progreso de la sociedad y un peligro para la seguridad de España.