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Libertad de extorsión

Libertad de extorsión

Con Pablo Hasél sucede como con el resto de cuestiones en política española, se ha trazado una línea divisoria entre los míos y los otros. Y desde ahí se comienza a construir o destruir el debate público, según sea oportuno en cada momento.

Dicha línea también se traspasa convenientemente, así por ejemplo no es difícil encontrar al Gobierno ejerciendo de oposición de igual manera que no es extraño ver al Poder Ejecutivo cargando contra el Poder Judicial. Pero no únicamente, pues esta bifurcación del Estado encuentra su máximo exponente en Pablo Echenique, que desde la lejanía de su smartphone animaba a los manifestantes que arrasaban la ciudad por la noche. Supongo que esa es la archiconocida moderación que se vende en las tertulias donde se habla de “sentido de Estado” y otras palabras grandes.

Porque el populismo siempre es exógeno, siempre son otros. Animar desde las instituciones a los que destruyen la ciudad, jalear a los que deseaban atentados contra compañeros de trabajo y entusiasmarse con quienes agredían a periodistas es válido siempre y cuando no se haga en forma de poema satírico contra Irene Montero, que ha logrado construir alrededor de sí una aureola censora que no envidiaría ningún señor feudal. 70.000 euros de aviso tienen la culpa y toda una trayectoria de juicios avalan la inmunidad de rebaño en favor de la señora ministra.

Visto que la libertad de expresión es finita, corrieron rápido a acotarla, reservándose para sí un escudo contra los agravios. Recordemos que hablamos del partido que apuesta por perseguir los piropos al tiempo que arropa, en tribunales e instituciones, a aquellos que enaltecen atentados contra sus propios compañeros de trabajo. El debate se libra contra un gobierno de coalición cuyo socio mayoritario, el PSOE, habló y redactó una futura Comisión de la Verdad que garantizaría contenidos que impusieran un determinado modo de pensar sobre acontecimientos históricos (Memoria Histórica en politiqués) de nuestra época más reciente.

El único poema por el que pudo haber sido condenado Pablo Hasél se redactó en forma de historial judicial que, si se quiere, puede distribuirse en versos alejandrinos que llenarían sus múltiples causas. Enaltecimiento, calumnias, agresión y toda una retahíla que siempre encontrará cobijo en quienes ya defendieron a Valtónyc, Andres Bódalo o Alfon. 

Pero el tratamiento desigual de estas protestas no ha sido estrictamente político, de hecho, en buena parte, el cariz tumultuoso ha sido atenuado por ciertos periodistas que no veían posibilidad de contagio en estas agrupaciones así como por activistas políticos vinculados al sector sanitario, que no salieron prestos a denunciar en vídeos y tiktok´s lo irresponsable del comportamiento. 

“Que-viva-la-lucha-de-la-clase-obrera” gritaban en las protestas detrás del mobiliario que ardía, pero la única clase obrera presente en las protestas por Hasél era la policía que las reprimía por la noche y las limpiadoras que arreglaban los destrozos por la mañana. Como en el Valle Giulia, yo iba con la policía.

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