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España

La España vaciada

No haría falta redistribuir forzosamente a la población por la España vacía: bastaría con que el que quiera quedarse en su pueblo o su provincia pudiese hacerlo sin renunciar a un tren decente, un hospital decente o un trabajo decente.

La España vaciada

Dice un afamado columnista al que leo con fruición que los de La España vaciada son un nuevo aliado para Podemos, ERC y Bildu. Y que son cantonalistas, y que son de izquierdas, y que son victimistas. Se ha quedado a gusto, el tío, despotricando contra unos señores —y señoras— que concurren a las elecciones porque no les queda otra y a los que la división izquierda-derecha, tan propia de un señorito de ciudad, se les antoja ajena. O, si no ajena, desde luego secundaria: antes están su pueblo, su forma de vida, sus tradiciones, su provincia. Y para esas causas no hacen falta carnés. Sobre todo porque esas causas están muy por encima de los carnés.

Este columnista, al que admiro, tiene también una curiosa concepción de la libertad. Asegura que son los españoles los que libremente han decidido vivir en las grandes ciudades, que es como decir que los inmigrantes africanos han elegido libremente vivir en Europa. La realidad, claro, es que la mayoría no ha tenido alternativa. De manera que no; no haría falta redistribuir forzosamente a la población por la España vacía: bastaría con que eso fuese una posibilidad; bastaría con que el que quiera quedarse en su pueblo o su provincia pudiese hacerlo sin renunciar a un tren decente, un hospital decente o un trabajo decente. Y esto, por cierto, vale también para el africano.

No se trata —¡y menos mal!— de que Teruel compita con California, ni de que Soria se convierta en Hong Kong. Para eso ya está Madrid, a la que están destrozando sin ningún pudor con rascacielos espantosos, restricciones de movilidad —¡qué sostenibles somos!— y proyectos urbanísticos que en nada se distinguen de los que vertebran Tokio, Shanghái o Nueva York. Y, en cierto modo, las reivindicaciones de La España vaciada son también extrapolables a la capital: aquí también hay periferia y barrios dormitorio y, sobre todo, aquí también hay tradiciones y una forma de vida que proteger. Porque todavía no somos Londres, aunque estemos a puntito.

Con todo, creo que se puede extraer algo positivo de las lindezas que los periodistas de «la derecha» han dedicado a La España vaciada: vienen a confirmar que ya no hay izquierda y derecha, sólo patriotas y mundialistas. Y «la derecha», a pesar de que lleve la bandera hasta en la mascarilla, está infestada de mundialistas. Por eso, «defender el medio rural y sus tradiciones es de rojos» —tío anónimo en Twitter dixit—, mientras que lo decente, lo respetable, es defender la vida cosmopolita e individualista. Para esto ha quedado «la derecha». Bueno, para esto y para darnos la turra con el socialcomunismo; ése que permite grandes fusiones bancarias, sube la luz y compadrea con Bill Gates.

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