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Hacia la homologación de Otegi

Hacia la homologación de Otegi

El sábado Mondragón vivió una jornada diferente a lo habitual. Diferente no por haber cesado los insultos, que los hubo, sino porque por primera vez en su historia la izquierda abertzale decidió dar un paso atrás: desconvocó la marcha por Henri Parot.

No es una cuestión de conciencia, sino de táctica. Quien decide convocar una marcha en favor de un tipo que segó la vida a treinta y nueve inocentes no recapacita en el último momento, como mucho recalcula. Y esto último es lo que ocurrió ayer en Mondragón: un cambio de planes. La izquierda abertzale plegó sus pancartas y se fue a casa. No es que hasta para ellos resultara especialmente grave homenajear a alguien así, es que supieron leer el momento y llegaron a la conclusión de que simplemente no convenía, no tocaba ese día. En cualquier caso, no se trató de una victoria de las víctimas, que es también una victoria de todos, como tantos se apresuraron a celebrar. La marcha que pretenden emprender es más larga, y desde luego será televisada.

Incluso con una parte importante del poder mediático y cultural decantando la balanza hacia su extremo, era harto difícil seguir convenciendo al gran público de que lo que se hace es una “apuesta por la paz” el día que se homenajea a un psicópata.

A finales del pasado mes de agosto, intervenía Otegi desde un atril señalando que la situación del planeta era límite. Llevaba camisa y chaqueta, hace ya algunos años que colgó en el armario su viejo atuendo. Había relajado el tono e incluso llega a referirse a las temperaturas de los últimos días en el sur de la península. No es que sus gustos políticos hayan cambiado, es que el escenario es diferente y ellos han elegido disfrazarse con estas telas, con telas que homologan.

“¿Vamos a dejar a las futuras generaciones un planeta habitable?” afirmaba el responsable de que a millones de vascos se les hiciera inhabitable ya no el planeta, sino su propio pueblo. No solo han refinado el vestuario, también han hecho lo propio con las palabras. Ya no hablan de “txacurras”, “maquetos” o “gudaris”, ahora han sustituido esa verborrea por otra de mayor calado: “crispación”, “crisis climática”, “mayorías”, “acuerdos”

Son conscientes de que existe una generación nueva que acudirá a las urnas, que vivió una adolescencia tranquila, sin amenazas de bomba, a la que nombres como el de Miguel Ángel Blanco ya no le suena de nada (según GAD3 el 60% de los jóvenes no identifican a Miguel Ángel Blanco y el 95% desconoce el número total de víctimas de ETA).

No están replegando velas, sino tejiendo los mimbres de las próximas cestas, allanando el camino para recibir a porta gayola a una generación que no vivió el terror y que ya no oirá hablar de Josu Ternera, ni siquiera de su faceta como miembro de la Comisión de Derechos Humanos en el Parlamento Vasco. El blanqueamiento es continuo en un panorama en el que el sello de homologación lo pone el Gobierno y los aspavientos climáticos.

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