España en marcha
Los pillos precisan de los pardillos para que su estrategia tenga éxito. Pero no voy a dedicar esta columna a hablar de los pardillos, que bastante tienen con lo suyo. Lo que quiero poner de manifiesto es que, incluso ante pillos redomados que han utilizado sus malas artes para apalancarse en el poder se han apalancado en el poder, los ciudadanos somos capaces de desenmascarar sus tretas.
Los españoles de bien tenemos algunas buenas cartas que jugar para mostrar al mundo que estamos gobernados por unos trileros, no en vano España forma parte de la Unión Europea, de ese club de demócratas cuya Constitución proclama en su preámbulo que “Europa es un espacio especialmente proclive para la esperanza humana”. Efectivamente, Europa representa la esperanza para combatir al virus social comunista, disgregador y rupturista que emana desde la Moncloa y para victoriosos frente a las pulsiones totalitarias de nuestros gobernantes.
Pero el resto de europeos no va a hacer por los españoles no estemos dispuesto a hacer por nosotros mismos. Nos corresponde iniciar el camino antes de pedir solidaridad activa, acción común y compromiso europeo contra un virus el de la ruptura y la confrontación que hoy sufrimos en España pero que si no lo frenamos puede convertirse en una pandemia en todo el Continente.
Es natural que los ciudadanos exijamos a los políticos que cumplan con su obligación, que representen y defiendan con dignidad y eficacia las instituciones en las que les hemos puesto prestándoles nuestra confianza por un tiempo limitado. Pero no es menos cierto que ser ciudadano comporta derechos y deberes; y nuestro deber de participar en la defensa de la democracia va mucho más allá de acudir a las urnas cuando somos convocados o de quejarnos en tertulias o conversaciones privadas por los actos o la desidia de los políticos de turno.
Es verdad que la Constitución española no es una Constitución militante, por lo que no escucharemos a ningún cargo público palabras como las pronunciadas por la Vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris, en su toma de posesión: “Juro solemnemente que apoyaré y defenderé la Constitución de los Estados Unidos contra todos los enemigos, extranjeros y domésticos…”. Pero aunque nuestra Constitución no sea militante ni haya existido jamás una pedagogía democrática de ejercicio, nada impide que los ciudadanos militemos en defensa de la democracia.
Un ejemplo de militancia democrática -y signo inequívoco de que España está despertando- es que el ha dado la Plataforma por la Independencia Judicial remitiendo a las Instituciones Europeas una denuncia por los ataques contra la Justicia procedentes del poder político, en la que se reclama una intervención urgente de las autoridades supranacionales al haberse alcanzado en España “niveles de degradación similares a los de Polonia”.
Los pillos españoles que nos gobiernan y aplican los principios de la propaganda de Goebbels confían en que los españoles pereceremos víctimas del síndrome de la rana hervida –otro día me extenderé en este concepto- , que nos volveremos a descuidar y que para cuando reaccionemos será demasiado tarde y ellos ya habrán perpetrado su traición. Pero empiezan a aflorar voces libres de ciudadanos que no están dispuestos a esperar a que los políticos “oficiales” nos resuelvan los problemas. Seguramente que los pillos que sacan provecho de la destrucción del tejido económico y social de España, los golfos que desde el Gobierno se quieren aprovechar de la crisis sanitaria y de sus secuelas para acelerar el proceso de ruptura no habían previsto que debajo de ese estruendoso silencio que parecía ocuparlo todo hay muchos españoles dispuestos a organizarse al margen de los partidos políticos para defender el orden constitucional. Es pues una buena noticia que haya surgido una nueva Plataforma Cívica que libre la batalla por la independencia de la Justicia y se sume a las denuncias planteadas en Europa por el Consejo General del Poder Judicial, por los grupos parlamentarios y por algunos ciudadanos particulares.
Las huestes de la pareja tóxica Sánchez/Iglesias tampoco habían previsto que un órgano presidido por quien fuera la Vicepresidenta todopoderosa de Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega, fuera a actuar con criterio profesional y no a sus órdenes. Ha debido ser toda una sorpresa para los propagandistas gubernamentales que el Consejo de Estado haya aprobado por unanimidad un dictamen demoledor sobre el Real Decreto que “regula” el sistema de distribución de los Fondos Europeos para afrontar la crisis económica y social como consecuencia de la Covid19, en el que denuncia que la discrecionalidad y la ausencia de control público y democrático con la que el Gobierno pretende distribuir los fondos europeos tiene enormes vicios de legalidad que resultan incompatibles con nuestro ordenamiento jurídico por lo que, además de burlar todo tipo de controles democráticos, podría convertir la norma en inconstitucional. Ese dictamen supone una buena noticia para los demócratas y un gran revés para un Gobierno que pretende ejercer de forma despótica el poder. Y el hecho de que el Consejo de Estado haya estado a la altura de su dignidad y se haya puesto de parte de la democracia para protegerla es un signo de que la España constitucional es más fuerte de lo que Sánchez y su tropa querrían.
Creo que se está produciendo un rearme social en defensa de lo que nos une, en defensa de la España que importa, la que nos reconoce el libre albedrío y la soberanía a todos los españoles por igual al margen del rincón del territorio del que seamos vecinos. Porque es la España en marcha de Celaya la que se abre paso frente a aquella otra que lloraba el poeta en la que “a penas si nos dejan decir que somos quien somos…”. Porque somos ciudadanos de una única Nación que se llama España y vamos a provocar que se escuche nuestra voz.