Urdangarin se sintió traicionado por el rey Juan Carlos
Su suegro conocía por el CNI el trabajo que llevaba a cabo y el dinero que ganaba, pero cuando se destapó el caso se alejó de él y quiso que la infanta Cristina le abandonara. Nunca se lo perdonó
Detrás del desencuentro amoroso, de la ruptura de relaciones, de la separación que nadie se esperaba «después de todo lo que han pasado juntos», hay episodios con ramificaciones en la política, la alta sociedad y el mundo de las alcantarillas del poder. Esta es la historia, más allá del corazón, que explica el final infeliz entre la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin.
Tras casarse con la infanta en 1997, el brillante jugador de balonmano intentó labrarse con rapidez un futuro profesional. Juan Carlos no paró de apoyarle desde su entrada en la familia, facilitándole contactos en empresas para que pusiera en marcha algunos negocios. Concluyó su formación de Empresariales y en el año 2002 montó con Diego Torres, uno de sus profesores, Noos Consultoría Estratégica, a la que siguió la asociación sin ánimo de lucro Instituto Noos.
No había pasado mucho tiempo cuando alguna información sobre sus actividades llegó al rey y le preocupó. Decidió que debía protegerle y al mismo tiempo vigilarle, pero de una forma lo más discreta posible, sin que nadie se enterara. Habló con el director del servicio de inteligencia, Jorge Dezcallar, para que le echara una mano con su yerno.
Desde ese momento y al menos durante los dos años siguientes, un equipo del CNI acudió todos los meses a la sede barcelonesa de Noos donde revisaba la seguridad de las comunicaciones y de los teléfonos para garantizar que nadie los había pinchado. Y algo muy importante: los espías entraban en el sistema informático y hacían una copia de toda la información que almacenaban.
El CNI ha preferido no hablar sobre esta operación, algo absolutamente lógico. Hacen lo que les ordena el Gobierno y también la jefatura del Estado, pero cuando les llegan encargos que no están entre sus competencias a veces sus jefes no se atreven a pronunciar la maldita palabra: «NO». Y se enfangan en temas en los que no deberían entrar. La vida laboral del yerno del rey es, sin duda, uno de ellos.
Está clara la protección anti escuchas que le facilitaron, pero también el hecho de que copiar la memoria del ordenador implicaba que alguien le echara un vistazo a los negocios de Urdangarin. Y, al menos cuando detectaran comportamientos extraños, informaran a la persona que les había encargado el trabajo, el rey Juan Carlos.
Siendo así las cosas, cuando el escándalo terminó llegando a los tribunales resultan poco creíbles las afirmaciones de la época procedentes del palacio de la Zarzuela relativas a que nadie allí sabía a qué se dedicaba Urdangarin. Y es más comprensible la sorpresa del yerno cuando detecta que su suegro establece un cordón sanitario a la familia para evitar que les afecten sus problemas legales, en el que incluye la pretensión de que su mujer Cristina le abandone.
La infanta no lo duda en ningún momento. Apuesta por su marido, con claridad. Se niega a abandonarle para distanciar a la monarquía de los efectos de la previsible condena a prisión. Le defiende con vehemencia ante todos los enviados de su padre y solo se nota a gusto cuando conversa con su madre. Cuando le piden que renuncie a sus derechos dinásticos como un servicio al mantenimiento de la monarquía, se niega también en rotundo.
Urdangarin sabe todo lo que está sufriendo su mujer y la defensa que hace de él ante toda la familia real. Solo le preocupa lo que le advierte su abogado y otros asesores: antes o después el juez incluirá a la infanta como corresponsable de las actividades de su marido.
Juan Carlos le pedirá a Miguel Roca que defienda a su hija y estará al tanto de lo que pase en muchos asuntos complicados gracias al trabajo que lleva a cabo en la sombra el CNI. Trabajos que empiezan en la época de Jorge Dezcallar como director, seguirán con Alberto Saiz y concluirán con Félix Sanz. Y es que los espías no pararán de ayudar en todo lo que puedan a Urdangarin y a la infanta Cristina para que salgan lo mejor parados de la causa judicial.
Tanta presión, tanta tensión, tanto sufrimiento, tantos enfrentamientos con los ahora reyes eméritos y con los actuales reyes, sin duda levantaron un dique de separación en la pareja que les ha llevado a un desencuentro, una ruptura, una separación.
Urdangarin en un primer momento se debió preguntar que si él había mantenido comportamientos menos ilegales o inmorales que su suegro, por qué a él le habían vilipendiado y a Juan Carlos no. Con el paso de los años ha descubierto que son dos caras de la misma moneda.