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Tragedia sabor naranja

El autor analiza los últimos acontecimientos políticos; las mociones de censura presentadas por Ciudadanos y las elecciones madrileñas

Tragedia sabor naranja

Pocas semanas van a estar a la altura de la histeria y la catarsis política como esta que hemos vivido. Y no hay guionista capaz de igualar una trama así. Una historia mezcla de traición, transfuguismo, estrategia, tensión con numerosos puntos de giro y falta de escrúpulos. Política, al fin y al cabo, al menos a la que nos tienen acostumbrados. 

Es curioso ver cómo empezó todo este cuento. Una maniobra secreta teledigirida por Inés Arrimadas, rendida a los deseos y designios de Pedro Sánchez, para dar un golpe de efecto en la Región de Murcia. Después, a la velocidad del rayo, se extrapola un posible movimiento similar a Madrid, Castilla y León y Andalucía. Todo podía pasar, aunque estos dos últimos gobiernos de coalición parecieran algo más estables. 

La dramática situación que atraviesa la formación naranja obliga a dar pasos arriesgados. Y es lo que ha tratado de hacer su líder, tratando de tocar alguna tecla, aunque sin acierto. El intento de supervivencia en la política genera ese tipo de actitudes, de arriesgar una y otra vez. El problema es que ya no tienen crédito, o su líder no goza del prestigio que antaño tuvo. Un partido que se presentó como bisagra entre derecha e izquierda, como formación útil y necesaria para España, ha terminado en un marasmo de incertidumbre y volatilidad. 

Y, si echamos un vistazo a los acontecimientos recientes, nada les ha salido bien. Hemos pasado de un golpe que dejaba muy tocado al PP en medio de su regeneración a un naufragio del barco de Ciudadanos. Un boquete más, quizá el definitivo. De entrada, reunión de la Ejecutiva Nacional naranja este lunes que viene. Son varios los altos cargos que han pedido de forma pública ese concilio porque la situación es insostenible. No está previsto, en principio, que Arrimadas dimita, aunque uno ya se espera cualquier cosa.

Esa maniobra fracasada provocó que Isabel Díaz Ayuso, el verdadero baluarte popular, se anticipara a que no ocurriera lo mismo en Madrid. No se fiaba de Ciudadanos y con razón, que se echó sin miramientos a los brazos del socialismo en una operación poco transparente, y convocó elecciones. Fue ella quien simplemente informó —que no consultó— a Génova de que lo iba a hacer. Los últimos sondeos ya dicen que la presidenta regional va a arrasar en los probables comicios del 4 de mayo. 

El PP sale más o menos victorioso de la situación. O airoso. Tampoco está para dar la vuelta al ruedo. Al PSOE, por su parte, le ha cogido desprevenido el último capítulo, aunque dudo que le pase factura, su movimiento ha sido más en la oscuridad. Ha sido realmente Ciudadanos el que ha recibido un revolcón muy serio. Uno ya puede palpar la tragedia sabor naranja. Con cara de UPyD.

Sigo pensando en aquel lejano —me da esa sensación— mes de abril de 2019. Sánchez y Albert Rivera sumaban 180 escaños. La política son oportunidades. Ese hubiera sido un tren sensato al que subirse. Ahora, de Ciudadanos es probable que no quede ni la raspa. 

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