Sevilla, el “talismán” al que la selección siempre vuelve: “Antes del 12-1 contra Malta, hubo alguna gamberradilla”
El Liberal recuerda los dos partidos de leyenda de La Roja en la que será su sede en la Eurocopa de la mano de seis de sus protagonistas
El Liberal recuerda los dos partidos de leyenda de La Roja en la que será su sede en la Eurocopa de la mano de seis protagonistas míticos de nuestro fútbol
Sevilla no sólo tiene un color especial por sus ferias, los lances de Curro Romero y la Semana Santa, que dirían Los del Río. El fútbol también ocupa un lugar predominante en el imaginario colectivo de la ciudad. Culpables son Sevilla y Betis, claro está, pero a la misma altura se puede colocar a la selección. Por eso se han albergado allí hasta 48 partidos de La Roja (Sevilla es la segunda urbe española que más ha recibido al conjunto nacional tras Madrid) y el grupo E de la presente Eurocopa se disputará, en parte, en La Cartuja.
Los tres encuentros de la primera fase del torneo continental que España jugará en tierras de La Giralda pasarán a formar parte de un idilio con Sevilla que ya está al borde de las bodas de oro. Qué mejor manera de celebrarlas que recordar, de la mano de sus protagonistas, los que posiblemente sean los dos momentos más grandilocuentes del equipo de todos en la capital andaluza: el 12-1 a Malta que selló la clasificación para otra Eurocopa, la de 1984, y el 1-0 agónico frente a Dinamarca que llevó a los nuestros al Mundial de 1994.
La goleada de nuestras vidas
Gracias al deporte rey, muchos se acuerdan de dónde estaban el 21 de diciembre de 1983 por la noche. Muy lluviosa en Sevilla tanto en lo meteorológico como en lo futbolístico, porque los goles cayeron en tromba en el Benito Villamarín. El escenario donde el sueño de ir a París que tenían los internacionales españoles y todos sus seguidores, casi utópico horas antes del partido, acabó por hacerse realidad (y así empezaría a gestarse el posterior subcampeonato europeo).
“Hoy es impensable meterle 12 goles a absolutamente nadie. Holanda le había metido 11 goles a Malta, pero en los dos partidos”, recuerda para El Liberal, casi 38 años después, Andoni Goikoetxea, uno de nuestros defensas. “Estábamos en la mesa comiendo y hablando. Me parece que estaban Santillana o Rincón. Hablábamos de cómo íbamos a hacer un gol cada tres o cuatro minutos. ¡Eso es imposible!”, le sigue Víctor Muñoz, que fue de la partida en el centro del campo.
Paco Buyo, debutante aquella jornada en la portería de España, arroja más luz sobre por qué aquel triunfo debía ser, sí o sí, tan abultado: “Holanda le ganó a Malta por goleada en campo neutral, a escasos kilómetros de la frontera de Holanda con Alemania (0-6). Si no, con tres o cuatro goles nos hubiera bastado”. La gesta requería 11 o más tantos, en los que costaba creer en la previa. Aunque algunos nunca perdieron la fe.
“Estuvo lloviendo toda la semana como no te puedes ni imaginar. Yo decía ‘Bueno, estos tienen que jugar el domingo en Holanda, venir para aquí y jugar con nosotros el miércoles’. Había una posibilidad muy grande de que pasara lo que pasó: que el campo estuviera muy pesado y les pasara factura. Cuando vimos la cinta del partido contra los holandeses, cogí mucha más moral. Dije ‘Bueno, después del esfuerzo que han hecho aquí… A poquito que nosotros acertemos, les podemos meter 11 perfectamente’”, expone, como uno de quienes más levantaron el ánimo del equipo, Poli Rincón. Suyos fueron, en la delantera, cuatro de los 12 goles españoles: Santillana se apuntó otros cuatro, dos corrieron a cargo de Maceda, uno fue obra de Manu Sarabia y el último, el inolvidable, lo marcó Señor.
