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La apisonadora

La apisonadora

La apisonadora del show de Sánchez es una metáfora perfecta de cómo funciona su política: se puede ganar una moción de censura y aprobar unos presupuestos con el partido de los proetarras y después montar esa performance tan vergonzosa.

Maite Araluce, dirigente de la asociación de víctimas del terrorismo, le recordaba al presidente que lo peligroso no eran las armas -y menos esa colección de antiguallas-, sino las manos que las empuñan. Y a los dueños de esas manitas, los acerca Sánchez al País Vasco cada viernes. 

Estamos acostumbrados a los malabarismos de este gobierno que cumple con varios  de los principios de Goebbels. Para empezar, el de renovación: “hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda el público ya esté interesado en otra cosa”. 

Prueben a hacer memoria y recordar todo lo que ha pasado este año. Es imposible: las meteduras de pata, las mentiras, la propaganda…

Pero no olvidemos otros dos principios: el de la exageración y el de la vulgarización. Parece mentira que se puedan emitir sin sonrojo algunos de los mensajes que oímos día tras día, pero ahí están. 

Y ahora que llega el 8 M, cabe recordar algunos.

Ante la manifestación del día de la igualdad a la que animaba a asistir Carmen ‘Bonita’ Calvo con lo de “que le va la vida”, estamos escuchando verdaderas estupideces. 

La negativa a autorizar esos actos en la calle lleva a una de nuestras  ministras a denunciar  “la España gris, machista, que nos quiere de vuelta a nuestras casas”. 

Lo dice en 2021. 

“El machismo mata más que el coronavirus” o lo de Pilar Llop, que ocupó el puesto de delegada del gobierno: “una democracia en la que la mitad de la población vierte violencia sobre la otra mitad no es democracia”. 

Pilar, dirigente del PSOE, añadía ayer que “nuestras niñas y adolescentes, las mujeres del futuro, deben tener garantizado el acceso a su educación en condiciones de libertad y seguridad”. Hablaba de España, no de Afganistán. Exageración y vulgarización. Y si lo niegas, apisonadora. 

Se puede ser firme al defender a las mujeres que sufren violencia sin participar en todo lo que dice la izquierda. Este es un drama que debemos afrontar de forma valiente. 

Parece mentira que no seamos capaces de defender mejor a aquellas que viven esa auténtica tragedia. Más educación, medios y policías; más control y soluciones de vivienda para defender a aquellas que están en peligro; más independencia para alejarlas del monstruo, un trabajo más serio para atajar la trata… 

Pero no simplifiquemos. Como bien recuerda Juan Claudio de Ramón en un excelente artículo en el que analiza el lenguaje en torno a la violencia contra las mujeres, hoy, las posibilidades de que una de ellas muera a manos de un hombre en España son del 0,00061%. Es decir, una mujer tendría que alumbrar 166.666 hijos para que naciera un asesino de mujeres. 

Nos están matando a todas, machete al machote, se escucha mientras tanto. 

Hay mucho que hacer, pero no dejemos de valorar que España es uno de los mejores países del mundo para ser mujer. Soportamos una de las tasas de asesinatos machistas más bajas de Europa. Y tenemos una de las mayores proporciones de mujeres en nuestros parlamentos. 

Cada vez que oigo al feminismo de izquierdas retratar a los hombres españoles, me pregunto qué les hace relacionarse con semejantes cavernícolas. La inmensa mayoría no nos sentimos reflejados en semejante cuadro.  Aunque es más probable que mientan, que nos tomen por tontes, que agiten ese argumento para que no veamos cómo fracasa su gestión. 

Volviendo al principio. 

¿Se puede montar el número de la apisonadora y blanquear a Bildu? ¡Se puede! ¿Erigirse en guardianes de la fe feminista mientras no se solucionan los principales problemas de las mujeres? También. 

Y algunos colaboramos en ello empujados por un complejo inexplicable, una cobardía que no se entiende. 

No hay que renunciar al debate de ideas. Aunque acabemos señalados por una izquierda que quiere hacer suyo el terreno y no hace nada real para defender a las mujeres. 

Lideramos el paro femenino en Europa, un paro que ha crecido en España -está en el 18,4%- por encima del resto de países durante el periodo de este ‘gobierno feminista’. Seguimos sin políticas de conciliación para reparar la brecha más grande: la que afecta a las mujeres que deciden tener hijos… 

Hay que  centrarse en todo eso y en atajar las muertes, y no en debates nominalistas ni exageraciones. 

Debemos atraer a Podemos y a Vox a un pacto nacional contra la violencia de género y no aprovechar matices para echarlos o permitir que se autoexpulsen por razones tácticas. 

Nadie está a favor de la muerte de las mujeres. Sólo hay un partido -Bildu- que no las condena. Al menos las de las 44 mujeres y 14 niñas que asesinó ETA. 

La apisonadora es una máquina que se utiliza sobre todo para la construcción de carreteras, de vías de comunicación. 

El gobierno la saca para romperlas. 

Las palabras, su exageración, se usan para impedir que evaluemos el resultado de las políticas que aplicamos desde hace años de forma inamovible. 

Si todo se queda en exageraciones y en broncas sobre cómo nombrar al drama (violencia de género, intrafamiliar, conyugal -como en Francia- o terrorismo machista), no avanzamos nada. 

Juan Claudio de Ramón recordaba en su artículo una frase de Ferlosio: “toda predilección por una palabra en sí, al margen de un contexto, es un síntoma de predisposición al fanatismo”

Amén.

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