Sentimientos morales sobre la Inclusión
» Nuestros padres, al menos los míos, insistieron en la generosidad del que sabe de hambre y dolor lejos de su tierra, forjaron el no criticar culturas o formas de vida, si no personas o individuos, puesto que no se puede estigmatizar un colectivo por los malos actos de un grupo de personas»
El Emboscado
Hace tiempo que deseaba escribir sobre un sentimiento cada vez más frecuente que me asalta en cada esquina, en cada opinión que escucho, en cada “objetivo” que marco desde mi Emboscadura. La Inclusión, incluir a lo diferente, ser incluidos si los diferentes somos nosotros.
Cada vez me cuesta más no ponerme en el lugar de ese “otro”, que nadie define suficientemente, y que sin embargo cada vez tenemos más presente en nuestras vidas; como un aliento indescriptible que pone en duda y en riesgo todo lo que nos han enseñado, pero que igualmente pone en valor “real” todo lo que se supone que configura nuestra cultura y los valores que nos forjaron como “Pueblo”.
Empezaré por la vía negativa: me niego a creer que España sea Racista, puesto que todos tenemos sangre mestiza desde siglos antes de ni siquiera plantearnos que significaba eso llamado “racismo”; me niego a creer que mi Patria es “xenófoba”, por que estamos forjados de rutas, caminos y tradiciones diversas desde que la historia es Historia; es de todo punto incongruente que en una Nación que se declara de raíces cristianas y católicas, pueda aparecer algo que no sea “igualdad de trato y de apertura”, puesto que la raíz etimológica de Catolicismo es Universalidad, y el que fué “verdad revelada para los Cristianos en, cuerpo y carne” dijo que todos éramos iguales a los ojos y ante el amparo de Dios. Y esto sin distinción de cuna, origen o color. Por ende, los defensores de los valores de esa tradición no pueden ver ni color, ni acentos, ni pueden pensarse superiores en “espiritualidad”. Si congruentes y salvíficos quieren ser. Hipócritas de rancio abolengo o nuevos ricos de pelo rubio teñido que reniegan de su tez y del valor de una historia.
Ni me planteo disculparme por lo que mi pasado fue como Nación, ni creo deber “perdón” a nadie por lo que mis antepasados hicieron, puesto que no soy responsable de actos de la historia. Unas formas y actos, excesivos en contextos donde otros fueron “genocidas”, ocasiones y actitudes injustas donde otros “cegaron las identidades”, y en los que por comparación con otros “Imperios”, sin quitar un ápice de luz sobre lo injusto y cruel, los comportamientos, los actos y la permanencia de tanta diversidad no hubiera sido posible, si el modus operandi hubiese sido el de “las civilizadas” Gran Bretaña, Francia, Holanda, o la que a si mismo se llama “imperio de la Democracia”: EEUU.
Puesto que viven, pueden criticar ese pasado usando la lengua Cervantina, desde sus ritos ancestrales aún existentes, y en “petit comité” hablan de suerte dentro de lo terrible que fueron las colonizaciones, y de la diferencia entre la “conquista anglosajona, protestante y liberal” de la que “nuestros salvajes antepasados” hicieron. Ahora ya salen a la luz, los actos contra Aborígenes Australes, contra Nativos Americanos, e incluso contra los propios de sangre y “etnia” si no llegaban a un nivel de intelectualidad o pureza (Miren como Alemanes, Británicos, Noruegos, Fineses, Belgas, Norte Americanos, Nipones… bajan la vista cada vez más cuando se dan cuenta “que la verdad sólo tiene un camino”). Veamos quien soporta las estadísticas de tasas de mezcla, integración o lucha en defensa de los oprimidos, en una tabla comparativa entre Naciones que poderosas y conquistadoras fueron.
Si ahora buscamos referentes baste con el ejemplo que en misiones en el extranjero nuestras Fuerzas Armadas dan. Pregúntese a los afectados quien prefiere que forme “la misión humanitaria” dentro de la propia UE. Pondré el ejemplo que un militar de alta graduación y con experiencia me comentaba al respecto del comportamiento de las tropas en misiones internacionales: “… a pesar de lo que pensamos no son los españoles los que necesitan de nutridas formaciones de Policía Militar para controlar desmanes o injusticias de sus tropas, son los que se llaman a si mismos los más demócratas y civilizados los que requieren de mayor presión policial y los que comenten mayores ignominias con la población indefensa en virtud de su poder y posición…”. No ser un Santo no te hace ser un Demonio. Punto final.