«Hoy es impensable meterle 12 goles a absolutamente nadie»
Andoni Goikoetxea
“¡Venga, vamos a intentarlo, por nuestra parte no va a quedar! ¡Salgamos al campo a que la gente vea la ilusión que tenemos y que verdaderamente vamos a intentar hacerlo!”, rememora hoy José Antonio Camacho, capitán de esa España, en cuanto a las consignas de vestuario. Nada iba a ser fácil, y menos cuando sólo se ganaba por 3-1 al descanso.
“En un disparo que chutan, le golpea a Maceda en la cintura y a Buyo le desvió. Fue decir ‘Esto ya es imposible’”, apunta Goikoetxea sobre el único gol de Malta, que bien podría haber acongojado a una selección que ya venía de fallar un penalti (Señor) y unas cuantas ocasiones más. No fue así. Al menos, desde una reanudación que acabó por ser fulgurante.
“Jugamos a una velocidad… Con una precisión e intensidad tan tremenda que en el equipo maltés estaban locos”, reconoce Víctor Muñoz. “Estábamos desatados. Era como un vendaval sobre el área de Malta. Ellos estaban hundidos. Físicamente, además, no aguantaron el ritmo”, coincide Buyo. “Era uno detrás de otro, porque no podía ser de otra forma. Es que no había tiempo”, añade Goikoetxea, obligado a ser el último y único bastión defensivo de España junto a Camacho.
«Estábamos desatados. Era como un vendaval sobre el área de Malta»
Paco Buyo
“No nos podíamos ni felicitar. Coger el balón, ponerlo en el medio campo y que el contrario tardara lo menos posible en sacar para poder coger otra vez el balón e irnos otra vez para la portería. En ese aspecto, no fue un partido que pudiéramos disfrutar. Lo disfrutamos en los últimos minutos, cuando vimos lo que habíamos hecho”, hace memoria el exseleccionador. Y prosigue: “La táctica era coger el balón, llevarlo a una banda y centrar. Por los hombres que teníamos, era muy difícil que no rematáramos. Y más con la moral que teníamos. Cada uno medía 10 centímetros más”.
A medida que la proeza se consumaba, el Villamarín, con una entrada nada reseñable primero, fue poblándose de aficionados hasta acabar prácticamente lleno. Cuando Señor rasgó la voz de José Ángel de la Casa y de medio país en el minuto 84, el éxtasis fue absoluto. “Salimos todos corriendo detrás de Juan, le cogimos un poco más allá del centro del campo y nos tiramos todos. Hasta ese momento, no sabía qué había pasado. Era tal tensión, tal sinvivir… Esa sensación de decir ‘Lo hemos conseguido’. Me vino un bajón que se me subieron hasta los gemelos”, se sincera Rincón.
La euforia fue tal que el terreno deportivo dejó de ser la única prioridad de los futbolistas españoles. “Nuestra preocupación también fue tener cuidado con el público. Podía invadir el campo en esos últimos tres-cuatro minutos. Y todo lo que habíamos hecho no valdría para nada”, asevera Camacho. Al final, no hubo nada que lamentar. Y sí mucho que festejar.
“Me vio venir el árbitro y no tuve que decirle nada. Estiró el brazo y me dio el balón. Me lo metí debajo de la camiseta y me lo llevé”, cuenta orgulloso Poli Rincón. “Miguel Muñoz (el seleccionador) nos abrazaba como si fuésemos todos sus hijos”, destaca Goikoetxea. “Al rato de acabar el partido, los malteses llegaron a nuestro vestuario y se llevaron algún recuerdo de nuestra selección: botas, camisetas, balones, el chándal de España… Era un trofeo después de haber jugado esa clasificación con nosotros y Holanda”, es el recuerdo de Buyo.
