Iceta, ese dirigente del Partido de los Socialistas Catalanes que a criterio de Sánchez no valía para candidato autonómico y por eso le dio una patada para arriba y lo hizo ministro para colocar en Cataluña al ministro de Sanidad que es el responsable de más de 100.000 muertos por la COVID-19, ha declarado solemnemente en el acto en el que se transfiere al País Vasco la competencia en prisiones que con esa decisión “se ha saldado una deuda”.
He aquí un ejemplo más de hasta qué punto los socialistas están pervirtiendo las instituciones y a la propia democracia al confundir lo público con lo privado, el partido con la Institución. Es el PSOE quien contrajo una deuda con los golpistas, los pro etarras y los nacionalistas de todo tipo y condición para que hicieran presidente a Sánchez. Es el PSOE quien ha contraído una deuda con los enemigos jurados de la democracia al suscribir con ellos un pacto de sangre para permanecer en el poder aunque el precio a pagar sea desmontar el sistema del 78. Es el PSOE quien ha vendido su alma al diablo para obtener el poder. La democracia no tiene ninguna deuda con sus enemigos; son los socialistas del PSOE acaudillados por Sánchez quienes han contraído una deuda con la democracia.
Desde que Sánchez suscribiera el acuerdo con Otegi para blanquear la historia de ETA con el objetivo de “normalizar” sus pactos con ellos sin pagar un coste electoral (de eso va en el fondo todo), Marlaska viene protagonizando semana tras semana actos de infamia imposibles de asimilar por cualquier ciudadano decente. Hasta el día de hoy Sánchez ha acercado a Euskadi a 182 terroristas, de los cuales 44 han sido trasladados directamente al País Vasco y 10 a Navarra. 29 de ellos han sido trasladados sin informe positivo de las Juntas de Tratamiento. A día de hoy únicamente quedan 10 terroristas sin mover de las cárceles a las que llegaron en aplicación de la política de dispersión, uno de los instrumentos más exitosos de la política antiterrorista que puso en marcha el socialista Enrique Múgica.
Según informa una de las asociaciones de Víctimas del Terrorismo (que en este proceso ha tenido que dar la noticia a 182 víctimas), ha habido semanas que han tenido que avisar a más de treinta víctimas de que el asesino de su familiar iba a ser “premiado” por el indigno Sánchez. La reacción de más del 85% de ellas ha sido de angustia y sensación de indefensión.
Desde que Sánchez llegó al Gobierno de la Nación ha quedado demostrado que es un mentiroso patológico que, literalmente, no miente más por falta de tiempo. Sánchez ha mentido desde el minuto menos uno de su asalto al Gobierno, al que llegó tras la preparación e instrumentalización de un párrafo de una sentencia judicial para dar apariencia de buena fe y propósito regenerador en su moción de censura tan formalmente legítima como falsaria de fondo. Sánchez ha incumplido todos y cada uno de los compromisos proclamados ante las Cámaras, ante los medios de comunicación, ante los foros europeos, en las ruedas de prensa tras el Consejo de Ministros… Los únicos acuerdos que Sánchez ha cumplido al pie de la letra son aquellos cuya existencia ha negado y que son los que le han convertido en presidente del Gobierno de España: los suscritos con Junqueras y con Otegi, los acuerdos con los enemigos mortales de la democracia, cómplices imprescindibles para perpetrar su traición al orden constitucional.
En Sánchez, ese gran impostor, todo es mentira, salvo su firme decisión de demoler el sistema que le ha permitido llegar al Gobierno, el sistema de libertades que ha pervertido y que ha violado desde que tiene en sus manos el Boletín Oficial del Estado. Nada, ni lo más sagrado (la memoria y la dignidad de las victimas) está a salvo de los ataques de este personaje borracho de ambición de poder que un día se hizo con las riendas del PSOE y desde ahí con el Gobierno de la Nación.
Sánchez ha encontrado en Marlaska el perfecto ejecutor de traiciones e indignidad, un ministro que no tiene tiempo para iniciar la reforma legal e incorporar a nuestra legislación la directiva europea para proteger el uso de datos personales de los ciudadanos porque está ocupado cumpliendo escrupulosamente su pacto con Otegi para proteger a los asesinos de la estricta aplicación de las leyes. Porque cabe recordar que, si bien el acercamiento y otros beneficios penitenciarios están recogidos en la legislación, un alto porcentaje de los terroristas han sido acercados al País Vasco con informe en contra de Instituciones Penitenciarias. Y aunque al citar el nombre de alguno de los terroristas beneficiados por el pacto entre Otegi y Sánchez se dice que “se remiten escritos a las víctimas y manifiestan su voluntad de reparar el daño causado”, lo cierto es que a ninguno de los 182 terroristas acercados al País Vasco le hemos escuchado comprometerse a reparar el daño causado y ninguno de ellos ha colaborado con la Justicia para que las victimas de los más de trescientos crímenes aun sin juzgar puedan hacer el duelo y los criminales sean juzgados y paguen por sus actos.
Y así hemos llegado a la fecha en la que, mientras firmaba la transferencia de prisiones al País Vasco, Iceta ha confesado que con ese acto ha saldado su deuda. El indigno Marlaska cumple con el terrorista Otegi y Sánchez cumple con el PNV. Sánchez los acerca, vía Marlaska, Otegi los suelta, vía Urkullu. Después vendrán los homenajes, los aurreskus de honor, las fiestas populares de exaltación de los asesinos. Después vendrá el llanto de las victimas, el horror de los familiares, el silencio de los medios concertados, el maquillaje oficial de la traición… Y todos querrán pasar página. Y los muertos se quedarán más solos que nunca. Y en la España del PSOE que hace y rehace leyes de “memoria histórica”, los trescientos crímenes de ETA que aún están sin juzgar pasarán al olvido. Y los terroristas, vía PSOE, habrán conseguido su objetivo de convertir en un conflicto político lo que fue una masacre de inocentes en manos de mercenarios del terror, de sanguinarios criminales que mataron cuanto pudieron para imponer su modelo totalitario.
La democracia no tiene deudas con sus enemigos. Pero los demócratas tenemos una deuda con 857 victimas inocentes que fueron asesinadas por ser nuestros escudos, porque su cuerpo y su voz nos protegió, porque no se resignaron, porque no se rindieron… Si los españoles callamos ante el miserable e infame comportamiento de Sánchez la deuda que él ha contraído con la democracia será también nuestra deuda. Francamente no sé a qué esperamos para salir a la calle y exigir que se haga justicia antes de que todos los terroristas estén celebrando su triunfo en las plazas de los pueblos en los que perpetraron sus crímenes.