El fiscal pide para ella 23 años por cada veinte delitos de asesinato frustrado, otros 23 por delito de atentado a agentes de la autoridad, y 5 años por estragos
La dirigente de ETA Soledad Iparraguirre, Anboto, afronta este miércoles su tercer juicio en la Audiencia Nacional tras su entrega por parte de Francia. Se enfrenta a una petición del fiscal de 488 años de cárcel por su presunta participación en un atentado frustrado contra un dispositivo de la Policía Nacional en el polideportivo de Mendizorroza (Vitoria) en 1985.
Este juicio iba a celebrarse el pasado 24 de noviembre pero se tuvo que suspender por el fallecimiento del padre de un abogado.
El fiscal pide para ella 23 años por cada veinte delitos de asesinato frustrado, otros 23 por delito de atentado a agentes de la autoridad, y 5 años por estragos.
Los hechos ocurrieron el 19 de mayo de 1985 cuando Anboto integraba el comando Araba junto a los ya condenados por estos hechos Francisco Arizcuren, Kantauri, José Ignacio Gaztañaga, Carlos Torrecilla y el exertzaina Santos Berganza.
La intención del «comando» con esta acción era la de «causar la muerte de un número no determinado -no inferior a 21- de miembros de la Policía Nacional, todos ellos componentes del servicio de vigilancia que iba a prestarse con motivo del encuentro entre los equipos de fútbol de Vitoria y Lérida, y que constaba de tres furgonetas policiales con una dotación de siete agentes cada una».
Según relata el fiscal, los terroristas tenían previsto hacer estallar un artefacto explosivo antes de la hora de comienzo de la competición, a las 17:00 horas del 21 de mayo de 1985.
Todo ello, añade, «con intención no solo de acabar con la vida de los policías, sino también de causar importantes destrozos en los vehículos policiales y otros automóviles allí estacionados, así como en las propias instalaciones deportivas».
Para la confección de la bomba –compuesta por 25 kilos de goma 2 y 100 kilos de tornillería-, la procesada contó con el concurso de otras personas ya condenadas por estos hechos, Santos Berganza y José Miguel Suescun, en cuya casa se alojaba.
Los etarras sustrajeron además dos Seat 124 a punta de pistola y mantuvieron a sus propietarios bajo vigilancia de otros miembros del comando en las cercanías de Berosteguieta hasta que Kantauri permitió «soltarlos» horas más tarde.
Kantauri fue el encargado de colocar el artefacto explosivo en uno de los vehículos que previamente habían preparado los etarras, y Anboto fue quien lo dejó aparcado en las inmediaciones del polideportivo con el temporizador conectado.
Poco después, en las primeras horas de la tarde, pidieron a sus compañeros que controlasen la zona del polideportivo, lo que estos cumplen, «observando la afluencia de público al estadio y la presencia de muchos policías».
Finalmente les comunican que la «cosa esta mal» y Anboto se traslada hasta el estadio en dirección a Armentia, «pasando y repasando luego en sentido inverso la zona donde está colocado el coche bomba».
Ambos se apean del vehículo, hacen una comprobación y se vuelven a subir al coche para regresar al domicilio de Suescun, «no sin antes recuperar el mando a distancia del otro vehículo 124».
La Policía, que ya está alertada por las sustracciones de los dos vehículos, había localizado sobre las 14.00 horas el coche bomba, que lograron desactivar los Tedax «con riesgo de sus vidas».
«Es por ello que la procesada y el resto del comando, ante la posibilidad de ser detectados (los cordones policiales se iban ensanchando alrededor del estadio y había cada vez más agentes en el lugar), desisten en realizar la acción. Los explosivos son destruidos».
Anboto, que fue detenida en Francia en 2004, ha sido ya condenada en España a 122 años de cárcel por ordenar el asesinato del comandante del Ejército de Tierra Luciano Cortizo en 1995 en León.