Pablo Iglesias, de "asaltar los cielos" a la expulsión del paraíso en siete años
El fundador de Podemos ha pasado de acabar con el bipartidismo a encontrar su muerte política en unas elecciones autonómicas
El fundador de Podemos ha pasado de acabar con el bipartidismo a encontrar su muerte política en unas elecciones autonómicas
En apenas siete años, Pablo Iglesias ha pasado de ser el enfant terrible de la política española, dinamitero del bipartidismo y catalizador de la nueva izquierda, a un involuntario «chivo expiatorio» que se ve forzado a dimitir de todos sus cargos tras el triunfo arrollador de la derecha en Madrid.
Como reconocía él mismo en la noche electoral, su figura, que cambió para siempre la política española, ya no suma sino que por el contrario moviliza a la derecha que pretende combatir y, ante esta situación, lo único que le quedaba era echarse a un lado y dimitir.
Su abrupta salida del Gobierno de Pedro Sánchez para intentar salvar a Podemos en la Comunidad de Madrid, ya se presentaba como una operación de alto riesgo y se barruntaba que aunque consiguiera salvar los muebles no recogería el acta de la Asamblea. Así será.
«Un militante debe estar allí donde es más útil en cada momento», decía Iglesias al anunciar su candidatura en Madrid. Con idéntico argumento ha anunciado este martes su marcha.
Iglesias no pudo contener las lágrimas cuando su partido entró por primera vez en el Congreso ni cuando logró ser vicepresidente del Gobierno. Sin embargo, este martes no se emocionó ni por un momento, señal de que esta decisión rondaba por su cabeza desde hace tiempo.
Agitador en el Gobierno
A sus 42 años, Iglesias ha sido profesor universitario, fundador de Podemos, candidato a las europeas y cuatro veces a las generales y como colofón a tan fulgurante como corta carrera, vicepresidente del primer Gobierno de coalición de la democracia.
Un paso por el Gobierno con muchos claroscuros, con un balance de gestión escaso y con tensiones internas con el PSOE que día sí, día también, copaban las portadas de los periódicos.
Con la convicción de que «hasta que pierda el último diputado» el papel de Podemos era el de plantar cara al PSOE para dejar en herencia políticas sociales, Iglesias se ha enzarzado en su año de vicepresidente en mil y una disputas: por los presupuestos, por las leyes de igualdad, los escándalos de la Monarquía o la derogación de la reforma laboral.
Iglesias, que nació en Vallecas aunque ahora viva en su ya famoso chalet de Galapagar, que le costó una consulta a los militantes y miles de decepcionados entre sus seguidores, dio sus primeros pasos en la política en la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), en la que militó desde la adolescencia hasta los 21 años.
Líder autoritario
Tras trabajar para IU de la mano de Yolanda Díaz, señalada ahora como su sucesora, Iglesias fundó Podemos desde aquel laboratorio de ideas que fue la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense junto a otras figuras como Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa o Luis Alegre, además de los Anticapitalistas de Teresa Rodríguez y Miguel Urban.
Salvo Monedero, la mayoría de ellos se fueron marchando de Podemos entre críticas de autoritarismo. Errejón fundó su propio partido tras su ruptura, incluso personal, con Iglesias, y ahora no tendrán que volver a encontrarse en un parlamento en el que la formación de quien fuera el número dos de Podemos casi ha triplicado los votos de los morados.
Pese a las sucesivas fugas, el liderazgo de Iglesias en Podemos parecía que nunca iba a sucumbir ni a las tensiones ni a las críticas, ni tan siquiera a los altibajos de su partido en las diferentes citas electorales, en las que siempre ha ido de más a menos y que le han convertido en un partido irrelevante en comunidades y ayuntamientos.
Incluso en ese contexto revalidó Iglesias en mayo del año pasado la secretaría general de la formación morada por otros cuatro años con una ejecutiva conformada al cien por cien por afines.
Padre de tres hijos junto a la ministra de Igualdad, Irene Montero, Iglesias ha corrido una maratón política que le ha llevado de querer «asaltar los cielos» y romper el «régimen del 78» a encontrar su muerte política en unas elecciones autonómicas en solo siete años.
El futuro de Iglesias, tal y como él mismo ha dejado caer, parece estar en las aulas de la universidad y en la televisión, para hacer lo que el llama «periodismo crítico y comprometido». El compromiso que Iglesias, eso sí, ha ido progresivamente perdiendo es el de los votantes.