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Contrasentido público, por Juan Andrés Rubert

Contrasentido público, por Juan Andrés Rubert

Esta semana se ha inaugurado el hospital de pandemias Isabel Zendal de Madrid. 80.000 metros cuadrados distribuidos en tres módulos; 1.056 camas, 48 de ellas de UCI, un almacén para la logística y un edificio multiusos. Un complejo que servirá para aligerar, además, la presión de pacientes de otros centros de la capital, incluso de otras partes de España. De hecho, ya ha recibido en las últimas horas a sus pioneros sanitarios y la semana que viene llegarán los primeros pacientes. Tres meses han tardado en colocar sus ladrillos, toda una gesta. Y, además, público.

Así, sobre el papel, una buena iniciativa. Más aún cuando el coronavirus sigue campando a sus anchas por el globo. Pero la situación a las afueras durante el estreno del nuevo centro fue de contrasentido público. Un centenar de profesionales, pertenecientes a sindicatos médicos, manifestándose en contra. Por otro lado, la ausencia de los especialistas políticos de la izquierda matritense. De hecho, la noticia en las portadas de todos los periódicos era la protesta contra la apertura de un centro sanitario, no contra su cierre. Reveladora paradoja.

Más sonada fue la evaporación del ministro de Sanidad. La única cita de Salvador Illa ese día era acudir al Senado para la sesión de control al Gobierno por la tarde, pero se parapetó detrás del Consejo de Ministros, que coincidía con la hora de la inauguración. Un Illa que no tuvo, por cierto, reparos en asistir al estreno de otros hospitales públicos fuera de Madrid.

Se hace una defensa brava y necesaria, en efecto, de lo público. Pero va y resulta que los sempiternos guardianes reclamadores de más sanidad pública en detrimento de la privada protestaron por la inauguración de un hospital… público. Acabó torpedeada, una vez más, la gestión de la Comunidad de Madrid. El hospital de campaña de Ifema –cuya labor fue clave para salvar vidas durante los meses más duros– fue duramente criticado y ahora el blanco era el nuevo centro, insisto, público.

Me acuerdo de las imágenes de la construcción exprés de un gigantesco centro sanitario en la ciudad china de Wuhan, zona cero de este funesto virus, que asombró al mundo y recibió todo tipo de loas en Occidente. 

¿Dónde está el problema? ¿Radica en lo sanitario o en lo político? ¿El motivo es el hospital o es Isabel Díaz Ayuso? Soy el primero que cree que al Gobierno regional se le pueden exigir algunos asuntos pendientes. Entre sus deberes está aumentar la atención sanitaria, en especial, la primaria. O mejorar las condiciones laborales de sus profesionales, así como dotarles de más medios. En la mera relación política también tendría que poner un poco más de su parte a la hora de limar asperezas con el Ejecutivo central. 

La señora Díaz Ayuso gustará más o menos, el tiempo dirá si su gestión fue acertada o no, pero caer en esas contradicciones es torticero. Y todo porque un Gobierno conservador ha tenido la osadía de inaugurar un hospital público. Como si construirlo fuera patrimonio de unos pocos.

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