Euforias, por Juan Andrés Rubert
Llegó la transición presidencial a Estados Unidos. La potencia más importante del mundo ya ha comenzado su nueva andadura con Joe Biden al timón. Apenas unos pocos días en los que, a través de gestos, ya se atisban ciertos cambios en la Administración estadounidense.
El vergonzoso asalto al Capitolio por parte de los seguidores de Donald Trump dejó un momento de tensión histórica en este inicio turbulento de 2021. Un ataque a la democracia que parecía poner en riesgo la convivencia en Estados Unidos.
Un país que está dividido y muy polarizado. El trumpismo no acaba con la salida del republicano y mucho tendrán que hacer Biden y su mediática vicepresidenta, Kamala Harris, para unir a una sociedad tremendamente fragmentada. Es el resultado de manual de un populista instalado cuatro años en el despacho oval de la Casa Blanca.
Son incontables las esperanzas depositadas en el mandatario demócrata. Los retos son importantes y la situación actual con el coronavirus hace que aún sea más difícil. Ha tenido, eso es cierto, un amplio respaldo mediático en todo el mundo. Las presidenciales se presentaron –como ya pasó en 2016– como un referéndum a vida o muerte entre el “bueno” y el “malo”.
“Ha ganado la democracia”, dijo Biden. Y es verdad. Pero también ganó la democracia con Trump en 2016 y con Barack Obama en 2008 y 2012. Y con todos los presidentes que han ganado unas elecciones allí. No solo triunfa la legalidad cuando gana el que a uno le gusta.
El anterior inquilino no contaba, ni de lejos, con esa popularidad en el globo. Era amado y odiado a partes iguales, no había medias tintas. Ganado a pulso, no menos cierto, por su carácter explosivo de cara a la galería y de confrontar con todo aquel que difiriera de sus planteamientos.
Aun así, reconozco que me produce cierta fatiga la exaltación demócrata estadounidense aquí en España y en otras partes del mundo. También la de los pro-Trump. Creo que un dirigente tiene que demostrar su valía por sus hechos, no por el mero acto de ganar unas elecciones. Y eso necesita recorrido, quizá de años de balance. ¿Biden y Harris fueron elegidos personajes del año por la revista Time simplemente por eso?
No olvidemos, a pesar de la euforia desmedida, que la prioridad principal de un presidente de los Estados Unidos es defender los intereses de los Estados Unidos. De todo lo que encarnan sus 50 estrellas y sus 13 barras. Sea demócrata, republicano o trapecista. Sea Trump o Biden. Que si le puede pegar un rejonazo a cualquier país con tal de proteger su terreno, lo hará. No le temblará el pulso.
Hay ciertas medidas impulsadas por Trump, muy polémicas, que puede que ni las toque. Como los famosos aranceles a China. O la política económica de Estados Unidos, que apenas cambiará porque no se contempla una subida de impuestos. O los planes de infraestructuras. Será bueno, eso sí, que Biden lime asperezas en las relaciones con la Unión Europea, muy deterioradas cuando el magnate estaba al frente.
Pero se ha creado una expectativa desorbitada que puede que decepcione a más de uno. Y es probable que haya más continuidad de la que creemos.