Es la libertad, no es la lengua
La primera víctima del totalitarismo es la libertad. Cuando un gobierno cuestiona, prohíbe y/o persigue la libertad de movimiento, la libertad de expresión y la libertad de elección estamos ante un claro ejemplo de despotismo, la antesala del totalitarismo.
Un mero y desapasionado repaso a la hemeroteca nos permite confirmar que España tiene la desgracia de estar gobernada por un tipo empeñado en proscribir las libertades y demoler la democracia. Todas las decisiones que el auto investido caudillo Sánchez ha venido tomando desde que llegó a Moncloa impulsado por los golpistas y los terroristas, esos “valientes y patriotas” españoles que desde Cataluña y desde el País Vasco han protagonizado las páginas más tristes -y sangrientas- de nuestra corta historia democrática, muestran su pulsión autoritaria y su profunda alergia a la democracia.
Un simple repaso de las Leyes o Decretos aprobados por el Gobierno de la pareja tóxica Sánchez/Iglesias nos permite comprobar que ninguno de ellos escapa a esa pulsión antidemocrática. Y es que ambos saben que han de acabar con la democracia porque mientras esta exista, antes o después, les expulsará del poder.
La Ley Celaá no es sino un apéndice más de esa estrategia. Que nadie piense que Sánchez impulsa esta Ley movido únicamente por su sectarismo o para cortejar el alma tribal y xenófoba de sus socios golpistas, terroristas, populistas y nacionalistas de todo tipo y condición. El objetivo de esa Ley es blindar las políticas de inmersión, instrumento que se ha demostrado un formidable obstáculo para el aprendizaje especialmente de las clases menos favorecidas. Ahora mismo , a pesar de innumerables sentencias de los tribunales, ni en Cataluña ni en Euskadi se estudia en español (no es que no se estudie el español, sino que no se estudia en la lengua materna de la inmensa mayoría de los niños y jóvenes), lo que provoca un déficit en el aprendizaje de la lengua más competitiva de las dos oficiales en ambas comunidades autónomas. En Euskadi se produce además el agravante de que muchos niños no entienden lo que estudian, con lo que se limitan a memorizar para aprobar. La nueva ley social-comunista-nacionalista legalizará el atropello y además facilitará que la gran mayoría de los jóvenes obtengan el titulo de ESO sin haber adquirido los más elementales conocimientos, con lo que a duras penas podrán seguir con el Bachillerato. Para todos esos niños y jóvenes condenados por Ley al fracaso, la FP no será una opción sino un destino; y teniendo en cuenta que las FP más innovadoras y con más futuro también requieren una buena formación de base para adaptarse a los cambios tecnológicos, habremos de concluir que la Ley Celaá conduce al fracaso de todas las generaciones que se vean sometidas a ella. Pero no nos equivoquemos: la Ley no es una improvisación ni siquiera una demostración de pura incompetencia del Gobierno de Sánchez: la ley Celaá es una opción ideológica que no supone la defensa de una escuela pública de calidad sino que pretende la expulsión del sistema de competitividad global que define el mundo actual de todos aquellos que no tengan dinero para pagarse los estudios en un colegio privado. Estamos ante una ley elitista, propia de un gobierno regresivo y reaccionario que no solo recorta libertades sino que al excluir el derecho a elegir que los niños sean educados en la lengua materna -que es además el instrumento más competitivo en España y en el mundo-, condena al fracaso a las personas que más necesitan de la protección del Estado para hacer efectivo el derecho a la igualdad que proclama la Constitución.
Katy Gutiérrez, ex parlamentaria vasca y profesora, publicaba recientemente en un medio vasco un artículo en el que señalaba las consecuencias segregadoras de esta ley y recordaba las sabias palabras de Alain Finkielkraut en “La derrota del pensamiento”: “la alternativa de nuestro tiempo es sencilla: o los hombres tienen derechos o tienen librea. Los partidarios de la sociedad pluricultural reivindican para todos el derecho a la librea, frente a lo que el historiador Ernst Bloch reivindicó soberbiamente el derecho a quitarse la librea´ ”.
Librea
- Uniforme compuesto por una levita con chaleco y un pantalón, generalmente corto hasta la rodilla, y medias; actualmente lo emplean mayordomos y otros criados en ciertos actos oficiales y en ocasiones especiales.
Pues justo ahí hemos de situar el debate frente este nuevo ataque a los derechos de ciudadanía perpetrado por Sánchez. Es la libertad, no es la lengua. Es la ciudadanía, no la tribu. Son los derechos, no la librea.
Como ciudadanos libres -que no con librea- estamos convocados el próximo día 20 para salir a la calle y demostremos a este gobierno social comunista nacionalista que somos ciudadanos, no siervos del caudillo Sánchez. Y que no nos dejaremos doblegar.