No es el único, porque el que fuera guardameta del Real Madrid se anima a desvelar, aunque sin nombres de por medio, que “hubo alguna gamberradilla en los días previos al partido, como desinflarle las ruedas a algún directivo”. También rescata cierta teoría de la conspiración sobre aquel España-Malta: “Hay una leyenda que dice que un señor vestido de blanco les dio unos limones a los malteses en el descanso y que por eso no rindieron. Es incierto y absurdo”.
La verdad es que hubo quien creyó en una mano negra con respecto al 12-1, como también atestigua Víctor Muñoz: “Jugando en Italia, me decían que este resultado había sido tongo. Que lo teníamos preparado y que el equipo maltés se había dejado más lejos de la realidad”. Fueron los menos, y ese partido de leyenda, en nuestros días, todavía provoca la más amplia de las sonrisas entre todos aquellos que lo vivieron. “Con ese triunfo, se recobró esa furia española, ese coraje y, de nuevo, la ilusión por la selección española”, sentencia Buyo.
Un cabezazo de Hierro, salvador frente a los Laudrup y compañía
17 de noviembre de 1993. El otro gran hito de la selección en Sevilla tuvo el Ramón Sánchez-Pizjuán como escenario, en una nueva final en forma de partido de clasificación. Esta vez, para el Mundial del 94 y sin que fuese necesaria una goleada. Aunque, eso sí, también había que ganar, y el rival era de una entidad incomparable a la de Malta: Dinamarca, entonces vigente campeona de Europa.
En un grupo dirigido por Javier Clemente y lleno de futbolistas a las puertas de un hipotético debut en la Copa del Mundo, Miguel Ángel Nadal era uno más. El defensa balear militaba en un Barça que daba forma a buena parte de aquella alineación española: Zubizarreta, Ferrer, Bakero, Jon Andoni Goikoetxea, Salinas…
En ese once inicial también estuvo el hoy seleccionador nacional: Luis Enrique. “Todos sufrimos y disfrutamos esa clasificación. Él, aparte de lucharla, después sufrió las consecuencias. Fue cuando le pegaron el codazo en la nariz”, nos recalca Nadal. Pero antes de que se produjese aquella escena aciaga en Estados Unidos con Tassotti, Italia y la maldición de cuartos de por medio, hubo que ganar a Dinamarca. Y con susto nada más empezar.
«Todos sufrimos y disfrutamos esa clasificación. Luis Enrique, aparte de lucharla, después sufrió las consecuencias»
Miguel Ángel Nadal
Zubizarreta, uno de los grandes nombres propios de la historia de la portería española, fue expulsado a los 10 minutos de partido. Nadal fue precisamente quien cedió el balón que el vasco no pudo controlar ante Michael Laudrup (la estrella, junto con su hermano Brian, del equipo danés), al que terminó por derribar. No quedó más remedio que asistir a otro debut de un cancerbero español de relumbrón en Sevilla: Santiago Cañizares.
“En la convocatoria, como porteros estaban Zubizarreta y Lopetegui. Lopetegui tuvo una indisposición y tuvieron que llamar a un tercer portero: Santi”, explica Nadal, que califica de “brillante” aquel primer partido de ‘Cañete’ con La Roja. Así se consideró también en las crónicas de la época, donde señalaron al manchego como gran artífice de la victoria española junto a Fernando Hierro.
Suyo fue el 1-0 decisivo para tumbar la resistencia danesa, de cabeza tras un córner en el minuto 63. No fue el mejor partido de España, pero se ganó, que era lo que importaba para sellar la clasificación mundialista. El buen hacer andaluz también lo puso un muy voluntarioso Kiko, aunque el premio del gol no fuese para él.
Sin fútbol, pero con efectividad, volvió a darse una noche sevillana plena de alegría para el combinado español. Nadal lo deja entrever: “Cuando vas a Sevilla, cualquier cosa se celebra. Y si es la clasificación para el Mundial, más”.
“Una afición y una alegría diferente”
Sevilla se convirtió en el cuartel general por excelencia de la selección durante los años 80 y 90. De ahí el cariño generalizado del balompié nacional hacia la ciudad y sus habitantes, que dejaron una huella muy profunda entre algunos de nuestros futbolistas más representativos.
