El presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICUC), Ricard Ferrer, avisa de que las unidades de cuidados intensivos (UCI) aún están llenas y no están preparadas para hacer frente a una posible tercera ola de COVID-19
Ferrer, que es el jefe del Servicio de Medicina Intensiva del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, advierte de que, «ahora mismo una cama UCI es un recurso muy disputado».
Según el Ministerio de Sanidad, los ingresados por coronavirus ocupan actualmente el 28 % de las camas UCI en España, lo que se considera «riesgo extremo» al ser una tasa superior al 25 %.
En este sentido, Ferrer explica que las UCI siguen con una capacidad extendida respecto a la que tienen de forma estructural, es decir, han tenido que habilitar nuevas camas de críticos con aparatos y personal especializado.
No obstante, el especialista señala que estas camas son circunstanciales en su mayoría y pide que se adhieran estructuralmente al sistema sanitario.
Pese a esta ampliación, las UCI están a máxima ocupación en el grueso de las Comunidades Autónomas, según Ferrer, que destaca el caso de Asturias, que está sufriendo especialmente una alta incidencia de COVID, cuando tiene una dotación estructural limitada.
También advierte de una falta de profesionales, «aunque los centros sanitarios hayan contratado a mucho personal eventual y hayan recuperado a médicos ya jubilados».
«Los médicos retirados vienen por compromiso y vocación. Cuando se les pide que vengan a trabajar es porque no encontramos intensivistas en el mercado laboral», explica.
Según Ferrer, si bien España forma profesionales cada año, el menor salario percibido en comparación con otros países europeos hace que los especialistas migren hacia el extranjero en busca de mejores condiciones laborales.
Para combatir esta insuficiencia, el facultativo ha dicho que «probablemente necesitaríamos más plazas MIR para formar más intensivistas, pero también tendríamos que detener este flujo de especialistas que se marchan».
«Los hospitales grandes y de nivel universitario, que son más flexibles ante las crecientes demandas, sí que han podido compatibilizar las intervenciones COVID y no COVID», aunque reconoce que la afectación «es muy heterogénea» y algunos hospitales medianos y pequeños sí que han tenido que suspender programaciones quirúrgicas.
Ferrer resalta que la posibilidad de atender todas las patologías, incluidas las no derivadas del coronavirus, «ha sido un gran éxito», porque la primera ola les desbordó e impidió practicar los programas quirúrgicos y el resto de la actividad habitual en las UCI.
Este triunfo ha sido posible, según el doctor, gracias a un «esfuerzo importantísimo» para desplegar camas y al sacrificio de los sanitarios.
Ferrer muestra su preocupación por el inicio de la desescalada de la segunda ola en algunas comunidades, como en Cataluña, y pide que la suavización de las restricciones se haga con «cautela» porque las «UCI aún están llenas» y con el aumento de la movilidad crece, por ejemplo, el riesgo de accidentes de tráfico y heridos que necesitan ingresar en camas de críticos.
El especialista señala en este sentido que durante la segunda ola de la pandemia, el Hospital Vall d’Hebron en el que trabaja ha tratado más pacientes con traumatismo craneoencefálico o con fracturas de columna vertebral, lo que no sucedió en la primera ola y con el confinamiento total.
«Con esto no estoy diciendo que la gente deje de usar medios como la bicicleta, sino que hemos de ser muy cautelosos con el virus y con las demás patologías», puntualiza.
El intensivista augura un plazo de dos o tres semanas para rebajar la presión en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales españoles.
De momento, Ferrer insta a «cruzar los dedos» y a esperar que no haya un incremento de casos y una tercer ola inminente, pues entonces sí que se tendrá que dejar de atender a ciertos pacientes en las unidades de cuidados intensivos.