Ocupa Ceuta y Melilla: el desafío de Marruecos
La capitulación de Sánchez ante Marruecos no sólo demuestra su ineptitud diplomática, sino que su falta de respeto por aquellos a los que gobierna
El pasado lunes 17 de mayo comenzó una avalancha migratoria sin precedentes en Ceuta. Más de cinco mil personas (actualmente más de ocho mil) pasaron la doble frontera desde Marruecos a Ceuta, un territorio con una población de aproximadamente ochenta mil habitantes. Hagan números y entenderán la gravedad del asunto. El discurso oficial en España calificaba el suceso de crisis migratoria, mientras que desde sectores más disidentes, se hablaba de invasión. La realidad es que el rey-tirano marroquí quiso echar un pulso al Gobierno español haciendo ostentación de su poder para chantajearlo y coaccionarlo, atentando contra la soberanía española y su capacidad de defender sus territorios y fronteras. No es una crisis migratoria puesto que los marroquíes, aunque motivados por un mejor porvenir, no venían huyendo de un gobierno, sino alentados por el Gobierno de Mohamed VI, artífice de la oleada migratoria.
Tampoco es una invasión al uso en la que un ejército envía a sus soldados a conquistar un territorio, pues los motivos con los que se incentivaron las marchas fueron de lo más variopintos. Una de las estrategias utilizadas por la monarquía marroquí fue engañar a grupos de adolescentes para que pasaran a la frontera española con la excusa de que el futbolista Cristiano Ronaldo estaría al otro lado jugando un partido. Para comprender mejor el detonante de la crisis tenemos que remontarnos, sin ir demasiado lejos, a la acogida en territorio español del líder del Frente Polisario.
Durante el transcurso del mes de abril, el Gobierno español (a pesar de la advertencia del CNI de un probable asalto en Ceuta) decidió prestar ayuda por motivos humanitarios a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario y enemigo político de Marruecos en su lucha por el control del Sáhara Occidental, que presentaba dificultades para respirar debido al COVID-19. Como era de esperar, esto no sentó bien a Mohamed VI, que alertó a través de su embajadora en España de que “hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir”. Algo que nuestro Gobierno debió haber valorado a tiempo reforzando la seguridad en las fronteras de Ceuta y Melilla.
Ante una España dividida y amenazada por independentismos nacionalistas, el desafío que nos lanza Marruecos no podría haber llegado en peor momento. Nuestros políticos, cada vez más desconectados de la realidad del pueblo que gobiernan, se muestran impotentes para solucionar los problemas de la nación y asegurar la unidad de su territorio y sus gentes. Hasta Carles Puigdemont, separatista catalán en fuga, ha querido contribuir a la mofa declarando que Ceuta y Melilla no son españolas. Como se puede observar, entre reyezuelos trasnochados y golpistas fracasados se entienden muy bien.
Como respuesta al temor de los ceutíes tras las más de cuatrocientas incidencias por peleas, asentamientos ilegales y allanamientos ocasionadas por los ocupas, Arancha González Laya, ministra de Asuntos Exteriores, nos mentía deliberadamente aseverando que la crisis migratoria no estaba relacionada con ningún tipo de desencuentro entre las naciones vecinas. En su discurso, la ministra insinuaba que pensar lo contrario era algo propio de ultraderechistas, fascistas y xenófobos, palabras policía de las que el Gobierno de Sánchez se vale cada vez que se le exige un mínimo de decencia. La principal preocupación de nuestra hiprogresía no era defender la integridad física de los ceutíes, sino pensar que la diabólica “ultraderecha” acusada de obtener rédito político a costa de la desgracia de los inmigrantes, podía estar en lo cierto al solicitar el refuerzo de las fronteras españolas para impedir el acceso a nuestro territorio de manera ilegal.
