El Senado estadounidense ha examinado este martes las «brechas colosales» de seguridad que permitieron el asalto al Capitolio el pasado 6 de enero, en una audiencia en la que los exresponsables de proteger el Legislativo han achacado el suceso a fallos de inteligencia.
Por qué es importante: la audiencia conjunta de dos comités del Senado ha marcado la primera aparición pública de los tres principales encargados de la seguridad del Capitolio en el momento en el que se produjo el asalto de los seguidores del expresidente Donald Trump[contexto id=»381723″], un suceso extraordinario que se saldó con cinco muertos. Los tres exfuncionarios, que tuvieron que renunciar tras el ataque, han coincidido en tachar de inadecuada la información que recibieron sobre la situación de seguridad en Washington antes del 6 de enero, cuando cientos de seguidores de Trump acudieron a la capital mientras el Congreso se reunía para certificar el resultado de las elecciones.
«Aunque parece que hubo numerosos participantes de varios estados planeando este ataque, parece que la comunidad de inteligencia al completo se perdió» esas señales, ha denunciado el exjefe de la Policía del Capitolio, Steven Sund. «Estos criminales (que asaltaron el Capitolio) vinieron preparados para la guerra», ha agregado Sund.
En el mismo sentido, el exresponsable de seguridad de la Cámara Baja, Paul Irving, ha asegurado que, antes del 6 de enero, la inteligencia que recibió «indicaba que algunos grupos alentaron a los manifestantes a que vinieran armados, que la violencia era una posibilidad (…), pero no que habría un asalto coordinado al Capitolio». «Eso no se contempló en ninguna conversación en los días previos al ataque», ha añadido Irving.
El senador demócrata Gary Peters, presidente del Comité de Seguridad Nacional del Senado, ha coincidido en que hubo «brechas colosales en la recolección de inteligencia y los preparativos de seguridad», no solo por parte de los responsables del Capitolio, sino también del FBI y el Departamento de Seguridad Nacional.
Uno de los temas centrales de la audiencia ha sido un informe interno emitido por la oficina del Buró Federal de Investigaciones (FBI) en Norfolk (Virginia) un día antes del asalto al Capitolio, que alertaba de que un grupo de extremistas se preparaba para lanzar una «guerra» en Washington y cometer violencia contra el Congreso.
Sund, el exjefe de Policía del Capitolio, ha asegurado que su institución recibió ese informe la víspera del asalto al Capitolio, pero que el documento nunca se transmitió a la cúpula de mando, por lo que él no lo vio, y tampoco lo vieron Irving ni el exresponsable de seguridad del Senado, Michael Stenger, también presente en la audiencia.
El actual jefe interino de la Policía Metropolitana de Washington, Robert Contee, que ha sido el cuarto testigo de la audiencia, ha precisado que ese informe del FBI llegó «en un correo electrónico» a las 7 de la tarde, y que algo tan grave «debería haber suscitado una llamada».
Tanto Contee como Sund creen que las agencias de inteligencia del país fracasaron a la hora de identificar como una amenaza seria a los grupos supremacistas blancos y de ultraderecha que luego protagonizaron el asalto.
Contee también ha culpado de lo sucedido al Departamento de Defensa, que le dejó «de piedra» con su lentitud y reticencia a la hora de enviar a las tropas de la Guardia Nacional que se necesitaban para despejar el Capitolio una vez que se produjo el asalto.
La audiencia también ha contado con el testimonio inicial de una capitana de la Policía del Capitolio, Carneysha Mendoza, quien ha descrito su experiencia cuando defendía el Congreso el 6 de enero y los asaltantes dispersaron «gases lacrimógenos de grado militar». «Sufrí quemaduras químicas en mi rostro que todavía hoy no se han curado», ha denunciado Mendoza.
La senadora demócrata Amy Klobuchar ha dicho al concluir la audiencia que, aunque queda mucho por investigar, al menos hay «un consenso claro de que esto fue una insurrección planificada«, algo que han confirmado tanto Contee como Sund e Irving.