El emboscado
Muchos han crecido con la frase: “yo a tu edad…”, al igual que parece que nunca son suficientes las competencias obtenidas por uno mismo para estar en posición de “elegir puesto”. Parece una carrera sin fin, y en el que al cabo de décadas te das cuenta de que vale más un gramo de apariencia y un buen apellido de pupitre que un kilo de sabiduría o una tonelada de esfuerzo. Qué le vamos a hacer.
A la primera objeción sobre la edad y los logros es fácil responder, basta con decir “sabemos lo que tú a mi edad hacías, veremos lo que yo logro a la tuya ya que lo que tu has logrado queda evidenciado”; a la segunda es más complejo responder, no por que no se tenga claras las competencias o lo que sería lo óptimo, si no por que es materialmente imposible ejercerlas o adquirirlas sin una “planificación” rigurosa y bastante estresante. Con la primera respuesta quedaremos como crueles, cuando no irreverentes; con la segunda anticipamos ya el mal de nuestro mundo: que el tiempo nos controla a nosotros y no al revés.
Si hacemos una revisión de competencias básicas, aquellas sin las cuales el éxito se torna quimérico, la lista es abrumadora y nunca se acaba, la sensación, falsa por otra parte, de plenitud jamás llega, y periódicamente surge la “moda de la contracorriente” de ser más Naturales y Sencillos en nuestras acciones vitales (siempre ofertada por aquellos que precisamente nos hablan desde el atrio o la posición adquirida de forma nunca clara).
Hace unos días un buen amigo, excelente profesional y de larga tradición en resolver problemas a las empresas generando “innovación disruptiva”, me decía “que no existen las historias de éxito bonitas e idílicas, que si rascas suficiente o conoces de primera mano ciertas cosas, te das cuenta de que nadie se hace rico honradamente o con el único capital de su esfuerzo”. Repaso mentalmente los últimos textos sobre las historias de aquellos que dejaron huella en nosotros y en su sector, y no tengo por menos que reconocerle que tiene razón. El que no robo ideas, fue cruel con sus socios, el uno blanqueó dinero de grupos nada recomendables, el otro se aprovechó de amigos de la infancia, unos tiran de apellido con peso, los más utilizan recursos nunca logrados por ellos mismos… El descredito por tanto es demoledor en cuanto a las “virtudes metodológicas” para lograr el éxito, la felicidad o la Ataraxia.
Para ser algo en la vida, tienes que tener idiomas, ser asertivo, proactivo, creativo, lógico, innovador, atrevido, en formación continua, con competencias emocionales a prueba de entornos hostiles, resiliente, incansable, estar a la última, saber de tecnología, leyes, psicología popular; por supuesto debes tener “higiene mental y física”, debes alimentarte y haber sido alimentado ajeno a contaminantes morales y productos “no naturales”, debes hacer deporte y ser capaz de periódicamente o cíclicamente adaptarte a las nuevas “rutinas de sabiduría, ocio y alimentación” que te protegerán contra todo mal futuro. Tus relaciones personales, han de ser honestas, limpias y siempre pendientes de la otra parte y sus sentimientos. Por supuesto no debes olvidar la implicación en tu sociedad civil, tener dotes o conocimientos musicales, estar al día de las últimas tendencias y poseer opinión fundamentada en las cuestiones de tu Era.
Básicamente la “cultura de Urraca” que se te pide, es algo parecido a un Triple IronMan.
La vida se convierte en un proceso agotador, en el que además el equilibrio psíquico es periódicamente cuestionado y derruido cual proceso psicoanalítico por “nuevas formas, rutinas, alimentos y metodologías salvíficas para ser humanos plenos”.
No pretendo nada más que mostrar la imposibilidad de crear de manera rigurosa una “humanidad” que pueda decirse que es “heredera justa de la tierra, de sus seres y del futuro”.
Hemos de intentar aun así crear algún tipo de constructo que nos permita cumplir con la supuesta máxima Ilustrada de mejorar con el tiempo; más allá de las miserias que periódicamente nos son desveladas sobre nuestros Mitos, haciéndoles caer en la ignominia y el olvido, siendo sustituidos por otros, y que al albor de cierto tiempo volverán a ser devorados por el “ansia de veracidad, honestidad y transparencia”.
Aviso a Navegantes: huir de aquellos que os ofrecen la verdad, la honestidad y el máximo exponente de pulcritud ética, porque no sólo serán los más duros inquisidores, si no que serán a la postre los que demuestran mayor vileza y corrupción moral.
Tras algún tiempo dedicado a compartir conocimiento (enseñar me suena pretencioso), que es la única manera que entiendo para mejorar uno y aportar a la mejora de los demás, he llegado a la conclusión, casi diría que certeza en el sentido Cartesiano, que sólo aportando una planificación académica formal y un ejemplo vicario en lo moral lo más transparente posible, se puede lograr eliminar el circulo vicioso del que antes hablábamos a la hora de “formar ciudadanos”.
Los ritmos, las maneras, y sobre todo el volumen del conocimiento adquirido (vale decir también experiencia), no puede de ninguna forma un acumulativo de “sensaciones y papeles” para demostrar que podemos hablar de algo. Evitaríamos esa permanente obsesión de exhibicionismo de nuestros logros, que ahora publicamos en redes sociales de forma compulsiva, y que antes era suplicio al visitar a amigos/parientes que “obstinadamente mostraban videos o fotos de sus últimas vacaciones, eventos varios o muestras de estar a la última en algo (aun recuerdo con pavor las modas por hacerse expertos en elaboración de Gin Tonic, o los viajes exóticos, que evidentemente eran rápidamente sustituidos por otra moda igual de marketiniana y pasajera).
Estar IN/OUT no deja de ser algo ajeno a lo que debería ser el devenir o desarrollo propio de una sociedad o un individuo. Estar o no estar a la moda no puede ser meramente una pose, ni algo impuesto desde fuera.
La desventaja es que, aunque sabemos que es un comportamiento erróneo y destructivo para grupos, personas y ecosistemas, no podemos evitar ser arrastrados por la corriente, con la impresión de que no gobernamos ni vidas, ni haciendas, ni el futuro de nuestros hijos; estos últimos más propiamente hijos de un tiempo que de los genes o esfuerzos de progenitores. Los unos por no haberlos elegido, los otros por depender de demasiados factores para que “salga algo mínimamente coherente”. Aunque ahora podemos epigenéticamente modelar los rasgos de un individuo convirtiéndonos en perfectos Dr. Frankenstein, y “apañar mediante pago” los factores que de suyo harán de los descendientes “dignos herederos de la tierra”, aunque para ello los padres y madres se conviertan en el compostaje para hacerlo.
Cumplida mi tarea, tengo que cerrar esta reflexión, por que ya ha sonado el “timbre” de la siguiente “tarea” que está programada. Así que espero que ustedes cumplan sus calendarios y les de tiempo a en algún momento, como dice un gran amigo mío, “a pensar por uno mismo y no que piensen por nosotros”. No se preocupen, en poco más de Diez mil minutos nos volvemos a encontrar para en aproximadamente mil palabras compartir más conocimiento.