El disparate del caos
Es como un déjà vu. 365 días después volvemos al mismo debate en el foro público. Hace un año, que se dice pronto, estábamos a las puertas de que la pandemia del coronavirus se desbordara a lo largo y ancho de España. Ya había todo tipo de informes y advertencias sanitarias que señalaban que esto se estaba poniendo feo. Aun así, el Gobierno de coalición, estrechándose en su ideología y en sus votos, permitió todo tipo de movilizaciones para el 8-M.
Cierto es que aquellos días se celebraron actos que nada tenían que ver con aquello, como el mitin multitudinario de Vox en Vistalegre, o los partidos de fútbol, o cualquier acto programado. La diferencia es que en la mano del Gobierno estaba frenarlo todo, lo uno y lo otro, con mucha más información que los ejecutivos regionales, pero no lo hizo.
Ahora, justo un año después, volvemos a las andadas. Dicen que somos el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Se han convocado más de 400 manifestaciones por el Día de la Mujer. Cumplen con los requisitos sanitarios, según las Comunidades Autónomas que las permiten. Allá ellas con sus criterios, yo no voy a meterme ahí.
Aun así, durante esta última semana he estado escuchando a expertos científicos en la radio que se llevaban las manos a la cabeza. Decían que era un contrasentido convocar manifestaciones así. Que se iba a transmitir a la sociedad una imagen de que la situación estaba ya superada. Que concentrar a tanta gente, aunque se contaran por decenas, ya era un riesgo. Que en algún momento alguien se relajaría. Que era, al fin y al cabo, una temeridad y una irresponsabilidad.
Y el discurso estaba ya preparado por si el asunto no salía adelante. Del “Van contra las mujeres”, pasando por el “Quieren acabar con el movimiento feminista”, al “Nos censuran”. Pues no, oiga. Es que no toca. Así de sencillo. Pero seguro que los expertos científicos también son unos radicales en contra del 8-M.
Cada uno es libre de hacer lo que quiera y hay ciertas reivindicaciones —como la del Día de la Mujer— que son muy necesarias hoy en día. Aunque alguna que otra mujer, acaso cientos o miles, cometa la osadía de salirse del guion dictado por Irene Montero. Pero creo que, en estos compases víricos en los que nos movemos, quizá, solo quizá, no sea lo más adecuado. Ni las manifestaciones del 8-M, ni ningún acto similar de cualquier tipo.
Luego sale también Gabriel Rufián, polemista de salón, y se lleva las manos a la cabeza porque en Madrid se permite ir a los toros pero no al 8-M. Pues mire, señor Rufián, en la capital donde usted reside no hay corridas de toros desde febrero de 2020. Por desgracia. El mundo del toro sí que supo frenar a tiempo el disparate del caos vírico. Pero había que pegar el rejón delante de la galería como fuera.
Solo espero que no tengamos que lamentar un repunte alto de casos. Un poco de sensatez, un año después, no vendría nada mal. Tal vez sea mucho pedir.