“Sevilla era una garantía. La afición se volcaba con el equipo. Siempre estuvo con la selección”, concede Goikoetxea. “Nos sentíamos como en casa, el lugar idóneo para jugar al fútbol. Creo que el público sevillano sigue siendo una de las mejores aficiones. Va a apoyar y a estar unida incondicionalmente al equipo español”, es el sentir de Víctor Muñoz.
“Es una afición y una alegría diferente. Viven el fútbol de otra manera. Indirectamente, suman sus puntos”, opina Camacho. “Poder jugar en Sevilla era ir a tu casa. El ambiente era especial. Tener un puntito añadido más”, coincide Nadal.
«En Sevilla nos sentíamos como en casa. El lugar idóneo para jugar al fútbol»
Víctor Muñoz
Buyo, que militó en el Sevilla, también lo tiene claro: “Era y es talismán. Con el apoyo y el calor de ese gran público, España es un poquito más fuerte”. Rincón no es menos, dada su condición de mito del Betis. Sin embargo, él sí le encuentra un ‘pero’ futbolístico a la que fue su segunda casa: el estadio que va a acoger a la actual selección en los próximos días.
“A mí el Estadio Olímpico, un campo con pistas de atletismo, no me convence. No me gusta para el fútbol. Te aleja mucho de la gente, no sientes el calor de la misma manera. Cuando jugábamos en el Benito Villamarín o en el Sánchez-Pizjuán, teníamos al público a dos metros. Te enteras de todo y te ayuda muchísimo”, considera el máximo goleador, junto a Santillana, de aquel mítico España-Malta.
«El Estadio Olímpico te aleja mucho de la gente, no sientes el calor de la misma manera»
Poli Rincón
Rincón tampoco se muerde la lengua al valorar a la actual selección: “Creo que la lista no está bien confeccionada. No me gusta que vayan jugadores que no han hecho ningún merecimiento para estar en la selección: si tú no eres titular en tu equipo y no juegas partidos continuamente y demuestras que eres el mejor, no puedes estar en la selección. No me gusta que a uno que ha elegido a Francia y no quiso jugar con España se le haga una nacionalización exprés y encima sin ser titular en su equipo. No me gusta que al capitán, un símbolo de nuestra selección y país, no se le haya dado la oportunidad para ir y entrenar hasta ver si puede o no puede”.
“Tampoco me parece justo que no haya llevado a Albiol. Ha hecho una temporada extraordinaria, es la pareja de Pau Torres y ha sido campeón de la Europa League (nota del autor: la entrevista tuvo lugar antes de que el jugador del Villarreal entrase en la burbuja paralela motivada por los positivos por coronavirus). Y a Nacho, que también ha terminado la temporada extraordinariamente”, concluye Rincón. Eso sí, “una vez que empiece la Eurocopa, con España a muerte”.
«España tiene la obligación de clasificarse, ver luego los cruces y poder ilusionar bastante a la gente»
José Antonio Camacho
“Junto a Francia, Alemania, Italia y Bélgica, es una de las selecciones de referencia, por la calidad y por lo que significa la propia competición española, La Liga”, confía Víctor Muñoz. “El rendimiento es un poco una incógnita, pero hay una buena base y grandes individualidades. Si conseguimos hacer un bloque fuerte, seremos un equipo difícil de batir”, cree Buyo. “Ya no se puede pensar que es la época del Mundial y las Eurocopas, pero España, al jugar los tres primeros partidos aquí, tiene la obligación de clasificarse, ver luego los cruces y poder ilusionar bastante a la gente”, advierte Camacho.
Así pues, los Jordi Alba, Laporte, Rodri, Morata y compañía tienen en su mano poder repetir ante Suecia, Polonia y Eslovaquia jornadas sevillanas tan memorables para La Roja como las elogiadas aquí. Que no se diga que ese color especial no inunda también a la joya de la corona del fútbol de selecciones patrio.