Generaciones marcadas por la pandemia
Trabajadores con puestos consolidados, empresas y negocios de éxito han tenido que cerrar las puertas o reinventarse.
Trabajadores con puestos consolidados, empresas y negocios de éxito han tenido que cerrar las puertas o reinventarse
Los años 20 de este siglo pasarán a la historia marcados por una pandemia que ha obligado a cambiar nuestra forma de vivir, ha condenado a la soledad a nuestros mayores, obligado a los jóvenes a alterar su forma de ocio, sus estudios y truncado el futuro laboral de muchos trabajadores.
El miedo al contagio de un virus que ha causado en España más de 70.000 muertos ha obligado a modificar la forma de relacionarnos, a acudir a herramientas digitales para comunicarnos con nuestros seres queridos, pero también para trabajar y estudiar y ha criminalizado actos que antes eran tan cotidianos como la celebración de una boda, un cumpleaños o una simple reunión de amigos.
Niños de la guerra, ancianos de la pandemia
La generación que siempre sería conocida como la de ‘los niños de la guerra’ será también recordada ahora como la de los ‘ancianos de la pandemia’. Ellos son los que más han perdido. En vidas, porque muchos se han ido antes de lo que tocaba, pero también los que aún viven y que no pueden por menos que pensar que les han robado un año.
Un año sin besar a sus nietos, sin abrazar a sus hijos, sin jugar a las cartas con sus amigos, sin salir a pasear y charlar con los vecinos, un año con el miedo metido en el cuerpo y contando el número de conocidos que han fallecido por culpa del coronavirus.
En la residencias, los ancianos han estado un año prácticamente enclaustrados, apenas sin recibir visitas, sin salidas y obligados a constantes cuarentenas. Solos durante días en sus habitaciones.
Mayores de 60: de la jubilación activa al encierro
La mortalidad también se ha cebado en el colectivo de mayores de de 60 años. Una edad a la que muchos piensan ya en la jubilación y en poder dedicarse a tantas cosas que no habían podido hacer hasta entonces.
Las personas entre 60 y 80 años habían podido disfrutar hasta ahora de una vida social activa, liberados de las obligaciones del trabajo y del cuidado de hijos, era el momento de mirar por uno mismo, de viajar y desarrollar sus aficiones y la pandemia les ha confinado en sus casas y, en algunos casos, les ha convertido en cuidadores de sus nietos, a pesar de los riesgos.
La suspensión de las clases en los colegios ha hecho que muchas familias tuvieran que recurrir a los abuelos para hacerse cargo del cuidado de los más pequeños y, una vez más, igual que pasó en la anterior crisis, han estado allí para socorrer a sus hijos.
Teletrabajo, ERTES y colas del hambre
La pérdida de empleo, el cierre de negocios, los ERTE son otras de las consecuencias de esta pandemia que ha llevado hasta las conocidas como «colas del hambre» a personas que nunca imaginaron que pudieran pasar dificultades económicas.
Trabajadores con puestos consolidados, empresas y negocios de éxito han tenido que cerrar las puertas o reinventarse. Cerca de 900.000 empleados se encuentran acogidos a un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) y el desempleo supera los 4 millones de personas por primera vez desde 2016.
Y aquellos que conservan su empleo se han visto arrastrados de la noche a la mañana al teletrabajo, las reuniones virtuales, los despachos improvisados y muchos padres han tenido que hacer auténticos malabares para trabajar con sus hijos en casa.
Jóvenes y adolescentes 24 horas al día con sus padres
Los jóvenes y adolescentes también han sufrido una auténtica revolución. En una etapa de la vida en la que las relaciones sociales son fundamentales, han tenido que encerrarse durante meses con sus padres, seguir las clases ‘online’ y han visto frustradas sus espectativas de conseguir un primer empleo.
Se les ha criminalizado por su comportamiento ante la pandemia y han sido protagonistas de cientos de imágenes de fiestas sin mascarillas ni distancia social, aunque también han dado ejemplo de responsabilidad y solidaridad.
Como lo hizo Pablo Alcalde, un joven riojano de 16 años e hijo de una empleada de limpieza, que movilizó a un grupo de amigos a través de las redes sociales para organizarse y dar un ejemplo de que no todos los adolescentes son iguales, mientras limpiaban los destrozos causados por jóvenes radicales.
Los niños, expertos en pandemia
Un ejemplo de adaptación han dado, en este caso, los más pequeños. Han aprendido a vivir con la mascarilla puesta, a lavarse concienzudamente las manos y echarse gel hidroalcohólico a cada paso, han reinventado los juegos sin contacto físico y se han convertido en expertos en videollamadas y clases en red.
Con la vida reducida a su «burbuja» social, sin cumpleaños ni fiestas, con encuentros muy limitados con abuelos y demás familia, los niños han interiorizado la pandemia en sus vidas y acatado como nadie las nuevas normas de convivencia.
La generación ‘pandemial’ que no recordará el coronavirus
Mientras, en estos meses han llegado al mundo los bebés de la generación «pandemial», los que nacieron en un paritorio sin la presencia de sus padres y que por culpa de la mascarilla no pudieron ver la sonrisa de sus madres al cogerles en brazos por primera vez.
Los que tardaron meses en conocer a sus abuelos, y que ya no van de brazo en brazo recibiendo los besos de toda la familia. Será con suerte la generación que no recuerde qué fue esto del coronavirus y de la pandemia que puso la vida de todos patas arriba.