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Gobierno de España: psicopatía y perversión

Gobierno de España: psicopatía y perversión

Cuando Sánchez logró hacerse con el control del PSOE y posteriormente con el Gobierno de la Nación tuve una larga conversación con un prestigioso estudioso de la personalidad y los comportamientos humanos. El Catedrático me explicó que en psicología existe un concepto para definir un determinado tipo de personalidad llamado La Triada Oscura y que a su juicio se ajustaba como un guante a la forma de actuar de Pedro Sánchez. El perfil de esa personalidad se caracteriza por la combinación de tres factores: la psicopatía, entendida como una empatía muy limitada, propia de personas que no tienen remordimientos y para las que la moral y las normas éticas les son indiferentes; el maquiavelismo, que se caracteriza por tener actitudes cínicas y adoptar estrategias cuyo único fin es beneficiar sus propios intereses; y el narcisismo, que define al vanidoso, a quien fantasea con un poder ilimitado y cree merecer un estatus superior. Basta repasar los hechos que jalonan el historial de Sánchez desde que llegó al Gobierno para confirmar hasta qué punto su diagnostico era certero. 

Sin embargo creo que esa evaluación inicial sobre la personalidad de Pedro Sánchez es incompleta y no podría justificar el catálogo completo de sus decisiones. Me explico: el hecho de que Sánchez elija como compañeros de viaje a personas y grupos políticos que se han dedicado a hacer o promover el mal no puede deberse únicamente a la inconsciencia o la falta de remordimientos; el hecho de que Sánchez prodigue alabanzas a los personajes más dañinos para la democracia española, a tipos que dieron un golpe de estado y/o asesinaron para destruirla no puede ser solo por falta de escrúpulos; no puede ser sólo por vanidad, ausencia de moral o desprecio a las normas éticas por lo que Sánchez refuerza su complicidad con la gentuza que defiende las dictaduras más sangrientas de la historia. 

Es verdad que cuando una enfermedad- o una desviación del comportamiento- no recibe a tiempo el tratamiento adecuado puede complicarse; lo que me ha llevado a plantear al experto un supuesto: ¿puede una personalidad psicopática, narcisista y maquiavélica llegar a mutar y provocar que el individuo en cuestión comience a hacer el mal sin sentir el menor remordimiento? ¿Cómo se podría diagnosticar ese comportamiento? El Catedrático me dice que en psiquiatría y psicología no se suele hablar del bien o el mal porque esos conceptos no dejan de ser juicios morales subjetivos; pero que sí existe un concepto para definir a aquellos que disfrutan haciendo el mal sabiendo que lo que hacen está mal y/o produce daño a otras personas: es el concepto de perversión.  Y me explica que, a veces, cuando los individuos no consiguen reprimir impulsos que en un primer momento consideran inaceptables- “el negativo de la perversión”, lo llamaba Freud- proyectan sus impulsos hacia otra actividad “compensatoria”, socialmente “aceptada”.   

¿Pero qué pasa cuando el individuo que se deja llevar por su perversión  (nada de actividad compensatoria) no percibe una sensación molesta o de rechazo ni siente que deba controlarse sino que le embriaga el poder y el placer por su capacidad para hacerle sentir dios? ¿Qué pasa si se siente impune, dueño de la vida ajena? La respuesta es sencilla: si el comportamiento maligno, perverso, es remunerado socialmente y goza de impunidad, la ruptura moral se vuelve adictiva y le abre al individuo un mundo de posibilidades basadas en la decisión de no aceptar las normas ajenas sino de imponer las propias. Es el poder absoluto. 

Pero sigamos aproximándonos a la personalidad del personaje que nos ocupa y que ocupa la Presidencia del Gobierno de España. El psicópata tiene incapacidad para sentir emociones; el perverso sencillamente disfruta con sus propias acciones negativas por la sensación de endiosamiento y poder que conllevan, incluso aunque las disfrace de algo moral para llevarlas a cabo. Quizá Pedro Sánchez comenzó comportándose como un psicópata a secas; pero ya sea porque entre los personajes con los que se codea hay más de uno que responde directamente al perfil del perverso (aunque él los llame “valientes y patriotas”) o porque, como decía antes, si una desviación no se trata degenera, de la mera observación del comportamiento de Pedro Sánchez se podría llegar a  la conclusión de que sus actos revelan que se ha podido producir una simbiosis entre la perversión y los perfiles más acusados de la psicopatía (ausencia de remordimientos); el maquiavelismo (la supremacía del interés propio); y el narcisismo (la superioridad y el poder ilimitado). O sea, estaríamos ante un caso en el que al comportamiento derivado de una personalidad definida como la Triada Oscura se ha incorporado un cuarto factor, la perversión. 

Y aquí y así estamos: con un Presidente del Gobierno que ha de ser juzgado política y penalmente por haber traicionado la democracia y por encabezar y promover la demolición del sistema Constitucional con tanto desahogo que alguien podría llegar a pensar que el personaje en cuestión requiere, además de juicio político y penal, un tratamiento clínico específico. ¿Qué puede salir bien?

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