Esta salida de la Emboscadura va por otro camino. El del Clasismo, normalmente de origen económico y la mala gestión de los “padres de la patria” (de cualquier Patria). Mueca de espanto me surge cuando no dejamos que nuestros hijos se relacionen con, por ejemplo, gente del “Magreb” , por sus supuestas actitudes zafias y peligrosas; menos claro está si son ricos o hijos de diplomáticos o entes similares.
Nuestros padres, al menos los míos, insistieron en la generosidad del que sabe de hambre y dolor lejos de su tierra, forjaron el no criticar culturas o formas de vida, si no personas o individuos, puesto que no se puede estigmatizar un colectivo por los malos actos de un grupo de personas. Aborrezco los tópicos culturales, por que los he sufrido décadas en mis espaldas; y aborrezco el clasismo, por que mi abuela, me formó para devolver a la sociedad el doble de lo que me dio, me marco a fuego la gratitud por haber tenido la suerte de un entorno fértil para el “ascenso social”, pero sobre todo por que me dio el ejemplo de tender mil veces mil las manos a quien lo necesitara sin preguntar, sin decir lo que has hecho, y sin esperar recompensa. Por que quien espera recompensa “obra conforme a la ley porque le conviene”, quien dice lo que hace y lo pregona padece de la peor de las enfermedades: la envidia y la soberbia; y por que quien pregunta para ayudar o te hace exhibir “pureza de sangre o carné de identidad” no entiende lo que significa estar al otro lado. “Ni pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió”.
Pero no soy un buenista, no soy un ingenuo, no soy quien no ve abusos y aprovechados en aquellos que expolian lo que nuestros padres y abuelos construyeron con dolor. Si el que la hace la paga, deberían pagar aquellos próceres que usan leyes de los años 70 y 80 para problemas del siglo XXI; aquellos que temen mas que les acusen de lo que no son, que tener fuerzas para decir lo que ocurre con connivencia política.
Nos enseñan a no ser clasistas, pero nos obligan a serlo por que usan del erario público para su medro, para su cantera de votos y para ganarse los aplausos de una sociedad civil floja, gobernada por populistas de todo arco parlamentario y preñada de “buenistas y demócratas”, que lo que en verdad son es: cripto racistas, cripto xenófobos y sobre todo clasistas. Lo primero que hacen es segregarse de la masa que les aupó por que no desean esas compañías para sus hijos, si no para los de los otros. Parece un cierto despotismo ilustrado moderno, en el que se cambia el paternalista “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, por un “todo para el pueblo, pero que esté lejos de mi familia”.
Cuando veo a mi alrededor que crece el radicalismo, veo de dónde viene: mala gestión de la cosa pública, despilfarro de lo común, malversación por ignorancia del patrimonio del Estado, y ciertamente muchísimo “necio pedante” que hace bandera de una falsa integración.
No hay integración, sin renuncia a un egoísmo colectivista y aceptación simultanea de los valores compartidos y contribución ecuánime según las capacidades. Cuando he escuchado a muchos falsos profetas de la pedagogía, hacer sistemas de supuesta integración en el que los niveles son cada vez más bajos y perjudican a los integrados y a sus compañeros (mientras evidentemente se aseguran de no mezclar a sus hijos en esos experimentos); mientras veo bandazos a golpe de “opinión pública” mientras ellos se encargan de que sus hijos tengan “directrices suficientes para ser la futura elite que controle a los otros”, veo que caemos en manos de salva patrias, populistas y peor aún de generaciones criadas en el resentimiento por que sus padres no se mantuvieron firmes.
Nos obligan siendo mestizos de sangre y cultura a intentar recuperar la identidad en la diferencia y no en la semejanza. A veces pienso que España es territorio de experimentos sociológicos de otros, a veces creo que no tiene sentido la Emboscadura para delatar esas tropelías, pero entrar en el sistema para cambiarlo es tan imposible y contra natura como pedir a quien aprendió del “ande yo caliente y la retorica populista” que renuncie a su medro familiar.