El pasado 10 de julio se hizo el silencio en el grupo de WhatsApp de la cúpula socialista. Estaba en marcha una crisis de Gobierno que sumió en estado de shock al PSOE en general, y a sus cuadros orgánicos en particular, por la destitución de los tres más altos protagonistas del tridente de poder del Ejecutivo: Iván Redondo, Carmen Calvo y José Luis Ábalos.
El impacto fue total en el primer momento, pero a medida que avanzaron los días y meses, se pudo empezar a diferenciar lo comprensible de lo inexplicable. Se entendía la caída de Calvo tras su batalla «personal» con Irene Montero a cuenta de la Ley del ‘sí es sí’, la Ley Trans y el abolicionismo de la prostitución. «Carmen perdió el norte, se empeñó en bloquear cualquier debate» con Podemos y la ministra de Igualdad y tensó la cuerda hasta romperla, incluso asistiendo a actos del feminismo histórico socialista en los que se atacó directamente contra Irene Montero.
También cuadraba el declive de Iván Redondo, tras un creciente protagonismo mediático, el ridículo de la cumbre con Joe Biden, y, sobre todo, la tensión irreconducible entre Moncloa y Ferraz tras la moción de censura de Murcia y la debacle electoral de Madrid el 4-M, dejaba el movimiento del presidente como algo lógico: sacrificar a su jefe de gabinete para aligerar una pesada carga en el Gobierno. «Lo de Ábalos» siempre fue distinto. Por el ruido y por el silencio. Un oxímoron que dejó a un Ábalos «devastado» allá por el mes de julio, según confesó él mismo a sus cercanos.
A José Luis Ábalos muchos le definían hace meses como «el corazón del partido», el músculo que hacía mover al PSOE, o al menos, vibrar. Su carácter afable, cercano y cariñoso suavizó las relaciones imposibles con Podemos en la primera etapa del Gobierno de coalición, con Pablo Iglesias como vicepresidente del Ejecutivo; y su acercamiento y preocupación por la familia Iglesias-Montero con los escraches en el chalet de Galapagar abrió un espacio de entendimiento personal que se plasmó la semana pasada en el Congreso, cuando Irene Montero se acercó a consolar al ex ministro en un hemiciclo vacío al término del debate de Presupuestos.
Ábalos, animal político socialista, necesitaba el calor de los suyos tras el gélido silencio que rodeó su salida del Gobierno. Pero han sido los anteriores y actuales dirigentes de Podemos quienes han llenado el hueco del afecto que sus compañeros socialistas dejaron vacío. El ex número tres del PSOE ha reclamado en privado una defensa, un desmentido a las exclusivas publicadas por THE OBJECTIVE sobre su salida, habida cuenta de la omertá del Gobierno y el PSOE. Y un dato: ni uno solo de los más de 4.300 apoyos que registra en los últimos días en Twitter proviene de la actual dirección federal del PSOE, ni de la anterior, ni del Gobierno actual, ni del anterior.
Un elocuente y descarnado silencio que según algunos sirve de reproche al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por no haberle «aclarado los motivos de por qué lo cesaba». Lo que en su lugar hizo el presidente y secretario general del PSOE, tras una conversación «breve pero muy desagradable» que relataron fuentes del Gobierno y el PSOE a este periódico, fue salir automáticamente del grupo de WhatsApp de la anterior Ejecutiva. Según ha podido saber THE OBJECTIVE, el primero en salirse fue Sánchez, seguido de una decena de dirigentes como Adriana Lastra, Iratxe García, Concha Andreu, Isaura Leal y Javier Izquierdo.
Un chat en el que todavía hoy continúa Ábalos junto a otros 27 miembros de la anterior Ejecutiva, y que se resiste a abandonar. Cuentan algunos de los presentes que ni él ni el resto de los participantes ha participado desde entonces, aunque se trata de un número de teléfono en desuso. En el anterior, Ábalos se anunciaba con un «a la orden» que, sin embargo, ha desaparecido de su actual teléfono personal.
