El club de la lucha
Estos señores que se muestran tan solidarios con los huelguistas, pretenden aprovechar la ocasión para quemar la calle, enfrentarse con la policía, alterar el orden público e instaurar un clima propicio para predicar sus peligrosas soflamas.
Una vez pasado el momento inicial de pena y desconcierto observando las imágenes de los disturbios de Cádiz, uno se pone a reflexionar sobre los motivos de las protestas y sobre los autores de los altercados. No me detendré ahora, si me permiten, en las causas y razones (o la ausencia de ellas) de las movilizaciones. Cuando veo estos días las imágenes de las protestas del sector del metal, lo que verdaderamente me llama la atención son los participantes en estas.
No me malinterpreten. Entiendo la presencia del “pack manifa” habitual: sindicatos de (su) clase, otros trabajadores envueltos en reivindicaciones similares o políticos de esos que prefieren manifestarse a gobernar. ¿Cómo no iban a aparecer en tan alta ocasión Kichi y su “compañera” Teresa Rodríguez? Sin embargo, detecto un grupo difuso adicional de participantes que nada tienen que ver, en sentido estricto, con estas reivindicaciones. Se trata de un grupo heterogéneo, antisistema y violento compuesto de bandas anticapitalistas, grupos anarquistas, ciertas asociaciones de estudiantes y demás perlitas. Por cierto, sugerencia para editores: para ser estudiante necesariamente hay que estar estudiando algo, ¿debemos seguir llamando estudiantes a estos tipos? En fin, lo que les decía, ¡lo mejor de cada casa! Cuidado, no eximo de responsabilidad a los organizadores de las protestas sobre los actos más graves ocurridos. Simplemente me gustaría resaltar las motivaciones reales que persiguen sus autodeclarados compañeros de lucha, provocadores, en su mayoría, de los episodios más turbios y lamentables.
Si algún huelguista de Cádiz me escuchase, le diría que se cuiden de esta compañía. Estos tipos no se suman para ayudar a la causa porque no les importa un pimiento la causa en sí, sino que solo les importa para tomarla como excusa para provocar lío. Mucho lío. Estos señores que se muestran tan solidarios con los huelguistas, pretenden aprovechar la ocasión para quemar la calle, enfrentarse con la policía, alterar el orden público e instaurar un clima propicio para predicar sus peligrosas soflamas. Les diría más, no solamente la situación de los trabajadores del metal no les importa nada, sino que, a estos señores tan solidarios lo mejor que les podría pasar, su mejor escenario, es que su causa fracase. Que fracase estrepitosamente. Lo que a los quema-contenedores y revienta-cristales más les puede convenir ahora mismo, no es ya que no se llegue a un acuerdo sobre el convenio colectivo, sino que los despidan a todos. Y que mañana, se queden sin pensiones. Y que cierren hospitales. Y que el Cádiz baje a segunda. Y que todos nos vayamos al mismo sitio al que mandaba Fernando Fernán-Gómez a Mercedes Milá en aquel legendario programa de televisión. Estos tipos no se suman para ayudar a la causa. Al contrario. Su intención es ayudarse de la causa, parasitarla. ¿Saben por qué? Porque así, solo así, solo en ese preciso momento, a alguien con dos dedos de frente, hundido por la desesperación, le podía parecer mínimamente viable alguna de las peregrinas recetas que estos sujetos proponen. Serán sus compañeros en la lucha, pero, créanme, no son sus compañeros de objetivo.
Se preguntan cínicamente estos días algunos políticos por las razones del rechazo social que ha suscitado en toda España esta protesta. Buscan estos políticos la manera de hacer ver a la sociedad el carácter justo de estas reivindicaciones. Les doy una pista, limpien primero el barro de su pintoresca compañía y quizá entonces podamos observar el fondo del asunto.