THE OBJECTIVE
El buzón secreto

Una negociación entre espías y terroristas en la cárcel de Almería de madrugada

Hace 25 años, agentes del servicio secreto, «Los malasombra», intentaron pactar el fin de los GRAPO

Una negociación entre espías y terroristas en la cárcel de Almería de madrugada

El empresario Publio Cordón, que fue secuestrado por el GRAPO en 1995. | Archivo

El 17 de abril de 1996, a las tres y media de la madrugada, se abrieron las celdas de tres presos en el centro penitenciario de Acebuche, en Almería. Los tres esperaban la visita, pero no a horas tan intempestivas. Les trasladaron a una sala en la que les estaban esperando dos hombres de edad madura que se identificaron como «Alberto» y «Enrique». Sabían que los dos hombres se habían hecho pasar por funcionarios de prisiones y que conocían perfectamente su identidad: Enrique Cuadra Echendía, Fernando Hierro Chomón y Francisco Brotons Beneito. Tras estrecharse las manos, se sentaron unos enfrente de otros. A un lado los tres miembros de los GRAPO y al otro los dos agentes del servicio secreto, entonces CESID.

España estaba en un proceso de cambio. Felipe González había perdido las elecciones generales y en unas semanas José María Aznar ocuparía el Palacio de la Moncloa. No parecía el mejor momento para el inicio de unas negociaciones que pretendían conseguir que el GRAPO abandonara definitivamente las armas. Pero su gestación sí lo hacía recomendable: la iniciativa había partido de los socialistas, pero antes de mover una sola ficha lo habían consultado con los populares, que dieron su visto bueno. En ese acuerdo se estableció que los negociadores serían agentes del servicio secreto.

«Alberto» y «Enrique» eran dos especialistas en antiterrorismo de la División de Inteligencia Interior, en la que uno de ellos terminaría ocupando un puesto destacado. Hablaron con los presos para establecer los mecanismos de apertura del proceso y quedaron en volver a encontrarse el 2 de mayo, aunque los espías retrasarían el encuentro hasta el 12 de julio, con el Gobierno del PP ya en el poder.

Las reuniones en diversas prisiones sirvieron para descubrir que los terroristas mantenían muy alto el listón de sus exigencias. También para que los GRAPO supieran que el gobierno estaba dispuesto a excarcelarles de una forma progresiva a cambio de una renuncia definitiva a la lucha armada.

Ruptura de las negociaciones

Los motivos de la ruptura de las negociaciones por parte de los representantes del gobierno no quedó clara. En algún momento surgió el tema de la desaparición de Publio Cordón. Los espías querían conocer los detalles de su supuesta liberación y, si le mataron, como estaban convencidos, dónde enterraron su cadáver. Ahí no encontraron respuestas y el tema se enfrió. Los contactos apenas habían durado un año.

En enero de 1998 volvieron los atentados del grupo terrorista y otros dos espías –el jefe dijo llamarse «Luis»- se pusieron en contacto con Juan Manuel Olarieta, uno de los históricos abogados de los presos. Le propusieron retomar las negociaciones para el fin de la banda y Olarieta consiguió la autorización de los presos para negociar, siempre como mero intermediario.

Reuniones a la luz del día

Las conversaciones duraron seis meses, hasta la llegada del verano. En este caso, no hubo encuentros en cárceles, sino en lugares mucho más abiertos. Olarieta se reunió con «Los malasombra», como les llamaban internamente, en su despacho de abogados de la calle Fuencarral 36; en el céntrico y popular Café Comercial, en la glorieta de Bilbao; y en la cafetería Pérez Galdós, ya desaparecida, que estaba debajo de su despacho. Nada que ver las reuniones negociadoras de los GRAPO con las de ETA.

En esas reuniones, prolongadas en frecuentes conversaciones telefónicas, se fue avanzando de una forma progresiva, llegando incluso a redactar ambas partes el comunicado público que anunciaría el acuerdo, en el que se hablaba de las causas que habían llevado a los GRAPO a estar en la cárcel y de la promesa del gobierno de tomar en el futuro iniciativas legislativas como la desaparición de la Audiencia Nacional.

Acordaron la libertad de todos los presos con un margen de tiempo relativamente pequeño y los espías accedieron, en nombre del Gobierno, a que todos los excarcelados tuvieran concedida una pensión no contributiva para que pudieran reintegrarse en la sociedad sin necesidad de verse obligados a cometer nuevos delitos.

Última fase de la negociación

Todo extrañamente bonito. En la última fase de la negociación, los dos espías intentaron ponerse en contacto con Arenas, uno de sus dirigentes todavía en libertad. Le hacían a Olarieta comentarios como «aunque sea, tú le llamas y nos lo pasas por el móvil», a lo que el abogado se negó. Evidentemente, no era tonto y sabía que podían localizar fácilmente la llamada.

Todo estaba prácticamente cerrado cuando volvieron a surgir problemas nunca explicados, que retrasaron la firma del acuerdo final. Era como si los espías les hubieran puesto el caramelo a dos centímetros de la boca y no quisieran dárselo. Y no querían porque antes deseaban que les dieran algo a cambio. ¿La detención del camarada Arenas? ¿El paradero de Publio Cordón?

Los GRAPO empezaron a ponerse nerviosos y anunciaron la ruptura de las negociaciones. En esa táctica dilatoria que tan bien habían manejado los espías, el día anterior a la rueda de prensa convocada para oficializar el fin de las conversaciones, «Luis» llamó a Olarieta pidiéndole que esperara un poco, que el tema se podía resolver. No le creyó.

En los dos procesos hubo un elemento muy importante. El secuestro y desaparición del empresario aragonés Publio Cordón llevó a su familia a utilizar todos los mecanismos a su alcance para dar con su paradero y descubrir si los terroristas le habían matado y qué había hecho con su cuerpo. Con ese objetivo, consiguieron que el ex agente de los servicios de inteligencia, Fernando San Agustín, les ayudara. Hombre con una credibilidad, sensibilidad y dominio de las técnicas, San Agustín maniobró todo lo que estuvo en su mano para impulsar esas negociaciones, pero siempre que los terroristas respondieran a una pregunta: ¿dónde está Publio Cordón? No lo hicieron. Ahora, los GRAPO ya son una banda prácticamente extinguida que, como ETA, no consiguió nada a cambio de su desaparición

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