Decía Aristóteles que la democracia era el mejor sistema para los ciudadanos siempre y cuando estuviera regida por gente de alto conocimiento cultural y sólida honestidad. Sin embargo, una vez establecida la democracia, comenzaron a surgir demagogos que pusieron a los ricos en el punto de mira. Rodas, Heraclea, Cumas o Megara fueron algunas de las polis que sucumbieron ante el embuste continuo por parte de aquellos que aspiraban a gobernar a los ciudadanos.
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Se empezó confiscando las propiedades de familias ricas, más tarde se aprobaron impuestos a rentas menores y posteriormente se acabó sumiendo en la miseria a toda la población. Pero en el proceso, la plebe chapoteaba en el lodo y celebraba el ocaso de los ricos. La alegría duró poco. Cuando ya no había nada ni a nadie a quien requisar, el siguiente paso fue ir a por los ciudadanos más débiles y despojarlos de sus bienes. El resultado no fue otro que el fin de la democracia y la implementación de una oligarquía. Este proceso ha sido repetido hasta la saciedad a lo largo de la historia, incluso mucho antes de que Étienne-Gabriel Morelly defendiera en su obra «Código de la Naturaleza» erradicar las clases sociales no solo por cuestión de riqueza, sino también de talento. A decir verdad, el socialismo fracasa una y otra vez por su pretensión absurda de creer que una ley puede organizar de forma colectiva a un país asfixiando la libertad individual que permite a la gente ambiciosa usar su talento y virtudes, en pro del enriquecimiento personal. Basta decir, que en España el papel que juegan los ‘’Amancios’’ y los ‘’Roig’’ es clave a la hora de permitir que el país siga avanzando. Su afán por mejorar sus resultados empresariales, otorgan de forma indirecta a la nación un gran número de empleos y sobre todo, de riqueza.
Lo que se está planteando en España es la desvinculación entre esfuerzo y ganancia, convirtiendo al ciudadano en un trabajador improductivo y poco estimulado. Sin motivación por mejorar, la conformidad se va apoderando de todos los ciudadanos conscientes de que poco importa si se es válido o no, porque al final, la recompensa es la misma. Eso es lo que no entienden los socialistas incapaces de llegar al fondo de la cuestión y amantes de las subidas impositivas y las regulaciones. Su limitación intelectual les hace quedarse en la anécdota y olvidan que un país con una carga fiscal elevada que persigue el dinero, acaba expulsando el talento, la inversión, la innovación y lo más importante: la riqueza.
En los países mediterráneos e hispanoamericanos se nos ha vendido la idea de que el rico es un ser perverso al que está bien quitarle su dinero, cuando en realidad, no estás persiguiendo a un segmento de la población, sino que estás persiguiendo el mérito, el éxito y la ambición del individuo por ser rico. Ambición que permite la creación de nuevas ideas que aportan un beneficio a la sociedad en forma de bienes y servicios. Y una vez estigmatizados todos esos conceptos, lo único que quedará por repartir equitativamente será la miseria como antaño ha ocurrido en tantos lugares del planeta a lo largo del tiempo. Conviene recordar, que cuando los socialistas dicen que van a por los ricos, en realidad van a por usted.