Tras las elecciones del 4M21- ese particular mayo español que pasará a la historia como el momento en el que los madrileños proclamaron en las urnas: ¡”Prohibido prohibir”! – habrá muchos y “sesudos” análisis de “politólogos” de profesión o de contrato que, a toro pasado, darán explicaciones sobre lo que no supieron ver. Como los economistas que por costumbre nos explican las crisis económicas después de que se han producido, los “expertos” de la propaganda nos aleccionarán sobre por qué el PSOE se ha hundido, por qué Cs ha desaparecido, qué ha provocado que Iglesias haya sucumbido arrastrando a Podemos en la caída y cómo se explica que la marca blanca de la tropa comunista española del odio y la división haya recogido los restos para armar la tropilla madrileña con los mismos mimbres y, sobre todo, con los mismos objetivos.
Pero yo quiero rendir hoy homenaje a los verdaderos protagonistas de la jornada del 4 de mayo, que no son otros que los madrileños, que han ejercido de forma abrumadora su libre albedrío y se han comportado como ciudadanos de primera.
El hecho más alentador de estas elecciones es el comportamiento de los madrileños. Es imposible regenerar la democracia si los ciudadanos no se comprometen. No es posible provocar el cambio si los ciudadanos se quedan en sus casas cuando son llamados a ejercer su libre albedrío. Es imposible defender las instituciones si quienes deben ser beneficiarios del trabajo de las misma, los ciudadanos, no actúan eligiendo en las urnas a quienes han de constituirlas. No es posible ganar ninguna batalla sin librarla; no es posible vencer las dificultades si no se les planta cara. No es posible defender la libertad sin ejercerla.
Los madrileños han protagonizado una gesta democrática magnífica al ir masivamente a las urnas en plena pandemia y en día laborable, notable actitud que se puede comparar con las elecciones autonómicas gallegas, vascas y catalanas, en las que la participación fue muchísimo menor a pesar de que se celebraban en día festivo.
Habrá quien pretenda relativizar el valor cívico que han demostrado los madrileños atribuyendo la alta participación a la polarización, como si ese escenario no fuera el común en Euskadi y Cataluña. Habrá mucho sectario que seguirá insultando a los madrileños sin querer reconocerles su mérito de salir a las urnas en defensa de Madrid, su comunidad. Los que aún la víspera seguían insultando a Madrid parecen no querer aceptar lo que esa palabra significa. Madrid no es el mapa de la Comunidad; Madrid son todos y cada uno de los madrileños que se han visto atacados, insultados, minusvalorados, humillados, desprotegidos… Los madrileños entendieron bien que ese Madrid es el que importa; por eso salieron a la urna para depositar su voto y para demostrar que, a veces, la democracia es un acto de legítima defensa, que diría Cesare Pavese.
Los madrileños no se han sentido ofendidos por la calificación de «tabernarios» que les dedicó en día de reflexión el presidente del CIS, pues, como diría la genial Mafalda, «los cheques de tus insultos no tienen fondos en el banco de mi corazón». Los madrileños, cuya militancia democrática despreció el ministro de Transportes al afirmar que «esas elecciones no eran necesarias» –solo el 80% de los ciudadanos participaron en ellas- no se han resignado a que la superioridad determine qué es lo importante o lo necesario. Los madrileños, a quienes el presidente del Gobierno segregó entre buenos y malos en función del barrio en el que vivieran o de la opción electoral que defendieran, no se han acobardado.
Los madrileños han reaccionado poniendo luz al Madrid siniestro que dibujan los sembradores de odio para que todos podamos ver el Madrid real, el de gente trabajadora, alegre, acogedora, el de gente que nunca te pregunta de dónde eres o dónde has nacido, el Madrid que madruga y trasnocha, que es solidario y responsable.
Quiero agradecer a los madrileños la lección de ciudadanía, democracia práctica que nos han dado a todos los españoles. La democracia, como la libertad, se defiende practicándola; y no hay mejor manera de hacerlo que participando en el proceso político que son unas elecciones. Claro que la participación política no acaba ahí, que es preciso seguir defendiendo las instituciones, que hay que seguir ejerciendo la libertad de forma activa y de forma crítica.
El libre albedrío es mucho más que votar, es elegir. Los madrileños han elegido elegir, han elegido votar frente a quienes trataron de impedírselo, han elegido ser libres. La libertad no tiene color, salvo el que le quieran poner sus enemigos; la libertad, como la democracia, no excluye a nadie, acoge a todos. Y justo es reconocer que al elegir ser libres los madrileños nos han hecho un regalo a todos los españoles. Gracias, madrileños, gracias por ser ciudadanos de primera.