Aunque muchos inmigrantes se juegan la vida al tratar de cruzar las fronteras, debemos recalcar que no son víctimas de los españoles, sino de su propio Gobierno, que los utiliza como armas arrojadizas sin ningún tipo de escrúpulo. La monarquía marroquí, enemiga de los derechos humanos, hace gala de un poder tiránico con el que trata de acorralar a nuestra democracia, debilitada por unas virtudes que nos confirieron tanto progreso y que mal entendidas se están tornando en vicios.
Hemos pasado de un estado del bienestar sustentado por el trabajo de los que nos preceden al auge de populistas, que en sus complacientes fantasías, plantean revoluciones desde sus poltronas. Nuestra clase política potencia y multiplica las disfunciones ya existentes, utilizando la sacra palabra democracia como fórmula para establecer gobiernos cada vez más totalitarios e incompetentes. No es de extrañar que con este panorama la solución del Gobierno de Sánchez pase por entregarle treinta millones de euros al régimen de Mohamed VI, con la vana esperanza de que refuercen la frontera marroquí cuando fueron ellos mismos los que abrieron las puertas. La capitulación del Gobierno de Sánchez ante los chantajes de Marruecos no sólo demuestra su ineptitud diplomática, sino que evidencia que nuestra Administración comparte con el rey marroquí la falta de respeto por aquellos a los que gobierna.
Mientras tanto, los medios de comunicación marroquíes, tentáculos del totalitario Mohamed VI, infunden ánimo a su población proclamando que Marruecos ha humillado a España. Por otro lado, en nuestro país, el Gobierno de Sánchez nos asegura que lo sucedido en Ceuta es “algo excepcional y de corta duración”, mientras que el ministro Marlaska sostiene que no hay crisis migratoria alguna, porque “estas se hacen frente de una forma estructural clara, con políticas concretas y materializadas en el tiempo”.
Para nuestro Ejecutivo, el hecho de que millares de ceutíes se atrincheren en sus casas y cierren sus negocios ante la oleada de inmigrantes es síntoma de que “España va bien”.
Y, por si esto fuera poco, cientos de marroquíes intentaron entrar también en Melilla durante la madrugada del pasado jueves. Mientras que en Marruecos no tienen límites a la hora de presionar políticamente, en España seguimos fustigándonos por atrevernos a sospechar de las buenas intenciones de ambos gobiernos de impresentables.
Se nos van los días debatiendo sobre si es racista y poco ético hacer “devoluciones en caliente”, repartiendo a menores por las comunidades mientras sus familias los buscan, y usando palabras policía contra el que se salga del discurso. No soy una experta en geopolítica como para sentar cátedra sobre cómo resolver una crisis diplomática, pero visto lo visto, como española que paga sus impuestos, me veo en disposición de exigir al Gobierno que por lo menos no insulten nuestra inteligencia con mentiras tan mal elaboradas. Nuestros políticos están obligados a salvaguardar nuestra soberanía sin ceder a los chantajes del rey de Marruecos y a proteger las fronteras nacionales de los ocupas o engañados que nos envían. Nos va España en ello.
Y para finalizar, les dejo unas palabras que nos dedicó a los españoles y europeos Khalil Hachimi Idrissi, director de la agencia de prensa oficial de Marruecos (MAP), saquen sus propias conclusiones:
“El Gobierno español, en su incompetencia, ha destruido la relación hispano-marroquí… [La crisis] no solo cancelará 15 años de progreso conjunto para construir una asociación bilateral sólida, sino que también abrirá la caja de Pandora con todos sus viejos demonios, sus viejas amarguras y viejos resentimientos”. Y añade: “Europa se muere. Sin cohesión económica o financiera. Sin capacidad para proteger sus fronteras. Sin ejército capaz de asumir el desafío o imponer valores. Una ampliación calamitosa que acabó con el sueño de los padres fundadores. Estados miembros que quieren un goteo de euros sin conciencia de un destino compartido. Y desvaríos infantiles en dirección a terceros países. Vuestro hechizo está roto”.